Capítulo 5: Cásate

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- Maggie ven conmigo, – ordenó, Amy. Después me dio una mirada autoritaria. – y tú también.

Mi hermana la siguió quejándose sobre una familia arruinada por una malagradecida. No me quedaba más que rodear la sala para no toparme con el monstruo que no dejaba de seguirme con la mirada.

- Mocosa insolente.

Su malestar había pasado, milagrosamente rápido. Era lo más suave que me había dicho.

Subí las escaleras con dirección a una puerta abierta, cerca de mi dormitorio. Era la habitación de "La Reina"

No me estaba burlando de Maggie. Así decía el letrero de su puerta. Eso era producto de la adolescencia, cuando creía tener a todo el mundo comiendo de su palma.

-¡¿Qué demonios hiciste?! – Gritó, la tercera esposa de papá. –Parece que quieres enviar todo a la mierda, Kate.

- Te dije que ella no haría bien el trabajo, Amy. – Maggie miró sus perfectas uñas pintadas de un rojo muy fuerte. – Nunca hace nada bien, y tú no me escuchaste.

- Lo sé, mi niña. – Suspiró. – Solo quería darle una oportunidad de pago.

- Si ya terminaron, pueden decirme para que me llamaron.

- ¿Ya viste cuan grosera es?

- Maggie, no podemos volver atrás. – Amy me dio un Pen Drive, que sacó del bolsillo de su vaquero negro. – Es hora de atacar.

- ¿Qué hay aquí? – Pregunté.

- Es un Pen Drive. - La miré con una cara de "no me jodas"

Sé que todos los que tienen hermanos van a entenderme. ¿Nunca se preguntaron si eran adoptados cuando ven a personas como ella?

Me sentía así, cada vez que ella usaba su neurona y decía una cosa estúpida.

Aunque pensándolo bien cabía una pequeña posibilidad. No teníamos nada en común ni físico, ni psicológico. Pero si envidiaba que se pareciera a mi padre. Tan idénticos pero a la vez muy diferentes. Como siempre, Abey y ella peleaban por el primer lugar respecto a quien era más tonta. Yo creo que si se esfuerzan más podrían deleitarnos con su intelecto.

Nunca lo acepté, pero ahora si quería cortarle el cabello rubio y teñirlo. Sacarle los ojos verdes, quemar su piel bronceada y... y...

Respira, Kate, es solo una niña. Piensa en tus libros.

Oh, sí. Literatura erótica...

Elevé una ceja a Amy, para señalarle que continúe nuestra conversación, ignorando a la descerebrada.

- Ahí están las fotos que necesitas.

Era increíble todo lo que podía contener este pequeño objeto. Lo observe durante tres largos segundos, para después asentir.

- Todo terminara en unos días, Amy. – Afirmé.

- Eso espero. – Volvió a sentarse, cruzando sus brazos. – Estaríamos mejor si evitaras escenas como las de hace un momento. Hablo en serio, Kate. Si tu padre sabe de esto, haré que pagues cada palabra que diga.

- Está exagerando, señora Leadman. Angie y su familia pagarán por todo.

- No tengo ninguna duda de que así será.

No sé si fui tan tonta, pero la esposa de papá me estaba haciendo un jaque. Tenía la osadía de amenazar a mi rey. Sacó una grabadora en el que me daba a entender que había grabado nuestra conversación.

- Que cómica. No sé por qué lo hiciste, ya que no me afecta en ningún sentido.

-Podría alterarlo un poco. – Opinó Maggie, guardando el grabador en uno de sus cajones.

- Hagan lo que quieran, dentro de unos meses ya nadie conocerá mi paradero.

- Tal vez. Nunca se sabe lo que podría pasar, querida hija.

Pronto una sonrisa torcida apareció en su cara. Se parecía a Guason, solo faltaba el maquillaje extravagante.

¿Cree que la voy a traicionar?

Ya no importa.

- Mi padre aun quiere hablar contigo. – Me empuja fuera de su habitación. – Alguien quiso ser la mujer maravilla y no le dejó terminar.

Resoplé.

Ella seguía omitiendo el "nuestro padre". Qué más da, no quería hablar con ella. Tenía que concentrarme en enfrentarlo y pensar en posibles soluciones para la deuda.

Ya en la sala, Paul caminaba lentamente de un lado para otro, juntando las manos hacia atrás. Su esposa e hija tomaron asiento reanudando su lectura. Tomé un respiro profundo y me encamine hacia la salida, dispuesta a irme.

- Padre, hablaremos después, tengo cosas que hacer y en las que pensar. – Dije dos metros antes de llegar a la puerta.

- Debes estar bromeando si piensas que puedes venir a mi casa cuando te dé la gana. – Me detuve antes de tocar la manilla. – Aún no termino, señorita. - Se acercó hasta separarnos un metro de distancia. – Podemos pagar la deuda si haces algo.

Admito que tengo un pequeño alivio de ver una salida, pero eso no quita que me ponga nerviosa. ¿Que podría hacer para pagar setenta mil dólares? Esto no me gustaba.

- ¿Qué? – En estos momentos no me importaba la inseguridad en mi voz. Ya sabía que estaba ansiosa por como jugaba con mis uñas.

- Cásate.

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