ADVERTENCIA:
Las escenas narradas a continuación incluyen lenguaje verbal fuerte, así como contenido sexual explícito. Se recomienda discreción. Una vez advertido, puede comenzar a leer bajo su propia responsabilidad.
∞ Narrado por BRIANDA. ∞
No sé como es que llegué a la avenida principal; creo que me dirijo al apartamento de Matías. Era ya de noche y me siento muy confundida, cómo si todo esto no fuera real. Las calles lucen tétricas y las personas no miran hacia el frente; todas van cabizbajas. Continué andando y de pronto un señor de traje se detuvo frente a mí. Levantó su rostro y me observó. Tenía una mirada negra y vacía—literalmente—, que me aterrorizó: no tenía ojos, simplemente las cuencas dónde se suponía que debían estar los ojos estaban vacías. Esto me petrificó y lo único que atiné a hacer fue ahogar un grito en mis manos. Un dolor intenso atormentaba me cabeza y la oscuridad era muy densa, los faros de la avenida eran lo único que me ayudaba a ver. Reaccioné y corrí lejos del señor que aún seguía parada allí. Todas las personas que llevaban la cabeza baja empezaron a levantar la cara y tenían la misma mirada vacía que el señor que me encontré. Cerré los ojos por un instante y luego los abrí para encontrarme en frente de mí con el edificio donde estaba el apartamento en el cuál pasé tantas bonitas noches. Entré y la recepción estaba vacía y sin luz. El reloj de pared marcaba las 12:00 a.m. pero no avanzaba. De pronto, una serpiente café apareció de la nada, y pasó entre mis pies de forma lenta y sin intención de atacarme. Quedé paralizada, y cuando desapareció en la calle pude continuar. Subí las escaleras sin prisa y con cuidado, ya que aún seguía oscuro. Subí y subí hasta llegar a la puerta con el número 301 en números de metal dorado. Giré el picaporte y la puerta se abrió. Al entrar al apartamento, se percibía un ambiente malo, caliente e incómodo. Cerré la puerta tras de mí y escuché que al fondo del departamento alguien se quejaba. No eran quejidos de dolor, sino de placer. Un hombre y una mujer. Escuchaba gemidos y frases sucias. Esto parecía un lugar para tener sexo en público y no un departamento. Avancé hasta la habitación de donde provenían los extraños sonidos-que era la misma habitación donde solía dormir con Matías- y lo que vi me impactó demasiado.
Christina estaba encima de Matías teniendo relaciones, ambos suspiraban muy fuerte y Matías la toqueteaba . Cuando vi eso grité.
—¡CHRISTINA! ¡ERES UNA ARPÍA!
—Esa soy yo amiga, mírame, disfrutando de tu macho—Dijo Christina girándose hacia mí, pero sin detenerse de lo que hacía—. Vamos, dime que sientes al ver esto—Continuó mientras Matías echaba la cabeza hacia atrás.
Yo quería matarlos a ambos y en seguida matarme a mí. Grité lo más fuerte que pude. Y desperté.
Estaba sudando, tenía lágrimas en los ojos y la respiración agitada. Estaba de pie, en la cocina de la casa de Christina, las luces estaban apagadas, yo sostenía algo en la mano y algún líquido que no podía identificar escurría por mi pantalón. Prendí la luz. Me agaché a ver y pude notar como la sangre resbalaba a lo largo de un enorme y filoso cuchillo hasta llegar a mis pantalones. Y allí estaban, sin más ni menos, Christina y Matías tirados en el piso, desangrando de una puñalada en el corazón y en cuello, respectivamente.
Cuando vi eso, fue cuando me ubiqué realmente en lo que estaba sucediendo. Las sirenas de patrullas parecían acercarse; arrojé el cuchillo lejos e inmediatamente corrí fuera de la casa. Miré hacia atrás y unas cinco patrullas habían llegado a la casa de Christina. Seguí corriendo con las lágrimas bajando por mis mejillas y con el sentimiento de culpa revolcándose en mi mente. Corrí más de seis cuadras sin parar y había llegado a un lugar poco conocido. Estaba cerca de una colina que se encontraba junto con un gran lago. Tenía que atravesar el espeso y sombrío bosque, pues era el camino más rápido. No temía al bosque porque lo conocía perfectamente bien y ya lo había explorado hace mucho tiempo antes junto con Matías; había una pequeña cueva, el área del lago, la colina. No era nada nuevo para mí. Sabía que allí nadie me encontraría. Disminuí un poco la velocidad y ya me costaba trabajo respirar. Escuchaba a los perros ladrar, y a lo lejos, escuchaba las sirenas de las patrullas y de ambulancias. Podía discernir ligeramente las luces azules y rojas parpadeando y girando, advirtiendo a la gente que circulaba por ahí que algo nada agradable había pasado.
Me detuve a unos metros antes de llegar al lago porque estaba ya demasiada exhausta. La temperatura descendía de forma rápida y el sudor de mi piel se enfriaba . Dejé de correr y empecé a caminar lento, hacia el lago, saliendo del bosque, jadeando. Me senté a lado de un arbusto de zarzamoras. El ruido de las sirenas disminuía y todo se volvía en calma. La sangre en mi pantalón ya estaba seca, dejando una gran mancha negra, y las estrellas comenzaban a brillar mucho más, al igual que la Luna.
Claramente escuchaba a los búhos ulular, las hojas caer y a los grillos cantar. Las luciérnagas se acercaban a mí. Tomé una y la encerré en mi puño por un momento. En seguida la liberé. Miré hacia el cielo un instante. Mis ojos empezaban a llenarse de lágrimas...no pude contener el llanto. Lloraba, gritaba, golpeaba el césped, me jalaba los cabellos con toda la fuerza que tenía y volvía a gritar. La desesperación se había apoderado de mí. Me recosté en el pasto, junté mis manos y las acomodé debajo de mi cabeza a modo de almohada. Sollozaba en silencio. Cerré los ojos unos minutos, e imaginaba que todo este desastre era una pesadilla. Que tranquilizante es imaginar que es una pesadilla. Y vaya que si lo era. Permanecí en la misma posición durante algunos minutos perdida en mis pensamientos. Cada vez era más y más oscuro. Suspiré, mientras miles de preguntas bombardeaban mi cabeza. ¿Qué sucedió realmente? ¿Por qué maté a ambos? No sabía nada.
De pronto, oí unas hojas secas crujir, como si alguien las hubiera pisado. Me puse de pie en un salto y observé al rededor, sentía la mirada de alguien o algo en mí, pero no sabía de dónde provenía. Giraba lentamente cuando una mano me tomó por el hombro, volteé a ver y era Christina con un aspecto fatal. Tenía la piel de un tono grisáceo, los labios muy secos, la sangre escurría por chorros de la herida del corazón y difícilmente podía abrir los ojos.
—Tú...tú...¿Me hiciste esto?—Preguntó Christina mirándose las heridas.
—No, no, no quería, yo solo...
—Dime que...que...no, tú...tú no...no eres ca...capaz...
—¡No quise! ¡No me dejaste otra opción!—Objeté nerviosa. Ella chilló.
—Tú tampoco me dejas otra forma, ven acá—Y me ahorcó con ambas manos. Yo grité lo más fuerte que pude mientras forcejeaba. Ella me miraba con ira, lo pude notar en sus ojos. Ella o me soltaba, ya me estaba costando trabajo respirar y comencé a llorar
—¡DÉJAMEEEEEEE!—Grité con el presentimiento de que había llegado mi fin.
Y desperté. Ahora si todo lucía como la verdadera realidad. Yo estaba acostada, todo estaba a oscuras, y yo estaba llorando. Miré al rededor y suspiré, tranquila de saber que solo habían sido dos terribles pesadillas; una dentro de la otra. Me senté en la cama y respiré profundo. Miré el reloj y ya eran las 11:30 p.m. No había ninguna luz prendida, y era obvio pues Christina ya se había ido a trabajar. No tenía ganas de comer así que me recosté, sin cerrar los ojos con miedo de volver otra pesadilla así. Y entonces las preguntas atacaron mi mente ¿Qué significa ese sueño? ¿Será una advertencia o solo el resultado de este agitado día? Sabía que era una advertencia pero me negaba a aceptarlo.
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Vamos A Jugar Con Tu Corazón. [PAUSADA]
RomanceBrianda, Matías y Christina son amigos desde su infancia. Se han llevado muy bien desde entonces y su amistad ha crecido conforme los años transcurren. A los 18 años de edad, Matías y Brianda comienzan a sostener una relación, que se torna inestable...