Capitulo 17

72 5 1
                                    

Dos días habían pasado, dos días en los que pareciera haberse perdido de camino. Las horas seguían su camino y por el horizonte, nada, ni una sola señal de la amazona de pelo morado. Dos días en los cuales el miedo había surgido dentro de Kagami, miedo a morir por la enfermedad, miedo por desaparecer sin decirle adiós a su amor secreto, y aunque ella pudiera correr lejos para alcanzarla, sus delirios le detendrían y la dejarían sin ánimos para seguir.

─ Trata de descansar un poco ─ le dijo la hechicera mientras compartían la vista

─ no puedo siquiera pensar en hacerlo ─ le respondió en un hilo de sufrimiento ─ Ayano... ella

─ ella regresará, debe hacerlo

─ ¡¿Cómo puedes estar tan segura?! ─ Kagami estaba al borde del colapso ─ yo ya no puedo estar en pie

Kagami se había contagiado mientras ayudaba a la hechicera a preparar todo para el regreso de Ayano, mas al no tener cuidado, una mancha se empezó a extender por sus piernas casi paralizándola por completo. En ese portal queda ella mirando hacia la lejanía, deseando que pronto Ayano apareciera y la rescatara.

El frio helado congelaba sus huesos, sus ojos caen en un momento mientras sus parpados los aprisionan y oscurece su alrededor. Nishigaki la vio caer agotada pero ella ya no puede hacer nada, le cuesta tanto seguir aferrada a la esperanza que es solo cuestión de tiempo para acompañar a Kagami en su profundo sueño.

Al caer el sol, ya no quedan ojos que lo aprecien desaparecer, y las voces que susurran se extinguen como la luz en el horizonte. Sin dejarse intimidar, la noche cae imponente y gobierna ya los prados, donde la niebla espejea reflejo de los miedos y las pesadillas toman forma.

.

Un golpe de frio aparece para querer interponerse, aferrada a una bolsa ella elude la terrible sensación y aprisa avanza por el bosque. La oscuridad se hacía más notoria y las estrellas no dejaban ver su gloria, por entre los matorrales sus pies se alzan con pasos gigantes ella va.

El tiempo es crucial y de él ya se había perdido demasiado, maldito el momento en el que su caballo le abandonó, pero no lo podía culpar pues con semejante bestia hasta la más feroz fiera terminaba huyendo de terror. Sin embargo allá a lo lejos una luz le guía y a toda prisa intenta darle alcance.

─ ¿llegué tarde?

Con sus últimas fuerzas da un empujón al distinguir a su amiga que yacía como muerta en el portón, atrás la hechicera le acompañaba en la madera con parte de su rostro carcomido por la enfermedad.

─ ¡Kagami! ¡Kagami!

Sacude a la inmóvil por busca de señales, presiona su mano y siente un pulso débil que de a poco se va extinguiendo. Toma a la chica y la mete dentro de la casa, hace lo mismo con la hechicera y sin perder tiempo trata de hacer algo. ¿Pero qué?

Parecía algo de magia pero su respuesta apareció frente a ella en forma de una nota, en ella estaba escrito claras indicaciones para una poción, la cual, sin duda se trataba de la cura para la enfermedad, incluso especificaba donde se estaba cociendo todo en ese momento. Pero, aunque casi todo estaba listo en una estufa de la cocina, la leña ardía a fuego bajo y sobre él un caldero de donde salía vapor, faltaba ingrediente final... la cola de dragón.

Ayano fue por la bolsa de dónde sacó la cola y la llevo hacia el caldero, se preguntó un momento cual era la dosis que debía usar pues la nota no lo especificaba, pero no había tiempo de divagar, así, que hiso lo más propio... echó toda la cola a la sopa hirviendo y ya solo tocaba esperar según lo especificaba la nota.

En un cuenco tomó parte de la pasión y la llevó hacia donde estaban las dos mujeres moribundas, pero había surgido un nuevo problema ¿Cómo hacer para que tomaran la poción?

Estando casi al borde de la muerte era extremadamente difícil que pudieran beber de la poción, aun si lo hacían, tardaría un tiempo para que esta se disuelva en la sangre donde era que especificaba la nota. Ayano no le quedó otra que arriesgar todo o nada, así, que tomando un pequeño cuchillo hizo una incisión en el brazo de las enfermas para verter parte de poción en la herida y que se disuelva bajo la piel.

Vertió parte aún caliente en la herida que ella había hecho y luego ató con un trapo que encontró para impedir que algo saliera. Antes de relajarse a esperar fue en busca de la que era su principal preocupación, y la encontró postrada en una cama con la vista fija en el techo.

─ ¿Cómo? ─ se preguntó al verla en mejores condiciones

─ ... ─ Rise le sonrió pero aunque hiciera el gesto de levantar una mano esta no se movió

Ayano se apresuró a darle la poción que fácilmente Rise bebió, no fue difícil como las otras e incluso Ayano se preguntaba cómo era posible que Rise siguiera consiente cuando la hechicera y Kagami estaban casi extintas. Pero había otra cosa de la que Ayano no se había percatado, y era que al haber sido expuesta a la enfermedad, ella era la única que seguía en pie como si nada, incluso no había sentido dolor en su brazo desde que despertó del Helheim.

Constantemente monitorio a las enfermas que estaban inconsciente, milagrosamente poco a poco sus respiraciones se normalizaban y las manchas cual marcas de la enfermedad iban retrocediendo en la piel sin dejar huella de su paso. Pero aun queriendo mantenerse alerta, el cansancio y la falta de sueño la agobió y pronto cayó rendida en el piso de la casa de la hechicera.

─ ¡hey! ¿Estas viva?

─ déjala que descanse, se lo merece

─ ¿no podríamos al menos moverla? Esa posición se ve incómoda para su cabeza

─ solo patéala y que se acomode sola

Entre las sombras se distinguía una figura que al viento danza sin cesar, sobre sus pies danzantes las cadenas se arremolinas cual serpientes mientras pisaba una y otra vez su cola. Aquella que el viento pone a disfrutar las lágrimas caen y más abajo son alzadas por los aires envolviéndola en penas y miseria, pero ella no deja de bailar.

Ayano camina hacia borde de un acantilado donde aquella sigue con sus pasos sin prestarle atención, mira hacia al frente y luego hacia abajo donde ve con miedo a una niña que va cayendo. Extiende su mano para ofrecerle ayuda más sus caída era segura y mientras grita aterrada la alocada ríe con malicia.

─ hey... hey... Ayano... Ayano, esa es tu hija.

Hola

Solo un capítulo más y terminamos con la historia de Ayano, y, más que seguro, volveremos al presente a ver cómo sigue la adorable princesa Akari y su friendzoneada amiga Chitose.

No olviden dejarme sus quejas en los comentarios que si de ser posible, responderé amigablemente a todas sus dudas.

Cuentos De La NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora