Numero diesciocho.

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Solo es un baile, nada que no sepas hacer.

Recordó las palabras de su amigo. Tenía razón. Un último baile esta noche y terminaba su turno, sencillo. Luego podría ir a casa a descansar.

Se paró con firmeza frente a la puerta de madera, un reflector le hacía ver de color rojo. Llevo su mano a la perilla y la giro por completo, intrigado al ver que había en el interior de aquella habitación. Nunca antes había entrado a una de estas.

La habitación estaba ambientada con luz roja, y desprendía un delicioso aroma de algún lugar. Frente a él había una silla de cuero, donde se encontraba aquel hombre que había apartado su turno para un baile privado.

Vaya, eso es muy íntimo, pensó Niall. Debía dejar de alarmarse tanto por la simple idea de un privado, se reprendió internamente.

Se incorporó a la habitación, cerrando tras el la puerta con seguro. Tambaleó sus caderas a un ritmo condenamente suave y tentador. Sus piernas hermosas y esbeltas, cualquier hombre pecaría por un muchachito como él.

Una vez estuvo a unos cuantos centímetros frente a su cliente, cerró sus ojos y llevo sus manos por su cuello, brindándose así mismo un delicioso masaje para entrar en calor.

Bajo sus manos por su pecho, rozando sus pezones sensibles y rosados. Siguió descendiendo, acariciando su cuerpo con morbosidad. Una vez llego a su vientre bajo, sintió un leve espasmo relajante recorrer por todo su cuerpo.

Escucho un suspiro pesado por parte de su cliente, quien para nada era capaz de despegar un solo segundo sus ojos de encima de su cuerpo.

Estaba disfrutando demasiado como ese muchachito se tocaba a sí mismo. Era muy depravado y enfermizo.

Abrió ligeramente sus piernas y se agachó, quedando a la misma altura del hombre, que curiosamente, era el hombre que estaba buscando hace unos instantes, el mismo de color de ojos avellana.

Anonimo || Ziallshitt ~short~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora