Capítulo cuatro.

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***

Entró a la cocina con el aburrimiento a la par, hoy había salido temprano de la universidad y se sentía verdaderamente solo sin Elsa.

Había llegado a casa, había tirado las llaves a en la pequeña mesita de la entrada y sonrió al recordar cuán molesta se ponía cuando lo hacía. Aún podía imaginar su gesto con el ceño fruncido y apretando los labios, pero que de cualquier modo no diría nada. Ya estaba más que cansada de pedirle que las colocara en el portallaves en forma de una curiosa llave gigantesca que colgaba en una de las paredes de la cocina.

Había ido hasta su habitación para poder dormir una siesta, sin embargo lo único que logró fue estar más despierto que nunca, sin lograr pegar un solo párpado, contando las vueltas que dio en la cama y sin ganas de hacer nada se levantó hasta sentarse a los pies de la misma.

Suspirando, le echó una mirada al desorden que solía tener en esa mesa y que a Elsa exasperaba en demasía; Cuentas pagadas y por pagar, papeles arrugados y servilletas usadas –Elsa casi podía vomitar– que se sacaba de los bolsillos al llegar a casa. A veces, también dejaba ahí los condones que pensaba usar más tarde, y que a Elsa le molestaba ver.

Sonrió en grande al recordar cómo la rubia reaccionaría al ver que se había multiplicado la montaña de ropa que ocultaba dentro de su closet.

Salió de su pieza y fue entonces cuando se halló en la cocina. Miró de reojo el reloj de la entrada y suspiró aliviado al mirar que Elsa estaba por llegar.

Jack se quedó plantado junto al refrigerador a la espera del sonido de la puerta cerrándose, para así saber que Elsa y sus botas altas habían llegado por fin.

Miró una vez más el reloj de pared suspirando nuevamente al darse cuenta de que no había pasado más de dos minutos.

Abrió la puerta de el refrigerador y sacó una cerveza. Quizá si se ponía bastante ebrio caería dormido como tronco y no se molestaría más por cuánto tiempo le faltaría a Elsa por llegar.

"Quizá.."

Pero antes de que se decidiera por beber de la botella la dejó olvidada en la cómoda y caminó hasta la habitación de Elsa con una sonrisa maliciosa.

En cuanto se dignó a abrir la puerta un aroma a canela se apoderó de sus poros, sonriendo al darse cuenta que era así como olía su cabello. Entró y a un par de zancadas ya se encontraba mirando las cosas que adornaban el lugar. Desde las luces navideñas en la cabecera de su cama matrimonial hasta las estrellas que brillaban fosforescentes en la oscuridad pegadas en el techo.

Todo estaba ordenado. La basura en su lugar. La ropa sucia en el cesto. La cama hecha. Definitivamente Elsa era una maniática por lo ordenado.

Resopló cuando miró el portarretratos con una foto de ella y Tadashi. ¿Cuándo desecharía esa basura?

Siguió caminando por el cuarto, realmente Elsa había hecho un gran trabajo al adornarlo. Agradeció no darle tanta accesibilidad de adornar el departamento entero, o eso terminaría siendo como la vagina de hello kitty.

Rió de su propio pensamiento en voz alta y caminó hasta el baño de la joven, y se preguntó una vez más, ¿Por qué tenía que tener ella la habitación principal?

Cómo vivir con un Frost, y no morir en el intento [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora