Capítulo 2

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El misterio se quedó con él, pero cuando los días pasaron, supo que no podía esperar indefinidamente a que algún desconocido montado a caballo llegara para rescatarle de todos sus problemas. Un doncel solo era vulnerable. Un doncel con riqueza y tierra lo era doblemente una vez que llegaba a saberse que no tenía ningún protector. No era precisamente raro, por lo tanto, ser casado bajo presión con un lord ambicioso y despiadado con un séquito fuerte y ninguna aversión al uso de la fuerza. Naruto se estremeció. Mejor casarse con un hombre respetado que le trataría bien y devolvería a Konoha a su antiguo esplendor. Eso le hizo ser consciente de que debía casarse con Kurama y pronto. El amor estaba muy bien en las historias de gran romance: la vida real no se parecía a eso. Su hermano había tenido razón. Él era un buen partido. Quizás, con el tiempo, podría llegar a amar a Kurama. Por supuesto sería un esposo obediente y daría a luz a sus hijos. Su mente pasó por alto deliberadamente los detalles, poco dispuesto a extenderse en el asunto. ¿Acaso debería ser tan remilgado cuándo todos los días muchachas y donceles de trece o catorce años eran casados con hombres que les triplicaban la edad? La pregunta ahora era cómo propiciar esto. Había rechazado la petición de mano de Kurama. ¿Podría ahora ir mendigando?
Tal como resultó después, el asunto quedó solucionado para Naruto cuando, unos días más tarde, los criados anunciaron la llegada de lord Kurama acompañado por un pequeño grupo de hombres armados. Naruto le recibió en el gran salón y, dándole la bienvenida, ofreció un refresco a sus hombres y permitió que él le llevara aparte. Lamentó no haber tenido aviso previo. De repente fue consciente del color sobrio de su kimono y de su pelo algo revuelto cayendo desordenado por su frente. Difícilmente era el kimono de un doncel que recibe a un pretendiente. Sin embargo, Kurama pareció no encontrar nada mal y le sonrió. De altura media, era delgado y enérgico, de cabello rojizo que asemejaba a las llamas del hogar, a pesar de eso, se le notaban los años. La expresión en la cara de rasgos duros era tanto comprensiva como amable, pero los ojos hablaban de admiración.
Durante un rato hablaron de Menna y él dijo todo lo que era apropiado, pero no le tomó mucho tiempo llegar al verdadero objetivo de su visita.
—La muerte de vuestro hermano os deja solos y en una situación muy difícil, mi señor. En estos tiempos que corren un doncel debe tener un protector.
Naruto oyó en sus palabras el eco de su hermano y sintió un escalofrío a lo largo de su espina dorsal. El corazón le latía mucho más rápido, sabía lo que estaba por venir y lo estaba esperando.
—Me gustaría ser ese hombre. —Él hizo una pausa, observándole con un rubor desacostumbrado—. Ya no soy tan joven como antes, pero como un conocido mío suele decir: "¡Aun no he perdido la llama de la juventud!". Aún tengo buena salud y soy bien capaz de protegeros. Así mismo puedo juraros mi eterna lealtad y devoción.
Naruto sintió que su cara se ponía más colorada y durante un momento sus ojos azul cielo se velaron. Kurama, confundiendo el motivo, tomó un profundo aliento.
—Dejadme protegeros, Naruto. No os pido que me améis ahora, pero quizás con el tiempo pueda llegar. Mientras tanto, estad seguro de que seréis amado, mi señor.
Oyendo una nota inequívoca de sinceridad, Naruto alzó la vista rápidamente, encontrando su mirada.
—¿Os sorprende oír esto?
—Yo no tenía ni idea... esto es... —se interrumpió titubeante.
—¿Tenéis alguna idea de lo hermoso que sois? —continuó él—. Desde el primer día que os vi os deseé como mi esposo. Mi mujer lleva muerta cinco años y un hombre se vuelve solitario. Pienso que vos también estáis solo. ¿Acaso no pueden dos semejantes confortarse el uno al otro?
Naruto asintió con la cabeza.
—Pienso que quizás puedan, mi señor.
Durante un momento él no se movió, los ojos rojizos estaban absortos en la cara de Naruto.
—¿Entonces os casaréis conmigo?
—Habría ciertas condiciones.
—Nombradlas.
—Que los derechos de mis sobrinos sean protegidos y que vos actuéis como el señor feudal de Konoha hasta que ellos puedan actuar por sí mismos.
—Conforme. Si os casáis conmigo, serán criados como mis propios hijos.
—También pediría un lapso decoroso de luto por mi hermano.
—Será como me pedís.
—Entonces durante el solsticio de verano me convertiré en vuestro esposo. —La voz de Naruto fue perfectamente serena al brindarle el compromiso que él pretendía.
Tomando su mano, él la presionó contra sus labios. —Es un honor que apenas puedo esperar a tener.
—Intentaré ser un buen esposo —contestó Naruto.
La fecha propuesta era a tres meses vista, pero si Kurama había esperado una boda más cercana, no dijo nada. Considerando que tenía lo que quería estuvo dispuesto a ceder un poco de terreno, sabiendo que eso no perjudicaría su causa.
—¿Me prometeréis vuestra mano públicamente, Naruto? —preguntó entonces—. No demando una gran celebración, sé que debe ser repugnante para vos en estas circunstancias, pero ¿quizás una pequeña reunión?
Naruto no se sorprendió por la petición. Lo que esto significaba era una declaración pública de intenciones. Esto también dejaba claro a todo interesado que Naruto y, de ese modo, Konoha, estaban comprometidos, que ambos se encontraban bajo la protección de un señor rico y poderoso. A partir del momento en que sus esponsales fueran anunciados Naruto sería tan bueno como él y ningún hombre le tocaría. Esto también significaba un respiro, tiempo para acostumbrarse a la idea del pacto que acababa de alcanzar.
—Se hará como vos deseáis, mi señor. Él sonrió.
—Estoy complacido.
Naruto se había preguntado si él trataría de besarle, pero para su alivio no hizo más intento de tocarle. Kurama se retiró no mucho después de aquello y Naruto le observó montar a caballo y alejarse con sus hombres. Entonces fue en busca de Tsunade.
La mujer mayor escuchó en silencio, su cara era impasible mientras recibía las noticias.
—¿Piensas que hice mal al aceptarle? —preguntó Naruto finalmente.
—Hiciste lo que pensaste que tenías que hacer, mi niño, tanto para ti como para Konoha.
—Kurama será un buen marido y devolverá estas tierras a su antigua gloria. No puedo soportar ver las cosas así.
—Lo sé. —Tsunade dudó—. Pero, ¿puedes ser un esposo para él?
—Debo, Oba-chan. No hay ninguna opción en este momento. A buen seguro que lo entiendes ¿no?
—Sí. —Rodeó con sus brazos los hombros del doncel—. Creo que no tienes nada que temer. Está en mi visión que él te idolatrará y será el más indulgente de los maridos.
Naruto asintió con la cabeza y trató de tener pensamientos positivos. Ninguno de
los dos mencionó la tirada de runa.

Desafiando a mi vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora