Capítulo nueve.

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***

Se despidieron y le hicieron prometer que estarían en contacto de nuevo. Jack tomó la mano de Elsa y salieron de el pub, con ambos soltando risitas.

Se detuvieron en la entrada en cuanto vieron la tormenta afuera, Jack maldijo haber dejado el auto aparcado a unas calles de ahí, pues le habían prohibido estacionarse al frente.

– Esto el lo que haremos; esperaremos que el agua cese y listo –habló Jack, recibiendo como respuesta un bufido de Elsa, quien reía del magnífico plan del albino.

Los ojos azules de Jack la voltearon a ver en cuanto ella entrelazó los dedos de sus manos, para así después recargar su peso contra Jack pues su tobillo se había doblado con tan altos botines y casi perdía el equilibrio.

Jack supo al instante que Elsa había tomado más de esperado, y ahora actuaba dignamente como una novata ebria. Debió haber sabido que Elsa no era de buen aguante y ahora pagaría por ello.

Antes de que pudiera reaccionar Elsa lo había arrastrado bajo la lluvia, y cuando finalmente se dio cuenta de ello al sentir la ropa pegársele a la piel ya estaban corriendo rumbo al auto.

Elsa reía estruendosamente, negándose a parar de correr, a pesar de que casi caía al dar mal un paso con sus tacones.

Estaban a menos de una cuadra cuando Elsa sintió el brazo de Jack detenerla, la Arendelle paró de intentar correr sin lograrlo y se acercó más al chico, rodeando a Jack por el cuello.

Bésame –susurró la joven.

Jack creyó haberla escuchado mal, pero ahora era Elsa quien le impedía moverlo. El albino la miró. El maquillaje en los ojos se había emborronado y su lápiz labial hacía mucho rato que había desaparecido, pero ese pequeño desaliño la hacía verse un tanto enternecedora, creía Jack.

El mayor se agachó un poco hacia el rostro de la chica y cerró los ojos, ambos sentían el aliento de el otro. Ambos sentían que la lluvia había desaparecido a pesar que ésta había aumentado. Solo era él y ella, igual que esa vez en el departamento noches atrás.

Estaba tan cerca..., su olor a vainilla ya había desaparecido. Sus labios estaban tan cerca que podían rosarse, nunca se habían sentido tan completos.

– Esto está mal, ¿no es así? –susurró Jack en un tono apenas audible, sin aún abrir sus ojos y con el entrecejo fruncido– Estás bastante ebria.

– No, no lo estoy –respondió Elsa, provocando que Jack abriera finalmente los ojos, alcanzando a oler su aliento alcohólico. El Frost mayor profundizó su ceño fruncido en un gesto adorable, que hizo que Elsa recordará lo mucho que el desgraciado le gustaba: –¿Y bien? ¿Qué esperas?

– ¿Qué espero, para que? ¿Para llevarte a casa? –le preguntó Jack en voz baja.

– No seas idiota, no quiero regresar a casa tan temprano –rió Elsa– probablemente esté aún el portero de el primer turno y sinceramente no quiero que mire el trasero hoy.

– ¿De que estás hablando?

– Oh, nada –reía descaradamente, mirándolo a los ojos– Ese cabrón suele hacer eso con todas las mujeres de el edificio. Menudo hijo de puta, ¿no es así?

Cómo vivir con un Frost, y no morir en el intento [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora