Anonimo || Ziallshitt ~short~

Numero trece.

La piel de su cuello se erizo notablemente a pesar del agua caliente. Una espesa nube de vapor comenzaba a tapar la visibilidad, pero no importaba, lo unico que podian sentir era la deliciosa friccion que ejercian sus cuerpos, escuchar los pesados suspiros constantes por parte del rubio y la fascinante sensacion que estaba comenzando a sentir en la parte baja de su abdomen al sentir como en su imaginacion, las manos comenzaban a amenazar en acariciar sus genitales.

Con suavidad y tanto morbo, decidio jugar traviesamente con el pequeño y delicioso cuerpo de su niño, sobando con sus dos manos la ingle y por debajo de los testiculos del rubio, que al verlos, al instante se le aguaba la boca.

El menor fruncio el ceño en seña de necesidad, sus piernas automaticamente cedieron, abriendose ligeramente sin conciencia, dejo caer su cabeza hacia atras, acomodandola sobre el hombro del muchacho.

De repente, agarro entre sus grandes manos, la polla semi empalmada del rubio junto con sus testiculos, ejerciendo una presion algo brusca, sin desmedir nunca la sutileza de su tacto, e inmeditanente todos los musculos de su cuerpo se contrajeron con fuerza y se sintio perdido por unos instantes en el profundo y depravado placer.

Su pecho se encontraba teñido de un color carmesi. Su respiracion comenzaba a descontrolarse, y su polla erecta y mas firme con el paso del tiempo.

Miro a su costado, a la altura precisa de su cuello blanquezco descubierto, apetitoso de poder morderlo con suavidad y marcar con fuerza.

Pero no hizo nada aparte de contener sus potentes ganas que comenzaban a quemar su cuerpo.

De un momento a otro, sus manos posesivas desaparecieron de encima de su cuerpo, logrando un enorme desnivel de emociones en el cuerpo del rubio y generando que abriese sus ojos al tope.

Se encontraban de un azul oscuro y profundo, bastante hundido y cegado, diviso lo agitado que se encontraba, vaya que se sentia de maravilla y no sabia porque.

Comenzaba a extrañar aquella presencia de hombre en su mente.

Cerro la regadera y un tanto aturdido de lo antes sucedido, llevo una suave toalla blaca a su rostro, palpandola sobre esta con pequeños toquesitos que no demoro en apartarla de su cara cuando de repente un paño color negro borro su visivilidad y una mano fuerte sostuvo su boca.