Escrito II. Olvidar.

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Cómo ser un acosador y fallar en el intento.

E S C R I T O   I I

Tuve otro sueño en mi primera noche en este lugar

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Tuve otro sueño en mi primera noche en este lugar.

La verdad no creí volver a tener uno. Por muchos factores, ni siquiera creí que podría volver a dormir bien. Pero digamos que las camas de la casa de Berto hacen milagros. Son muy cómodas y cuando estaba cerrando mis ojos, por esos últimos minutos, creí que todo estaba bien.

Mi estado ebrio también me ayudó.

Aunque eso no fue suficiente para liberarme de otra extraña... Aún no sé si definirla como pesadilla o un sueño normal. Es que es como si tuviera una parálisis de cuerpo, pero a la vez me puedo mover. Solo que los movimientos no los hago yo, o no los procesa mi mente.

Imaginativamente, me parece que es como si alguien tuviera un control remoto de mí, y lo usa a su antojo. Aunque sigue la duda de que si este de verdad es mi cuerpo. Algo me dice que no lo es, pero tampoco lo he confirmado completamente.

Sin embargo, el hecho de que no haya descubierto eso, no significa que no haya encontrado otras cosas. Empezando por la realidad de que es muy raro, para no decir imposible, que un sueño pueda tener una continuidad tan perfecta como el mío. Los sueños no continúan, son solo escenas borrosas sin sentido. Por lo general, lo que una mente pueda crear, es a base de diferentes experiencias que se vivió en el día.

Si uno piensa la misma cosa durante todo el día, es muy probable que sueñes con ella. Y por más raro que suene, yo no pensé tanto en el sueño, porque tenía otras cosas mucho peores a mi alrededor. Y, siguiendo esa lógica, mi mente debió procrear sangre y matanza por todos lados.

No con el mismo chico.

No con el mismo pueblo.

No con el mismo sentimiento.

El pánico de no tener mi cuerpo había pasado a segundo grado cuando me di cuenta de que, a medida que hacía ciertos movimientos por todo el pueblo, mi propia mente me dictaba qué era lo que hacía. Fue algo inusual, como si hubiera un narrador dentro de mí, pero no eran palabras explícitamente lo que se incluía, sino sentimientos y emociones.

Ellos hablaban por mí. Ellos me guiaban hacia donde querían. Era una simple marioneta en este cuento del cual aún no sé su final.

Supe que yo tenía una familia dentro de este sueño. Los cuales no eran mis verdaderos padres, pero tampoco podía verles el rostro. O, mejor dicho, en esta circunstancia no los recuerdos. Mi mente los dibuja como si estuvieran censurados, solo sé que en su momento supe que no eran Víctor y Nancy.

Mi padre ahí era ganadero. Mi madre tejía ropa con la lana de las ovejas y era una diseñadora algo reconocida en el pueblo. De ahí nos sustentábamos, pero yo estaba siendo entrenado para agarrar las riendas de mi padre, porque la ganadería era la fuente de ingreso más importante de nosotros.

Lo que ocultan las sombras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora