Capítulo 18

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T E S S A N D R A

Los cuentos de hadas son estúpidos, nunca se lo he dicho a Lili, sin embargo; pero sé que lo son. Nunca hay princesas enfermas, todas siguen ese patrón de perfección y sus mundos igual, sus finales también. En esta vida las manzanas envenenadas no son combatidas con un simple beso de amor, hay venenos que son capaces de matar lo más importante que se tiene: uno mismo.

Hay besos que no salvan a las princesas del abismo, a pesar de que se lo merecen; así como no todas las princesas viven en un castillo, algunas no pueden irse lejos de su camilla del hospital.

Cuando entro esa noche a la habitación de Lili, la encuentro saltando en el sofá con su amigo Rowdy, al darse cuenta de mi intromisión se detienen y me miran con los ojos desorbitados. La verdad es que quiero carcajearme, lucen como dos conejos asustados.

—Tess, no regañes a Lili, yo le pedí que jugara conmigo. —dice el niño rubio y agacha la cabeza con resignación. Me parece cómico el asunto porque pienso que se está echando la culpa, la risita de Lili confirma mis sospechas, emana travesuras por todos los poros de su cuerpo. Esa niña es un torbellino y el pobre niño se deja llevar.

Rowdy es el mejor amigo de Lilibeth, lo conoció en la sala de quimioterapias mientras recibían tratamiento, al principio era un niño arisco y frío, pero se derritió cuando mi hermana no paró hasta tenerlo de su lado, así que ahora son inseparables. Tiene once años, es del tamaño de Lili y su cara está adornada por unos grandes ojos azules.

—Pero ¿qué te pasa, Rowdy? Tess no me va a regañar. —Lilibeth sonríe con picardía y se sienta al estilo mariposa, la bata cubre sus piernas—. Tessy, hoy dibujé a la enfermera Mildred, ¿quieres verla?

Su pequeño amigo se sienta a su costado, asomando su cabeza en el block de dibujo que pone en su regazo. Como yo, uno de sus pasatiempos favoritos es dibujar, yo le enseñé cuando éramos dos chiquillas e íbamos a casa de la abuela, en ese entonces era tan pequeña que solo me ayudaba a colorear. Perfeccionó sus trazos gracias a la ayuda de un enfermero que sabe de dibujo, ahora es una gran artista. Me acerco y me siento en el brazo del sofá para poder apreciar el dibujo, esperando encontrar a la mujer como alguien normal; pero termino estallando en carcajadas.

—¿Por qué le has puesto la mitad del cabello negro y la otra mitad blanco?

Sonríe, radiante.

—Es que se ríe como Cruella.

—No solo se ríe, es Cruella —corrige Rowdy—. Es mala, le pedimos que nos diera gelatina verde y nos dio amarilla.

Niego, divertida por sus ocurrencias.

—¿Y eso la convierte en un ser despreciable?

—Sí, porque la gelatina amarilla sabe asquerosa.

Gardenia © ✔️ (TG #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora