Capítulo 34

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T E S S A N D R A

Los túneles son oscuros, mi vida siempre fue como un túnel. Podía salir un momento para ver el sol brillando; pero tarde o temprano regresaría a mi negrura habitual, siento que estoy rodeada de neblina.

Aprieto la mandíbula, mis nudillos duelen y mi cabeza punza. Dan se acerca con una sonrisa, me relajo solo un poco, pero no lo suficiente. Me da un beso en la mejilla y entreteje nuestros dedos.

Caminamos por la universidad uno a lado del otro. Entre más camino, más comentarios sobre mí escucho. Me va a perseguir toda la vida, lo sé. Risas, susurros y miradas: eso es lo que abunda a mi alrededor. Miro el suelo, quizá así no sienta la atención puesta en nosotros.

Dan se detiene en seco frente a un grupo de chicos que ríen, suelta mi mano para tomar a uno de la camisa y estamparlo en la pared. La vena de su cuello palpita, sus ojos llamean y su rostro se torna rojo, las aletas de su nariz suben y bajan; no quiero saber qué fue lo que escuchó como para ponerse así.

—Atrévete a repetir lo que dijiste y te arranco las pelotas. —Gruñe más que furioso—. Haré que te las comas con tenedor, ¿entendiste?

El chico asiente con el terror bailando en sus facciones, Dan lo suelta, él sale corriendo junto con sus amigos. Agacho mi cabeza de nuevo, esto es demasiado vergonzoso. Todo el asunto me parece estúpido.

Toma mi mano una vez más, seguimos nuestro camino sin dejar de escuchar una y otra vez los mismos comentarios y las risas burlonas.

Dan no me deja ir en ningún momento, le agradezco muchísimo que no me suelte pues a veces la valentía no es suficiente. Al acercarnos, nos damos cuenta de que mi casillero no es totalmente blanco ahora, tiene un letrero de color rojo con la palabra «puta» en la puerta. Veo cómo cierra sus puños, aguantando la rabia, pero deja escapar un rugido cuando abro la puertita y un montón de paquetes plateados desbordan del interior, también caen decenas de papelitos doblados con cosas como: «¿cuánto la noche?», «este es mi número», «me gustan tus tetas, llámame», «¿cuánto la mamada?».

Él toma un bote de basura y lo coloca cerca de nosotros. Me agacho para recoger la porquería, pero Dan agarra mis hombros y me levanta.

—Yo lo haré, mariposa.

Se arrodilla y arroja los papeles sin mirar los mensajes escritos en ellos, hace lo mismo con los condones. Su espalda está tensa, resopla continuamente, su respiración agitada aumenta con cada segundo que transcurre. Estoy parada sin saber qué hacer conmigo misma, incómoda por toda la situación, desesperada porque quiero que acabe. No he hecho nada malo.

Después de tomar mis libros, me acompaña al aula correspondiente. No me deja entrar, me da la vuelta y me funde en un gran abrazo, entierro mi cabeza en su pecho y aspiro su olor.

Gardenia © ✔️ (TG #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora