Capítulo 4: ¿Qué carajos te pasa, Kate?

825 37 5
                                    


Su tono serio automáticamente me preocupó. Si quiso que venga hasta aquí debe ser algo realmente importante o tal vez necesitan más dinero para la ropa de Maggie. Intento mantener la intensa mirada que él me enseñó, no debo desviarla porque eso significaría que me siento intimidada.

Lecciones de la vida con Paul Leadman.

- ¿Cuán grave es? – Pregunté. – ¿Alerta roja?

Solo a mí se me ocurre bromear en casa del viejo ogro. 

Ay, Leadman.

- Hace unos años cuando la empresa de mi padre estaba en quiebra, - Ignoró mi burla. - pedí prestado 70 mil dólares. No fue solo para salvarla y deshacerme de mi padre, también fue para ustedes. – Me dio una mirada dura cuando casi se me salen los ojos al escuchar la cantidad de dinero ¿70 mil? ¿Está loco? – El banco no lo aprobó y tuve que recurrir a un viejo amigo, él fue quien me recomendó a Charlie Ricci.

- Vino ayer por la deuda, estaba furioso –. Aportó, la resentida de Amy.

Estaba impresionada con todo lo que escuché, y no debería ser así. El solo llamarme Leadman, hacía que nada me sorprendiera.

¿Cómo debían tanto dinero? Nunca me dijeron nada, como siempre. Cuando todo se va a la mierda y necesitan ayuda, esperan que haga un milagro acusándome de ser la responsable.

Como si fuera Dios.

Ahora, ¿de dónde saco el dinero? Sí, seguramente estaban esperando a que haga magia, porque de lo contrario no se hubieran molestado en llamarme.

- Necesito tiempo para pensar y ver cómo le pagaré. – Intenté transmitir seguridad y despreocupación pero ellos me miraban como si tuviera tres cabezas. ¡Qué ironía! - ¿Ahora qué pasa? No me vean así. Le pediré un poco de tiempo a ese señor Ricci, no lo sé, tal vez podamos negociar...

-¡Es un mafioso, tonta! – Chilló, la descerebrada de mi hermana.

Había dejado la revista solo para mirarme con sorna.

-No quiere negociar, mucho menos tiempo –. Gruñó mi padre.

Si hubieran empezado por ahí...

Me levanté del sofá dispuesta a irme de esa casa. No iba quedarme a escucharle decir lo ingenua que era cada vez que defendía mi punto de vista. Paul imitó mis movimientos con el gesto duro.

- Tampoco podrás localizarlo, sabelotodo. Fue extraño verlo aquí.

Sí, claro.

- Tal vez no lo sabes, pero estoy por comprometerme con uno de tus amiguitos de la mafia. – Mi altanería no tenía precio, tanto que me miraban sorprendidos.

¡Al diablo la chica educada!

Era la segunda vez que le contestaba a mi padre de esa manera. La primera fue cuando me comprometió con un hombre 15 años mayor que yo.

- Repite lo que dijiste –. Frunció su ceño bufando.

Lentamente se acercaba a mí y sabía que iba a golpearme. No era la primera vez, pero eso no quitaba el dolor único y humillante.

- Paul tranquilízate, ella esta estresada y confundida. – Intervino, Amy mientras se acercaba. – Ya la conoces, cariño.

-Sí, Paul, ya me conoces.

¿Esa fui yo? 

¿Qué carajos te pasa, Kate?

No quiero que me pegue, no quiero llamar su atención de la forma más espantosa. No lo sé. Nunca había reaccionado de esa manera tan irrespetuosa. Respondía mal pero después de tres segundos se me pasaba.

- Tú te lo buscaste. –Gruñó.

Antes de que pudiera seguir recriminándome, Amy se apresuró a detener a mi padre del brazo derecho. Estaba hecho una furia, pero yo me mantenía expectante analizando la situación.

Hoy no amanecí muy bien.

- Sabía que eras una mala influencia, perra.

El murmullo de mi hermana no era de esperarse, echando alcohol a la herida. Amy le decía palabras en el oído y Paul no tuvo otra opción que escucharla y calmarse. Me pregunto si mi madre hacía eso con el ogro, y después de cinco segundos de pensarlo, la respuesta era: NO. 

Murió de tristeza, enferma gracias a mi.

Y gracias a Paul.


TÓXICOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora