|Capítulo 2: "Estoy sola".|

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∞ Narrado por: BRIANDA. ∞

"¿Crees que no tuve miedo de amar por primera vez? No fue fácil. Sobre todo cuando sabes que la felicidad de otra persona será a costas de la tuya. A pesar de que sabes que estás siendo utilizado, no piensas negarte, porque necesitas a esa persona y ella también te necesita. Porque yo si te amé.Y sólo me bastaba eso. Yo quería verte feliz. Cómo fuera. Mi error fue imaginar que tú si me querías, que realmente sentías algo por mí. Quería verte feliz y quería ser feliz. Tú fuiste el maldito egoísta y sólo quisiste sentirte feliz y sentirte amado aunque tú no me hicieras feliz ni me amaras..."

Ya no más. No más juegos. Hoy me las vas a pagar, idiota— Decía en voz baja mientras giraba la llave en el picaporte de la puerta del departamento donde vivía con Matías. Entré, azoté la puerta y me aventé hacia la cama, la volteé y rompí las sábanas mientras apretaba mis mandíbulas tan fuerte al punto de lastimarme. Me detuve a llorar amargamente por lo que estaba sucediendo y por un momento mi subconsciente me dijo: "¿Por qué haces esto? Este departamento es de ambos, es algo que construyeron juntos, no lo hagas...¡Detente por favor!", pero también me vino a la mente todo lo malo que el me había hecho. Y no tuve piedad, ignoré a mi subconsciente y seguí, desahogando mi coraje y mi potente rabia. Deshice todo lo que a él le gustaba: sus discos, su sillón. Saqué el labial de mi bolso y pinté por todas partes sus bóxers Calvin Klein que le habían costado carísimos según él, y después los desgarré con mis uñas. 

Para que me recuerdes bien, tarado— Dije mientras las lágrimas escurrían por mis mejillas y guardaba mi lápiz labial. 

Tomé mi maleta y empaqué toda mi ropa, mis joyas y mis pertenencias en general lo más rápido que pude. Terminé, me puse mis lentes negros para ocultar mis ojos rojos causados por el llanto y miré el reloj. Eran las 4:50 p.m. —¡Mierda!— Dije preocupada, ya que Matías llegaría en cualquier momento y seguro llegaría molesto por lo que había sucedido en la mañana. "Bueno, si llega molesto, ya le ahorré el trabajo de destruir cosas", pensé. Tomé mis maletas, me salí del apartamento,  cerré la puerta con llave y corrí escaleras abajo lo más rápido que pude, para que Matías no me encontrara. Lo que en verdad me importaba es que Matías no llegara y me viera.

Atravesé fugazmente la recepción y llegué a la banqueta. Estaba tan distraída y preocupada que crucé  la avenida sin percatarme de que el semáforo estaba en verde y justo cuando iba a la mitad de la calle una camioneta negra frenó bruscamente frente a mí, haciendo que sus llantas rechinaran, mismo sonido que me dejó aterrorizada y congelada.

Se asomó por la ventana del asiento del piloto del vehículo y gritó mientras escupía:

¡Fíjate al cruzar,mocosa estúpida!— Era un señor de cara regordeta y cabeza rapada, con unos lentes negros y escupiendo mientras me insultaba.

¡Perdóname cabrón!— Repliqué casi rompiendo mi garganta del grito mientras pateaba la facia de su camioneta. Corrí hacia la acera y me escabullí entre las personas que miraban atónitas el incidente con el pelón. Mire hacia atrás y la camioneta ya no estaba. Las personas ya no me miraban y cada uno siguió su camino.

Seguía corriendo hasta que llegué a un Extra. Entré, tomé el primer Arizona que había en uno de los refrigeradores, fui a pagarlo y me senté en una de las mesitas que hay dentro para poder comer. Abrí la lata y le di unos sorbos.

Me quiero morir. No. Realmente no me quiero morir. Sólo quiero que me salven. Que TÚ me salves. Como siempre lo hacías. Como cuando todo estaba bien.— Musité, y no pude evitar llorar de nuevo. No sabía que iba a hacer, ni a donde iría. Estoy sola.

Vamos A Jugar Con Tu Corazón. [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora