II

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Jueves 10 de agosto - Presente.

Me levanto de la cama y miro la hora en el pequeño reloj rosa que está en la pared.

—Es la hora... — Aparece una enfermera en mi habitación. —Madison, tienes que comer. —Niego con la cabeza y me agacho en una esquina.

Llevo ya tres semanas en el hospital psiquiátrico y me siento más chalada que nunca.

Desde aquella noche ya nada era igual;comencé a llorar y a arañar mi piel.

La enfermera se levantó rápidamente y me agarró de las manos, me puso de pie y me abrazó dejando que llorara en su hombro.

Me llevó al despacho del psiquiatra y me hizo sentarme en una silla, luego se fue cerrando la puerta.

—Madison Miller. — Dijo seriamente el psiquiatra. —Para tratar tu caso necesito que me cuentes tu historia, desde que empezó todo hasta que te trajeron aquí. — Arrugué las cejas. —Se que esto  va ha ser difícil para ti pero tienes que ser fuerte, ¿Cómo quieres que se te ayude sin saber tu historia?

—Está bien... —Dije en un pequeño susurro. —Comenzaré.

Todo esto comienza desde mi etapa de la adolescencia, en el instituto. Pero no hablemos de mí porque está historia será contada por otra persona.

                               +++

Me levanté del suelo y me limpié las pequeñas lágrima que caía de mis ojos, como siempre mi padre me levantó con el ruido de la bocina en mi oído y al escucharlo caí al suelo.

Le miré con cara de asco pero él simplemente sonrió. Para él que me levantara así todos  los días haría a mi cuerpo acostumbrase a
espabilar por si sola.

Sí, yo también lo pienso, mi padre es raro.

Ayer por fin mi madre decidió salir del asqueroso pueblo de donde veníamos para mudarnos a una de mis ciudades preferidas de Estados Unidos.

Hoy sería mi primer día de escuela y mis padres estaban muy pesados. Mi madre me puso pajarita en mi uniforme y mi padre... Simplemente siguió siendo él mismo.

Después de haber comido tres gofres salí de casa, antes dándole un beso a mi madre.

Al ver que el autobús amarillo no estaba enfrente me asusté pero más tarde lo divisé a lo lejos.

Ya había pasado antes, fui corriendo sin parar hasta alcanzarlo.

Ian O'Brien. —Dije enseñándole mi tarjeta al conductor, él lo miró con repugnsncia y me dejó pasar.

—Que esto no vuelva a pasar, no quiero tardones en mi autocar. —Simplemente dije que sí y me senté en la primera silla que vi libre en los dos lados, me puse los cascos y miré por la ventana.

Cuando el conductor nos dejó enfrente del edificio enorme, con una gran pista de béisbol, una pequeña sonrisa se me escapó, adoraba ese instituto.

Entré en el edificio y un montón de personas pasaban atareados con sus libros en la mano, otras escuchaban música e incluso algunas me saludaban amablemente.

—Esto es el cielo. —Dije manteniendo ls estúpida sonrisa, esa sonrisa hizo que una chica guapa, de mi altura se parase enfrente de mí.

—Ten cuidado, que muchas moscas se pueden colar allí. —Señaló mi boca. —Arianna Diaz. —Me enseñó la palma de su mano y yo la estreché.

Ian... Ian O'Brien.

—¿Eres nuevo, cierto? —Sonrió aún más mostrando sus  diente blancos y sus hoyuelos. —Conozco este instituto como la palma de mi mano, antes de que te pierdas y comiences a lloriquear en el baño de chicas creyendo que es el de chicos, yo te guiaré. — Y así Arianna me llevó a mi clase y se fue como si nada.

El profesor me agarro del hombro, él era alto, joven y rubio, todas las alumnas no paraban de mirarle, había una en específico que le miraba al paquete sin disimulo.

Se me escapó una pequeña carcajada y ella disimuló mirando ha la ventana y rascándose la cabeza.

—Alumnos, este es Ian O'Brien y será vuestro nuevo compañero durante este año. —Todos me miraron y sonrieron, menos una chica que me llamó bastante la atención.

Todos, absolutamente todos, incluso el profesor llevaba uniforme menos ella. Estaba sentada al fondo mirando hacía la ventana y su pelo era mitad negro, mitad rosa pastel . No había nadie sentado a su alrededor, literalmente las dos sillas de  los lados y las de enfrente y atrás estaban vacías.

El profesor se puso enfrente de mí impidiendo que la observe.

—Bien O'Brien puedes sentarte donde estés más cómodo. — Me sonrió y se apartó de mi. Miré de nuevo a la chica aquella y mis ojos se dirigieron a otros posibles lugares vacíos, había una chica morena en frente de mí que tenía un asiento libre a su derecha; su mano se posó en el asiento haciendo un gesto para que me sentase a su lado.

Volví a mirar a la chica extraña y luego a la morena y así sucesivamente hasta que algo me impulso a sentarme con la morena.

Ella me sonrió y me pasó una pequeña nota rosa en la que ponía su nombre, 'Kat' . Yo simplemente le devolví la nota con una sonrisa dibujada en ella.

Mi mirada fue de nuevo a la aquella chica solitaria y mi corazón dio un brinco al ver a una muñeca encima de su mesa guiñándome un ojo.

—Kat. —Dije sin apartar la mirada de la muñeca que tenía en su mesa. —¿Quién es ella? —Kat me miró a los ojos y luego siguió mi mirada y al instante se arrepintió de haberlo hecho porque dio un brinco en su asiento.

—Hablas de Jane. —Señaló a la chica de dos mesas delante. —Es la...

—No, no me refiero a esa. Ella... —La señalé y al instante ella giro la cabeza y me miró. Kat me agarró la mano y la bajo.

—No sé de quien me hablas. —Dijo en un pequeño susurro.

Después de aquella clase salimos todos al pasillo para ir a la siguiente.

Dejé unos cuantos libros en la taquilla que Arianna dijo que era mía y fui con Kat a la siguiente clase, en mitad del pasillo vi ha aquella chica guardando sus libros.

Como Kat me aburría con sus historias de ex novios me dirigí al lugar donde estaba ella.

Me apoyé en la taquilla de al lado.

—Hola. —Dije mirándola de cerca, lo que me impactó de ella fueron sus pecas.

Todos los del pasillo dejaron lo que estaban haciendo para mirar la escena.

La chica simplemente me sonrió tan dulcemente que hizo que la devolviera sin querer la sonrisa.

Miré dentro de su taquilla y allí estaba la muñeca mirándome.

Estaba... ¿enfadada?

No mires a la rarita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora