Capítulo seis

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***

– Buenos días –La voz de Jack había sido acompañada con un pequeño bostezo, sonaba ronca y juraría en que se encontraba deshidratado por lo rasposo de su tono.

– Qué hay –habló desinteresada, sin molestarse en tragar su bocado antes de hablar.

– ¿Saldrás?

Era viernes, un maravilloso viernes al que Elsa definitivamente le daba igual. Estaba cansada, vaya que si. Durante toda la semana restante no había podido pegar un solo ojo desde que Jack había sido un célebre hijo de perra al haberla dejado de ese modo.

Ni pastillas para dormir ni cualquier otra mierda que su madre le daba para el cansancio le servían en lo más mínimo.

Y, lo único que es cierto es que Jack no estaba en condiciones tan diferentes.

Elsa despegó la mirada de la televisión y se giró hasta la voz de su compañero de piso. Él albino estaba ahí, erguido, en bóxers y con el cabello hecho un desastre.

Elsa frunció el ceño. Estaba molesta, no podía creerlo. ¡Ya iban más de mil veces y el no hacía nada al respecto!

Le había insinuado, le había comentado, le había dicho y le había gritado que esa no era sólo su casa. Ella vivía ahí también, ¡no podía ir por ahí en pelotas sin importarle si Elsa está o no!

Ella intentó explicarle su incomodidad respecto al tema, incluso se había puesto a ella misma como ejemplo al preguntarle cómo se sentiría él si la viera a ella caminando a media sala en solo bragas. Sin embargo, el mismo Frost había reído entre dientes y había aceptado a que ella hiciera lo mismo, que le parecía una idea sensacional. Y así se había librado de ella, recibiendo un "está bien, de cualquier modo, no hay mucho que mirar" de parte de la enojada rubia.

Otra de las cosas que más le enfurecía a Elsa era que realmente si había mucho que observar al tenerlo enfrente. Tanto, que a veces, durante el desayuno, olvidaba beber su café y permanecía minutos enteros con la boca entreabierta, bebiéndose a Jack en vez de a su café. Era, por mínimo, humillante.

Los días calientes eran los peores. Porque el Frost mayor salía de su pieza con ese desgarbo tan característico de él y se abanicaba con sus manos en busca de secar esas gotas de sudor bajar por su frente hasta resbalarse por su mandíbula cuadrada y perderse cuesta abajo por su cuello.

Elsa tenía que patearse bajo la mesa para no suspirar en respuesta.

– Absolutamente no –respondió Elsa con diversión, mirando como Jack se tiraba a su lado en el sofá– ¿Cereal?

– Absolutamente no –imitó el albino, bufando– ¿Hay cerveza?

– Hay en la nevera...

– ¡Oh, genial! –Jack pareció rebobinar, caminando entre brincoteos hasta el refrigerador.

– Por dios, Jack. Son las diez de la mañana –riñó la rubia al verlo agacharse hasta la nevera en la parte inferior de el electrodoméstico.

Pero su vista y su mente se perdió casi al instante en que los calzoncillos de el Frost se vieron repentinamente apretujados por la posición de el joven, y su boca había caído nuevamente abierta.

– Nunca es demasiado tarde para vivir la vida, Elsa –respondió Jack con el mismo tono, levantándose mientras sacaba un pequeño quejido– Hablando de vivir la vida, ¿Qué harás por la noche?

– Y-Ya sabes, lo de siempre –balbuceó Elsa.

– Ah, lo de siempre –imitó el albino, burlón, en el mal intento de hablar igual a Elsa– Por favor, Els. Eso es deprimente

– ¡Yo no hablo así! –gruñó– Además, realmente me gusta quedarme en casa.

– ¡Error! Error, error. Error –bebió un pequeño trago de su botella, solo para asegurarse de cuán fría se hallaba y volvió a hablar– Primero: Por supuesto que hablas así. Y..., segundo: ¿Quién en su sano juicio le gusta quedarse en casa en un viernes por la noche estando sin pareja? – Elsa iba a protestar, pero pronto Jack interrumpió– ¡Paff, paff, paff! No me respondas, era una pregunta retórica.

Elsa alzó sus manos en rendición y se hizo a un lado al momento en que Jack volvió a sentarse en el sillón.

– Así que, esto es lo que vamos a hacer –Jack realizó ese 'inocente' gesto tan suyo en el que tragaba saliva antes de hablar, ese que podía empalpar a Elsa un millón de veces más, porque al hacerlo, el Frost apretaba los labios –esos labios siempre rojos y húmedos– durante breves segundos mientras tragaba, pero esos segundos bastaban para que Elsa desease con el alma poder acercarse hasta el y borrar las líneas de tensión alrededor de su boca con sus dedos, con sus propios labios, con su lengua. Para así luego bajar hasta su ancho cuello, el cual pedía a gritos besos y mordiscos.

«levantarás tu trasero de este lugar, te dirigirás a la ducha, tomaras un buen baño, te vestirás con un vestido que te luzca--

– Jack, sabes que yo no bailo –interrumpió.

– ¡Vamos, Els! Ven con nosotros...

– Estoy confundida, ¿N-Nosotros? –la rubia frunció el ceño suavemente– Creí que ibas regularmente solo.

– Oh, unos amigos de la facultad y yo –explicó indiferente–. Hoy vamos al pub de la séptima avenida.

– ¿El irlandés?

– El irlandés – Jack se levantó de su asiento y sonrió con malicia, arqueando una ceja–. Y, ¿sabes? No hay nada como una noche de copas y descontrol para olvidar hasta como te llamas.

– Gracias, pero no gracias.

Elsa se levantó también de el sofá y dejó el platón sucio en el lavaplatos.

– Como quieras –respondió Jack, encogiéndose de hombro, haciendo suspirar a Elsa de alivio. Había temido enserio a que Jack la arrastrara a ese lugar–. Creo que tienes miedo de que pueda conseguir una conquista antes que tú. Pero, no te culpo, ¿sabes? Supongo que estás algo oxidada después de esa larga relación que tuviste con el señor perfección.

La rubia se levantó de golpe de estar en cuclillas y entrecerró los ojos.

– ¿Quieres apostar? –retó Elsa con brusquedad.

Jack sonrió con suficiencia y respondió: –Que gane el mejor.

***


Cómo vivir con un Frost, y no morir en el intento.

Cómo vivir con un Frost, y no morir en el intento [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora