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Martes 8 de octubre - pasado.

El ruido de los trenes me levanta, vivir cerca de la estación de trenes tiene sus ventajas ya que te levantan por la mañana.

Me ducho y me visto el vestido azul que me regaló mi padre. Cojo mi mochila y salgo de la casa, antes de cerrar la puerta entro de nuevo y cojo mi muñeca favorita Mandy, tiene el pelo rubio y los ojos azules. Ella es la que siempre está a mi lado,me cuenta sus secretos y yo le cuento los míos, es mi mejor amiga y no salgo a ninguna parte sin ella.

Voy corriendo y entro como siempre a la cafetería que está a unos minutos de mi casa. Al entrar Pablo me dedica una sonrisa, es un español que decidió vivir la vida pero acabó siendo el jefe de una cafetería humilde de Canadá.

Mady.. feliz cumpleaños hija, ¿Lo mismo de siempre?

Yo asiento, me pasa por la barra un vaso de leche y galletas. Me siento en una de las sillas de la barra y comienzo a devorarlas como si en tres años no hubiera comido.

—Pablo. —Digo en un susurro y él simplemente se ríe por la pronunciación que hago con su nombre. — Mandy también tiene hambre.

Le señalo a mi muñeca, el sonríe y me trae unas galletas más para ella.

Sé que él cree que Mandy solo es una muñeca y que el hecho de que me hable es producto de mi imaginación pero siempre intento demostrarle lo contrario.

Toma Mandy, aquí tienes. — Le pongo la galleta en la boca y ella lo come de un bocado, miro a Pablo para demostrar que está viva pero me doy cuenta de que está atendiendo otra mesa.

¿Ya te comiste la galleta? Ehh.... — Me dice acercándose mientras se rasca la cabeza y aclara su garganta. 

—¿Ya se ha comido Mandy la galleta? Si tiene más hambre sólo me lo tiene que decir. —Me desordena el pelo acariciando mi cabeza. — Corre que llegarás tarde al primer día de colegio, que ya con solo 6 años ya haces pellas traviesilla —. Se ríe al ver mi cara de  confusión al  escuchar la palabra "pellas".

Salgo de la cafetería y voy saltando hacía el colegio con Mandy en mi mano, sería la primera vez para mi en la escuela ya que por fin salí de la guardería y Pablo me consideraba ya una niña mayor.

Llegué a la escuela y miré a mi alrededor, todas las niñas llevaban a su madre de la mano y lloraban cuando ellas se iban, yo miré mi mano y allí estaba Mandy mirándome con una pequeña sonrisa.

Entré al edificio después de devolverle la sonrisa y paséa la clase que mi madre me indicó la noche anterior, me senté en una de las silla de en medio y coloqué mi mochila en el respaldo de la silla.

sácame de aquí Mady, sácame de aquí. — Escuché la voz de Mandy desde la mochila, la quite de allí y la coloqué encima de la mesa.

Todos los alumnos entraron a clase y la profesora igual, al verme se sorprendió ya que nunca había visto a una niña de mi edad con el pelo teñido de rosa pastel.

No mires a la rarita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora