Capítulo trece.

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***

— ¡Tengamos una fiesta!

— Olvídalo, Jack —el mencionado bufó ante la respuesta negativa de su mejor amiga. Llevaba días intentando convencerla de dejarle hacer una fiesta en el departamento, pero, Elsa simplemente no cedía. Era un tronco difícil de roer, y debía aceptarlo; si era un no es porque, definitivamente, ERA UN NO.

— Vamos, Elsa, ¿por qué no? —la rubia dejó de secar los trastes recién lavados y volteó a mirarlo con cara de pocos amigos.

— Dios, Jack. Si tanto quieres conocer nuevas chicas ve al puto pub de siempre —gruñó la rubia. Jack hizo un puchero y el ceño fruncido de Elsa se suavizó.

— Por favor, Elsa, hagamos una fiesta —la rubia puso los ojos en blanco y dirigió su concentración nuevamente en la vajilla de cerámica.

— Creí que ibas a estudiar para tu primer examen teórico de el semestre —la voz de Elsa sonó desinteresada, mientras sus manos ágiles guardaban con rapidez los trastos.

— Ya lo hice.

— Si, claro.

— Considerando que la localización más frecuente de los tumores de la columna es el cuerpo vertebral, el tratamiento de los tumores metastásicos y primarios de la columna vertebral ha variado considerablemente en los últimos años. Por ello se ha creado un tratamiento posterolateral de fractura vertebral patológica y copertomia en un mismo procedimiento quirúrgico —citó el peliblanco con tanta facilidad como si lo estuviera leyendo en ese mismo momento, pavoneándose de su gran memoria.

— Si, bueno, no entendí ni un cuarto de lo que dijiste.

Elsa abrió la puerta más alta de la alacena y se puso de puntillas para lograr ingresar el plato que minutos antes había lavado, pero era bastante imposible para su altura.

— De cualquier modo... —comenzó Jack, quien un poco narcisista y seguro de sí mismo, hablaba mientras ayudaba a Elsa a colocar el traste en su lugar, colocando una de sus manos quisquillosas sobre la pequeña cintura de la joven como soporte— se cuánto te pone cuando hablo de ese modo.

Elsa abrió los ojos de golpe cuando sintió el aliento de Jack sobre su oído. No sabía cómo reaccionar, los vasos sanguíneos de su rostro se dilataron y su sangre se agolpó en sus mejillas, sonrojándose.

Jack ocultó una sonrisa sobre el cuello de la rubia al notarlo y suspiró fuertemente cuando olió su aroma.

— Eres un idiota —farfulló la Arendelle menor molesta, mientras giraba su rostro en dirección opuesta, sintiendo como el sonrojo hirviente en su nívea piel había llegado hasta su orejas y un poco a su cuello.

Jack ensanchó su sonrisa en repuesta.

De esas sonrisas que hacía que el corazón de Elsa se derritiera y maldijera en bajo por la inevitable adoración sobre la forma en que Jack sonreía, y envidiando un tanto el hermoso resplandor que liberaba con solo una mueca de esas.

Era brillante y bien formada. Sus blancos y grandes dientes convertían su sonrisa en su espectáculo favorito, y siempre lo sería. Quizá, ya lo había mencionado antes.

No... Definitivamente, ya lo había mencionado antes.

Elsa no sabía que fue lo que la llevó a aceptar, pero así había sido. De lo contrario, ¿como explicaría el hecho de que el portero había tocado su puerta pidiendo que le bajasen a la música tras las innumerables quejas de los vecinos? Elsa se disculpó avergonzada de las molestias que causó, mientras que Jack sólo gruñía en un susurro casi inaudible mascullando su venenoso comentario en contra, en cuanto el portero anunció su ida y cerraron la puerta detrás de el.

Cómo vivir con un Frost, y no morir en el intento [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora