Capítulo doce.

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***

– ¡Elsa, vine tan rápido como pude salirme de la práctica de neurociruji--!

Antes de que pudiera terminar de hablar, una carcajada limpia había salido de su misma garganta.

Se encontraba en la enfermería, riendo tanto que le dolía su estómago y un tanto de su espalda y mejillas: Elsa había hecho un gran lío por un pequeño chichón en su frente, el cual trataba de desinflamar con un bolso de hielo. Su cabello estaba enmarañado y su vestimenta algo sucia.

– ¿Que rayos te sucedió a ti? –habló por fin Jack, conteniendo su risa.

– Intenté apuntarme al grupo de animadoras de el equipo para esta temporada –susurró con un puchero.

– ¿Y, que? ¿Te pasó el equipo entero de fútbol americano encima tuyo o que? –rió.

– Yo... definitivamente no debí intentar hacer esa maroma.

Jack rió aún más mientras corría nuevamente su vista sobre la vestimenta de Elsa, y efectivamente usaba el uniforme de las porristas de el equipo.

Miró a Elsa sentarse a los pies de la camilla y todo se detuvo para el. La falda corta de el uniforme dejaba ver sus apretujados shorts de licra debajo y su camiseta de el mismo material se había alzado, dejando su pálido estómago al aire.

Por impulso, se acercó hasta quedar a un lado de su mejor amiga. Colocando su mano en el vientre plano de Elsa, caliente al tacto, suave. Sus dedos corren por la superficie de porcelana, bajando hasta su falda y subiéndola por un extremo, resbaló su mano por sus muslos, rozando el dorso y la palma de su mano contra ellos.

Su corazón comenzó a latir a toda prisa y la adrenalina subía y bajaba. Rompiendo, explorando, corriendo por cada extremidad de su cuerpo.

Deslizó su dedo pulgar por el interior de el muslo, para finalmente encontrarse con su short. No da más, sus pantalones comienzan a apretar su entrepierna sin piedad.

Algo lo impulsa a tocar más allá, quería y sentía esa necesidad que le invitaba a gritos hacerlo.

Parpadeó.

Sus pupilas se dilatan y vuelven a su estado natural en menos de un segundo, sin lograr moverse ni decir absolutamente nada. En el intento de analizar la situación se da cuenta de cuán cerca estuvo de tocar a Elsa, además, el tiempo le es suficiente para evidenciarse de la elección bajo sus jeans.

Su mano está rozando la rodilla de Elsa, casi a nada de sujetarla. Es entonces cuando la chica toma delicadamente su mano, pero es imposible para él. La aparta.

– ¿Jack? –la dulzura en su voz no ayudó en lo más mínimo, la quiere en ese momento, la quiere bajo el, la quiere para él– ¿Jack? ¿Q-Que pasa?

– Nada..., nada. No es nada –sus ojos miraron a la chica y sus gestos, su ceño estaba fruncido curiosamente, preocupada–. ¿Cómo te sientes? Te diste un buen golpe en la cabeza.

Elsa se retira el hielo de la cabeza y lo coloca en su regazo, extrañada de su comportamiento, entrecerrando los ojos al mirarlo.

Cómo vivir con un Frost, y no morir en el intento [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora