Capítulo 27

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Conforme pasaban los días, la melancólica atmósfera se aligeraba bajo el cálido sol y mientras la amenaza de muerte y destrucción retrocedía, la gente en la aldea empezó a hacer más libremente sus negocios de nuevo. Ahora el trabajo estaba en su apogeo, por lo que, aparte de todas las reparaciones necesarias, había cultivos y ganado que atender y el trabajo tenía que ser supervisado. Como el administrador había sido uno de aquéllos que fueron asesinados en el combate cuando atacó la partida de guerra, Sasuke necesitaba encontrar otro y pronto. Decidió consultar a Naruto.
—¿A quién debería nombrar? —preguntó—. ¿Quién te parece que es el mejor candidato?
Recobrándose de su sorpresa, el rubio le dio la respuesta sin dudar:
—Iruka. Tiene una buena cabeza sobre los hombros y es un arduo trabajador. Yo sé que mi padre siempre lo consideró de confianza y también honesto.
Por consiguiente, Iruka fue convocado a aparecer ante Sasuke en el gran salón. Un pequeño y delgado individuo de unos treinta años de edad, cabello castaño y una singular cicatriz que le atravesaba la nariz, Iruka era, sin embargo, una figura impresionante, porque había en él un aire de tranquila seguridad. Estuvo con suficiente calma ante Sasuke, aunque echó un ojo a sus hombres con cierto malestar interno, claramente preguntándose qué podía haber hecho para llamar esa atención no deseada. Miró una vez a Naruto, aunque su rostro no le dio ninguna pista de la razón de su presencia allí, y después escuchó con atención cuando Sasuke habló. Mientras escuchaba las palabras, Iruka pudo disimular mal su sorpresa y placer.
—Necesito un hombre en quien pueda confiar —dijo Sasuke—. Mi esposo parece pensar que tú eres ese hombre.
—El señor me honra —replicó Iruka.
—¿Me servirás en el oficio de administrador?
Todos los ojos estaban en Iruka, y en el corto silencio que siguió, fue consciente de la intensidad de sus miradas. Posiblemente era una coincidencia que varios de los hombres de Sasuke descansaran sus manos en las empuñaduras de sus espadas. Sin embargo, Iruka no era tonto y esta era una promoción considerable. No le tomó mucho tiempo decidirse.
—Lo haré, mi señor.
Sasuke sonrió.
— Está bien. Comenzarás tus deberes inmediatamente y responderás directamente ante mí. Mañana temprano cabalgaremos. Quiero conocer cada detalle de esta finca, hasta la última vaca y pollo, el último saco de avena y haz de heno.
—Será como lo deseéis, mi señor.
Habiendo poco más que decir, Iruka fue despedido poco después. Hizo una reverencia y abandonó el salón.
—Pienso que es una buena elección —dijo Sasuke mientras el hombre desaparecía de su vista.
—Bueno, si no lo es, derramaré sus tripas —replicó Suigetsu.
Al ver la expresión de sobresalto de Naruto, Sasuke ocultó una sonrisa.
—No tienes que temer, dobe. Si me sirve bien, Iruka prosperará.
—Él os servirá bien —replicó Naruto.
—Bien, porque yo restauraré el orden de esta propiedad.
—Yo también. Como solía ser cuando mi padre estaba vivo.
—Te prometo que lo será una vez más.
Naruto le creyó. Los signos de su gobierno estaban ya en todos lados, en edificios y trabajos de reparación. Alegraba su corazón verlo. Más que eso, le complacía saber que él le había pedido su asesoramiento y había actuado en consecuencia.
—Iruka será de gran valor —dijo el rubio. Después, arrojando a su marido una mirada de soslayo—. ¿De verdad haríais que Suigetsu lo matara si no lo fuese?
—Por supuesto. No quiero tener nada que ver con traición o incompetencia. Sui mantendrá un ojo puesto en el hombre, y él no tolera a los tontos alegremente.
—Iruka no es tonto.
—Me complace oír eso. En ese caso tal vez viva.
Sasuke captó la mirada en los ojos de Suigetsu y los dos rieron en voz alta. Dándose cuenta muy tarde de que habían estado bromeando con él, Naruto los fulminó con la mirada.
—¿Por qué, voso...? —Las palabras le fallaron.
La diversión de Sasuke creció. Naruto movió la cabeza, molesto consigo mismo por caer en la trampa, y molesto con Sasuke también. Entonces el lado gracioso de esto le golpeo y empezó a reír, aunque de mala gana. Sasuke le miró con sorpresa y su propia risa se desvaneció un poco; no había pensado que su belleza pudiera mejorar. Viéndole ahora, sabía que había estado equivocado. Al advertir la intensidad de esa mirada, Naruto se sintió de pronto conciente de sí mismo y su propia diversión menguó. Definitivamente era el momento de irse.
—Teme, me temo que no soy rival para ti hoy. Con tu permiso, tengo asuntos que atender.
Decepcionado, él asintió.
—Como desees, dobe.
Naruto saludó con la cabeza a Suigetsu y después se escapó cruzando el salón, sabiendo mientras lo hacía que cada uno de sus pasos era observado.
De hecho, Naruto no había mentido cuando dijo que había trabajo que hacer y estaba decidido a volcar su atención en esto ahora, regresando con paso rápido a las estancias de los donceles y las mujeres. Entró y escuchó la puerta cerrarse tras ella. Un hombre, vestido como un siervo, estaba detrás, de pie en la sombra. Naruto contuvo el aliento.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres?
—¿No me conocéis, Naruto? —Bajó su capucha y el rubio se encontró mirando a Kurama.
—Vos.
—¿No os prometí que vendría?
Naruto tragó saliva.
—Mi señor no debe encontraros aquí. Los vikingos no mostraran piedad.
—Greda vigila. Avisará si alguien se acerca. —Kurama sonrió—. Pero con peligro o no, tenía que veros. —Echó una mirada crítica—. Os veis bien, Naruto.
—Estoy bastante bien —replicó el rubio—. ¿Y vos, mi señor? ¿Han sanado vuestras heridas?
—Si, en su mayor parte.
—Entonces os ruego que os vayáis. Dejad este lugar mientras todavía podáis.
—¿Y abandonaros?
—Debéis hacerlo. Ahora soy el esposo de Sasuke.
Sus cejas se juntaron.
—El Uchiha puede haberos forzado a casaros con él, pero vuestro cautiverio acabara pronto.
—¿A qué os referís?
—No renunciaré mansamente a lo que me pertenece.
Naruto sacudió la cabeza.
—Ya no os pertenezco, Kurama. —Incluso mientras lo decía, supo que nunca lo había hecho.
—Seréis mío de nuevo, Naruto. Lo juro. Os liberaré del maldito yugo vikingo. —Le tomó por los hombros y miró su rostro—. He soñado con este momento durante tanto tiempo y aunque estoy aquí con vos casi no puedo creerlo.
Consternado por la ternura de su voz y la luz casi fanática en sus ojos, Naruto tembló. Mientras Kurama le atraía hacia él, el rubio giró la cabeza hacia un lado para que sus labios sólo tocaran su mejilla.
—Mi señor, no debéis. —Dio un paso hacia atrás.
Kurama dejó caer las manos a los costados y frunció el ceño. —¿Qué sucede, Naruto? ¿Qué pasa?
—¿Es que no lo veis? Nunca podré ser vuestro. Sasuke nunca me dejará ir. Incluso si me llevarais con vos, nos encontraría, no importa cuando tiempo le llevara hacerlo, y su venganza sería terrible.
—Encontraré una forma.
Desesperado, le agarró los brazos.
—No hay ninguna. Debéis creerlo.
Por un momento Kurama se quedó en silencio.
—¿Ninguna forma? —preguntó—. ¿O es más bien que no deseáis dejar al apuesto Uchiha?
—Eso no es justo, Kurama. Yo no escogí mi destino. Me fue impuesto y no puedo cambiarlo.
—Queréis decir que no lo haréis.
—Konoha es mi hogar. No lo abandonaré, ni a su gente.
—Un sentimiento noble y conveniente. —Su mirada le taladró—. Os escondéis detrás de él para evitar la verdad.
—No.
—Sí. ¿Cuánto tiempo le tomo al vikingo ganar vuestro corazón? ¿O es el placer de su cama lo que os atrajo?
Las mejillas de Naruto se pusieron calientes, pero mantuvo sujeto su temperamento.
—Insultarme no cambiará nada, mi señor. Para bien o para mal Sasuke es mi esposo ahora y mi primera lealtad es hacia él.
Los labios de Kurama se fruncieron.
—No había pensado que tendríais tan poca fe, Naruto, o que fueseis tan traicionero.
Las palabras le hirieron y trajeron lágrimas a sus ojos. Para ocultar su dolor, se aparté de él. Kurama se fue hacia la puerta. Al alcanzarla, se paró.
—Veo que fue un error venir aquí.
—Iros, mi señor, mientras todavía podáis.
—Me iré. —Su voz era suave y llena de resentimiento—. Pero volveré. Y con un ejército para derrotar a esta escoria vikinga de una vez por todas. Después asesinaré a vuestro esposo con mis propias manos.
Naruto escuchó la puerta abrirse y cerrarse. Después estaba solo. Con el corazón latiendo fuerte, se apoyó en los tablones de madera temblando de alivio. Por algunos minutos se mantuvo así mientras la enormidad de la situación caía sobre él. Entonces, incapaz de soportar el confinamiento de la habitación por más tiempo, abandonó el lugar y salió al aire libre. Necesitaba espacio para pensar. Sin elección consciente sus pies se movieron hacia el cementerio.



Desafiando a mi vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora