Capítulo 15: Prisionera

384 18 0
                                    

Todos se movían de sus sitios alterados por el fuego, lastimosamente llegaron hombres que lo detuvieron, malditos. Me esforcé por liberarme pero ahi estaba el tipo que intentaba sacarme del lugar, mientras luchaba su brazo rodeaba mi cintura aprisionando mis brazos y tapando mi boca con su otra mano.

Inteté gritar con la furia que me embriagaba, patear sus traseros por la humillación que sentí dentro pero no pude, grité a través de su mano, tenía el ceño fruncido y esos malnacidos tenían que pagar por todo el daño que hacían en ese asqueroso lugar.

- ¡CÁLMATE! - Gritó, cerca a mi oreja. Tengo veinticuatro años y el señor Darcy ya quería dejarme sorda. Sí, era él. - Te soltaré pero deja de gritar, no hagas que me arrepienta, ¿entendiste?

Asentí, desesperada. Quitó su mano suavemente pero le mordí, por pendejo. Gimió por el dolor; sin embargo, su agarre fue feroz, casi doloroso.

- Malditos, mueran por el bien de la humanidad, cerdos. - Grité.

Otra vez me tapó la boca, y esta vez traté de tranquilizarme, no porque él lo quiera sino porque ahora tenía que pensar que hacer. 

- Estás loca.

Iba a morir, me importaba bien poco si estaba loca o no. Esta vez no pude morder ni nada, me metió en un auto que hasta ese momento no me di cuenta del frío que hacía afuera, ni siquiera tenía las botas ni los tacones.

- Vamos. - Tomó una cinta que pegó en mi boca y muñecas, callando mi pregunta. ¿A dónde me está llevando? ¿Me matará? Si es otro secuestro, prefiero morir ahora mismo.

Las casas de California pasaban por la ventana del auto, habían dos hombres en los asientos delanteros, ambos con traje negro. El hombre a mi lado no decía nada, iba tan serio e inmóvil como una estatua. Normalmente me gustaba el silencio en el auto pero este era incómodo e irritante. Quería preguntar tantas cosas que obviamente no pude, ni siquiera me esforcé por gritar.

Su móvil sonó y en la pantalla pude ver que decía "Coleman", aparté la vista cuando me echó un vistazo, por curiosa. Todo vale si estoy en esta situación, ya que necesito una salida y él tiene que darme pistas. No es curiosidad, es conocer al adversario.

- Está conmigo. - ¿Quién rayos es Coleman? - No es necesario, nos vemos mañana.

Colgó, no dijo nada después. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me percaté que habíamos llegado a un edificio lujoso. No sé donde estamos realmente pero este no era mi departamento. 

No puedo decir que era el señor Darcy, porque no lo era, sus modales y brusquedad no eran propios del personaje de Orgullo y Prejuicio. Le abrieron la puerta como si no pudiera hacerlo él mismo, mientras que a mi, un hombre me ayudó a salir del auto, ni siquiera se alarmó al notar mi condición de rehén. 

El idiota se dirigía al ascensor de lo mas normal, definitivamente no merece ser el señor Darcy. Revisaba su celular mientras que el ascensor subía pero yo solo podía pensar en como salir, si escapo podrían encontrarme, no importa cómo, tenía que hacer un plan.

Supongo que el departamento era suyo, amplio, sobrio, costoso y gris. Como el dueño, un departamento de soltero totalmente pulcro, no como el mio. Tal vez era un poco desordenada, algo floja para limpiar, pero como dicen, mi desorden, mi problema. 

- Siéntate.

No era necesario que lo repita, estaba cansada, descalza con un vestido  y me quitó la cinta de las manos, mientras me sentaba en su sofá.

- Si haces una tontería como lo que hiciste hace unos instantes, no me importará si vives o no.

Rápidamente me quité la cinta de la boca, grave error, dolió horrores, jodido mundo casi me arranca los labios. Así que él también podía matarme, ¿y yo soy la loca?

- ¿Qué es lo quieres? ¿Por qué me trajiste aquí? - Mi voz salió rasposa de tanto gritar.

- Todo a su tiempo, - Frente a mi, me observaba con una mirada intensa, esa que yo detestaba porque me incomoda. - Parece que debes dinero a "La casa Hill"...

- ¿La qué? 

- El lugar que casi incendia, señorita Leadman.

- Lastimosamente no se quemó, plan fallido. - Como casi todos de este imperfecto día.

- ¿No le importa morir?

- Iba a morir de todas formas, solo me llevaría a unos cuantos en el proceso.

No demostró ninguna expresión, parecía aburrido, serio aunque parecía joven, esa actitud le daba años extras. Los dos hombres entraron, uno robusto y alto, el copiloto en el auto. El otro, era casi igual, más bajo pero podía notar que el primero tenía más poder, por así decirlo.

- Señor Howard, el señor Harris está aquí. - ¿Howard?

El miedo me embargó, de pronto pienso en las miles de razones por las que él está revelando su identidad conmigo, una extraña. No era tonta, este hombre quería algo, nadie se molestaría en llevar a un extraño a su casa. A menos que seas mi hermana.

- Dile que estoy ocupado.

- Sí, señor.

El segundo hombre se fue, el señor Howard y el primero compartieron una mirada en la que el hombre asintió y se fue. Que intenso, el poder de comprensión que había en ambos.

- Aún no me ha dicho que quiere de mí, señor Howard. - Esa era yo, irónica y sarcástica hasta la muerte.

- Cuidado, evite ese tonito conmigo, señorita Leadman.

- Así soy, ahora dígame, ¿por qué me trajo aquí?

- Esa osadía y curiosidad te trajo problemas, no volveré a repetirlo, tenga cuidado señorita Leadman.

 Me hubiera gustado decirles que fui valiente, que le aventé el agua en la cara y salí por la puerta con la frente en alto, con orgullo y dignidad. Pero no fue así, nunca sentí tanto miedo con una sola mirada, tan fría, dura que hacía que me cuestione miles de cosas.

- No busque nada porque no hay salida para usted.

TÓXICOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora