-Entonces...tu amiga... eh... ¿cómo era su nombre?... En fin, como sea su puñetero nombre. ¿Te ha contado algo de una vez o sigue evitándote? Han pasado varios meses ya y no nos has contado nada nuevo...
Lisa le da un largo sorbo a su batido mientras sigue mirándome. Suspiro y miro al cielo. El bullicio de Ginza nos rodea y aun así mi cabeza no para de dar vueltas. Tras tanto tiempo de espera hemos salido por fin a la caza del nuevo tomo. La segunda parte de mi historia favorita ha salido, pero sabía que saldría el tema de mi querida compañera de piso y, la verdad, no tengo muchas ganas de hablar de ello. No ha sido meses fáciles de llevar. Entre exámenes, trabajos, prácticas y las horas extra en el curro no he dado a basto, si sumo el estado anímico de mi compañera de piso...
-No hace más que actuar como un autómata. Sale de casa para ir a trabajar o se queda encerrada en su cuarto. Sólo come lo que le dejo en una bandeja en la puerta y nada más, que yo sepa -nos sentamos en un banco y me llevo las manos a la cara-. Estoy desesperada. Desde ese día que vino pronto a casa de trabajar, con aspecto de muerta, con los ojos hinchados e irritados de haber estado llorando no es ella. ¡Desde que empezó esta locura del chico del vídeo nada tiene sentido!
-Vaya... Sí que ha ido a peor la cosa... -menos mal que Lisa es algo empática y me abraza como para consolarme. Si llega a ser Himawari igual me suelta un "pues relájate" o algo así-. Si en el vídeo saliera la cara del chico podríamos... ¡Hostias que pivón!
Miro hacia donde señala, más por inercia que otra cosa. No me interesan los tíos en los que Lisa se fija. Siempre acaban siendo yakiis, pandilleros, maleantes,... incluso yakuzas de bajo rango. Sólo se ve atraída por los hombres de aspecto peligroso, como si fuera una polilla enamorada de las danzarinas llamas de una fogata. Y, sin embargo, por primera vez me quedo en shock. El chico en cuestión es un gaijin de alrededor del metro noventa con pinta de estar perdido; que viste pantalones vaqueros piratas adornados con una cadena, sandalias de madera japonesas en sus pies. Una camisa a cuadros marrón sobre una camiseta azul con el kanji aoi en blanco completan su indumentaria. Pelo rubio peinado como... ¿hipster?... perilla recortada y... oh, mierda.
Sus ojos de color verde hacen que se me pare el corazón. Siento como si me sumergiera en ellos a pesar de la distancia que nos separa. Un verde esmeralda intenso que me recuerda a un campo de primavera. De pronto siento que su mirada conecta con la mía y sólo puedo ver una amplia sonrisa tranquila. Siento que me derrito bajo la intensidad de su mirada, mientras avanza en nuestra dirección con paso firme. Aparto la mirada y rompo esa invisible conexión pero sus brazos la atraen ya que tiene el mismo tatuaje en ambos: una especie de brazalete tribal... no... escandinavo casi a la altura del codo. No consigo distinguir las diferentes partes del diseño interno que lo forman, pero me queda claro que tuvo que estar horas bajo la aguja del tatuador. Un fugaz vistazo y me percato del pendiente de madera en su lóbulo izquierdo. Lisa me da un pellizco y vuelvo en mí sólo para ver que se ha plantado ante nosotras, y sonríe con gesto de apuro mientras habla por el móvil.
-Te juro que no te estoy mintiendo, no encuentro la maldita librería que me dijiste... -aparta un poco el teléfono y-. Espera un segundo. Disculpad, ¿conocéis la librería Ryogan?
-P-p-p... -muy bien Eneritz, eres la persona más capacitada del mundo para hablar y responder a preguntas sencillas de extraños.
-¡Vamos precisamente a esa tienda! -bendita seas Lisa, al parecer mi boca a sufrido un cortocircuito-. Podemos acompañarte si quieres.
-¡Genial! ¿Oi? Todo solucionado, unas chicas de lo más simpáticas me han dicho que me llevarán hasta allí. Sí si, te aviso con lo que sea. Nii-san sabes perfectamente que no soy de ese... Oh, ha colgado.
¿¡Pero puede ser más cliché de manga este chico?! Es como si lo hubieran sacado de un mal anime de comedia romántica. Tío buenorro despistado de cojones que se acerca a dos chicas. Si la vida fuera más como un anime seguro que acabaría en un bar a solas con él. Pero tengo que admitir que tiene unos ojazos y una sonrisa encantadoramente dulce. ¡No! Nada de subirte a la nube Eneritz, seguro que es algún busca vidas. El juicio de Lisa nunca trae buenos chicos, ni cultos, ni educados, ni nada de nada. Un momento... ¿¡Cómo que viene con nosotras?! Lisa me guiña un ojo. Sé perfectamente lo que significa esa mierda. El chico nos mira expectante y yo me sonrojo. Es mono, pero no puede ser mi tipo. Y menos si primero lo ha visto Lisa. Sus malas elecciones dan para historial y para mostrar su mal gusto. Así que, señoría, a las pruebas me remito para decir que esto tiene pinta de ser más de lo mismo. Y así sin más estamos camino a la librería y Lisa adelantada, dejándome con el tiarrón que sí que mide uno noventa.
No paro de mirarlo de reojo y... me siento extrañamente nerviosa...
¿Puede que él también se sienta incómodo? O...
Mierda... ¿y de qué hablo con él?