XIV

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Me fui de aquel gimnasio con la mirada encima de todos, la mayoría sentía pena por mi y miraban decepcionados a Arianna. Eso nunca me había pasado, yo siempre era la mala pero esta vez cambió. Todos comenzaron a criticar a Arianna y a alejarse más de ella.

Fui a mi casa y me tiré al sofá, siempre me hacía la fuerte pero en verdad todo lo que me decían me dolía. Comencé a llorar y abracé a Mandy. Ya estaba harta de todo los insultos que me decían, de todas las realidades que me soltaban.  En verdad yo siempre estuve sola, en verdad que mis padres no me amaron,en verdad que fui una antisocial.

Una lágrima cayó de mis ojos y paró en la frente de Mandy.

—No llores Madison. — Me secó las lágrimas con su diminuta mano. —Sabes que siempre he estado contigo, nunca has estado sola. — Asiento, Mandy a sido la única que ha permanecido en mi vida, me ha guiado y comprendido. La abracé. —Y sabes perfectamente lo que hacer, ¿no? — Asentí con una gran sonrisa mientras que me secaba la última lágrima.

NARRA IAN

—Mamá, ¿dónde está? — Le pregunté a mi madre por el anillo de la abuela. En mi familia siempre hubo una tradición para los barones y era la de que si encontrábamos nuestro amor verdadero aquel anillo debía pasar por las manos de aquella mujer.

—¡Tan pronto ya se lo quieres dar a Madison! ¡Puede que en un futuro lo vuestro no funcione hijo! —Entró al salón cerrando de un portazo la puerta de la cocina.

—¿Qué? —No podía creerme lo que dijo mi madre, ellos siempre me apoyaron con estas cosas. Desde que era pequeño y me imaginaba que las barbies eran mis novias hasta que en la adolescencia tenía amores caprichosos. Este era enserio ¿y no me creían?

—Tu madre tiene razón hijo. —Mi padre apareció y se sentó en la mesa al lado de nosotros. —Te estás precipitado. —Los dos asistieron.

—Pero... Si yo la amo y os lo demuestro cada día. No me podéis hacer esto. Pensé darle el anillo en el baile navideño.

Hablando de ese baile... —Mi padre se puso de pie y camino hacía mi madre para pararse al lado suya. —¡No irás con ella! —Mi corazón dio un brinco.  Me levanté yo también de la silla y les señalé con el índice.

—¡No me podéis hacer esto!

—¿Qué no? —Mi madre me miró desafiante. —Estas castigado, no te moverás de casa el día del baile.  —Tiré la silla al suelo y mi madre se tapó la boca, no estaba acostumbrada a verme reaccionar así. Caminé hacía ellos e intente irme después de soltar un "os odio"  susurrando. Mi padre me agarró del brazo.

Ian O'Brien. —Dijo mi nombre completo y se posicionó enfrente de mi. —Esto lo hacemos por tu bien, no queremos que te relaciones con una asesina. —Mis ojos se abrieron como platos.

—¿Asesina papá? Esta vez te has pasado. —Le miré con odio pero el negó con la cabeza y me dio un periódico.

Era el periódico escolar, que cada mes compraban mis padres ya que les hacía gracia y les recordaba a su infancia los cotilleos que contaban.  Abrí por la primera página y vi en grande la foto de Madison, comencé a leer y contaban que ayer por la noche hubo un asesinato y cuando leí el nombre una lágrima calló inconsciente de mi ojo izquierdo.

Madison había matado a Arianna por una discusión que tuvieron en el pasillo, cuando la quiso invitar a un zumo. Ya me lo imaginaba pero no creí que ella fuese capaz de matarla. Arrugué el periódico y lo tiré al suelo.

—Es mentira, ella no es capaz de hacer eso, ella es una buena persona. —Dije todo eso en un susurro y salí del salón.

Me puse la mochila en la espalda y salí corriendo de casa para pillar el autobús de la escuela. ¿Cómo pudo suceder todo eso ayer?  Cerré con fuerzas mis ojos y negué. Mi Madison no podría si quiera matar a una mosca.

Entré en el autobús en media hora llegué al instituto. Hoy sería el día del baila, hoy por la noche y no podría ir con el amor de mi vida. Odiaba a mis padres en esos momentos.

Madison. —La di un abrazo que ella no correspondió. —¿Qué tal?  Tengo que contarte algo. —Me puse serio. —Mis padres...

—Ian, no puedo ir al baile contigo. —Me tocó con delicadeza el pecho. —Lo siento mucho pero, no iré. Quiero seguir mi tradición, esa que dice que en día de fiesta mejor estar en casa leyendo un libro sola. — Dijo con un tono más alto la palabra "sola".

Madison. —Le agarré la mano, sus ojos me decían que ella no mató a Arianna, su mirada se veía tan triste y angelical.

Ian, no te acerques a mi más. —Soltó su mano y se dio la vuelta yéndose sin mirar atrás.

—¡Te recogeré a las ocho en tu casa!  —Grité antes de que desapareciese de mi campo de vista.

××

Me encontraba en casa sentado en la alfombra mientras que mis padres estaban en el sofá cada uno leyendo el mismo libro y con dos tazas diferentes, uno de té y otro de café.

Fingía haberlo asumido, fingía cree que ellos tenían la razón en todo y que era justo mi castigo.

Me levanté del sofá y les di un beso a cada uno. 

—Me voy a la cama. —Dije frotándome los ojos.

—Cariño. —Mi madre hizo una sonrisa tierna. —Nos alegra que comprendas tu castigo. Eres un buen hijo. —La última frase la dijo mi padre sin bajar la vista del libro.

Sonreí falsamente y subí las escaleras hasta mi cuarto. Cerré la puerta y puse cojines debajo de las sábanas. Me puse el traje de etiqueta y me eché colonia luego salí de casa saltando por la ventana sin antes apagar la luz y cerrar el armario.

Me hice un poco de daño al caer pero,el dolor fue cesando aunque caminaba cojo.

Me daba igual todo solo quería verla.

No mires a la rarita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora