Capítulo 03

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D A N

Entro a la facultad más temprano de lo normal, camino por el pasillo y me detengo en mi casillero. No soy mucho de detenerme a recoger los libros, aprendo más escuchando, pero no quiero perderme de nada ahora que estoy en la recta final, así que supongo que tomaré algunas anotaciones. Abro la puertilla metálica y el alma se me va a los pies.

—¿Qué mierda?

Todo está mojado.

Mis libros, mis cuadernillos, mi puñetera tarea y mis avances de la tesis están empapados. Me da miedo moverlos y que las hojas se destrocen. Las aletas de mi nariz se abren, intento controlar el enojo, no puedo. Mucho menos al encontrar la notita amarilla adherida a la parte trasera de la puerta.

No conozco la caligrafía, pero sé quién fue. 

«Gracias por el chapuzón».

Y un jodido beso rojo como firma.

Qué hija de puta.

Con los puños apretados azoto la estúpida cosa y salgo enfurecido. Ahora mismo me va a escuchar. La gente se quita cuando me ve pasar, evitan saludarme como si supieran que este no es el momento adecuado para cruzarse en mi camino. Mis avances llevaban ahí toda la puta semana porque no quería que nada malo sucediera, hoy tengo que llevarlos con mi tutor para que me de sus consejos, me va a poner una nota en el historial por incumplimiento.

Una vez en su edificio, me interno en el área de casilleros, aunque no sé si la encontraré. No importa lo que tenga que hacer o con quién deba hablar, no se va a salir con la suya otra vez. No es necesario quebrarme la cabeza, la suerte me sonríe.

Localizo a la castaña de ojos grises con la mirada, quien está muy campante sacando sus útiles. Me detengo en seco y me quedo quieto mirándola a hurtadillas.

No hay nada exótico en ella, luce como alguien que se levantó esta mañana y se vistió con cualquier cosa. Simples pantalones de mezclilla y una blusa negra que deja al descubierto un hombro. Es un placer verla, es casi angelical, debería ser un pecado tener tanta belleza en un mismo cuerpo y un pecado mortal verla de cerca.

Su piel brilla y me invita a acercarme, justo como ese día en el bar. Esa noche, ella estaba sentada hablando con su amiga, recuerdo que pensé que sus labios parecían frutillas prohibidas, rojas y jugosas. Me acerqué como un insecto atraído por la miel y me mandó a la mierda, sin más, se largó bamboleando esas caderas de muerte.

Me acerco con cautela y me coloco detrás de ella lo más sigiloso que puedo. Huele a fresas.

—¿Fue divertido? —pregunto. Se tensa al escuchar mi voz, no dice nada, simplemente se da la vuelta y me mira con una sonrisa engreída de medio lado. Está satisfecha—. ¿Sabes que arruinaste mi calificación, mariposa traviesa?

Gardenia © ✔️ (TG #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora