PRÓLOGO

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La escena de un chico caminando bajo la lluvia, con sus manos en los bolsillos y un hombre misterioso de capucha negra esperándolo frente a la puerta del colegio no eran su historia. Era un chico risueño atravesando la cancha de basquetball hasta un rubio sentando en una banca con un silbato en la boca. Éste tenía las piernas separadas y cada codo sobre su respectiva rodilla, los dedos de sus manos se entrelazaban y jugueteaban despacio, casi al ritmo de los pasos del menor.

—Hey, Jackson. Llevo dos días sin dormir.

—Y pronto serán seis —. Respondió el rubio mirándo discretamente si alguien miraba y una sonrisa ladina adornando su rostro, la misma con la que sac9 del bolsillo dos sobres con polvo blanco. Nadie más que ellos entendían pero sobre todo nadie los miraba llevar a cabo un infantil juego de manos para hacer su pequeño intercambio.

TaekWoon recibió ambos sobres y a cambio una cantidad de won's dentro de la cartera de Jackson aumentaron. Si te lo preguntas es sencillo, si querías drogarte y permanecer en una fantasía momentánea tu deber era comprar uno de esos sobres a escondidas... Y al mismo tiempo a la vista de todos.  Es que nadie pensaría algo malo sobre la cantidad de días en que no has dormido y peor aún,  nadie dudaría que fuera verdad si tenían el tiempo encima y los exámenes trimestrales comenzaban. Tampoco nadie pensaría que se tratase de un código inventado por alguien que quería vivir una aventura tonta,  alguien que no dejara de buscar aquello que complementara su vida tan vacía.

Jackson sonrío mirando su reloj al tiempo en que el otro chico se dirigía al baño. El mundo cree constantemente que quien vende la droga también la consume pero eso tan solo sería un grave error. Jackson sabía que a veces es mejor disfrutar las cosas fuera de la chancha, por eso además de continuar con una maestría también entrenaba a los chicos. Amaba el basquetball pero amaba más ver los partidos y dar indicaciones para ganar un premio más en nombre del colegio; también vendía la droga y los veía sonreír triunfantes bajo sus efectos, pero más tarde los veía mendigar por una dosis más, los veía hacer cualquier cosa por conseguir un día más de aquel excitante insomnio.

El atardecer pronto había terminado con una mala noticia en la última clase más ya que al día siguiente había examen de aritmética. Jackson no era malo en esa materia pero al día siguiente también debía recoger la mercancía y rechazar una invitación a hundirse en amistades que solucionan los conflictos simples con balas en la frente y algunos otros métodos extremistas. Algo desgastante en diversas ocasiones; esa era su rutina al fin y al cabo, algo que repetía cada fin de mes. Lo único que se había escapado de sus manos es que ese mismo día también despertaría aquello que tanto se empeñaba en ocultar. Su lado humano.

ÁNGEL SIN DESTINO  ּ ᵐᵃʳᵏˢᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora