POKÉMON: DESPUÉS DE LA BATALLA

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Ciudad Azafrán es la más grande y poblada de la región Kanto, ahí se impone un exageradamente alto edificio corporativo que fue blanco del Team Rocket hace algunos años, pero lo más atrayente son el dojo y el gimnasio, siendo más importante el segundo. La líder de gimnasio, Sabrina, es una experta en pokémon de tipo psíquico, sin mencionar que posee poderes propios, los cuales estuvo desarrollando desde muy joven. Un entrenador decide retar a la líder de gimnasio, pero antes debe enfrentarse a cada uno de los aspirantes. Las batallas son cortas, el entrenador derrota a todo aquel que se interpone entre la Medalla Pantano y él. Sabrina yace sentada frente a él en un trono de piedra con dibujos de pokémon grabados, con las piernas cruzadas, con el codo apoyado en el brazo del asiento y la mejilla sobre su mano, usa un ajustado pantalón negro y una camisa blanca ligeramente entallada. La vestimenta puede dar una idea del magnífico cuerpo que cubre, se ha desarrollado bastante desde su primer día ahí. A juzgar por la expresión aburrida en su mirada, la líder de gimnasio ve al retador como otro debilucho más que no podrá proporcionarle diversión alguna. Pero cuando el muchacho se acerca, nota que es bastante apuesto. Quizá sí pueda serle de utilidad. - Así que estás aquí por esto... - usa sus habilidades psíquicas para hacer que la Medalla Pantano aparezca flotando a la altura de su rostro - Para eso, primero debes vencerme. - ¡Vine hasta aquí desde muy lejos! ¡No me iré sin derrotarte y obtenerla! - Vaya, vaya. Me gusta tu entusiasmo - al igual que la medalla, cuatro ultra ball aparecen flotando - Esperemos que ese entusiasmo te sirva durante la batalla. La derrota es abrumadora, los pokémon de Sabrina son sumamente poderosos, algunos dirían que se encuentra al nivel de cualquiera del Alto Mando. Sólo necesitaba uno, pero usó a los cuatro para mostrar la gran diferencia de poder. - ¿Eso es todo? - pregunta con arrogancia la mujer - Creí que no te irías sin derrotarme. El entrenador no lo puede creer, todo su esfuerzo fue en vano, ni siquiera entrenando durante años podría superarla. - No te desanimes - le dice Sabrina, poniéndose de pie y caminando hacia él - te daré una segunda oportunidad. - ¿En...En serio? ¡Iré al Centro Pokémon para curar a mi equipo y...! - pero es interrumpido por el dedo índice que se posa sobre sus labios. - Calma tus ansias, no he terminado de hablar. No necesitarás a tus pokémon para la revancha - el entrenador derrotado la mira bastante intrigado. Ambos salen del gimnasio, caminan por las calles de Ciudad Azafrán, hacia el norte. Las personas se detienen para mirar a la poderosa psíquica, algunos con miedo, otros bastante emocionados. Finalmente se detienen, están frente a una casa bastante bonita y moderna, pero que despide un aura bastante aterradora y misteriosa. - ¿Qué hacemos aquí? - Bienvenido a mi casa - dice Sabrina, con una ligera mueca burlona al ver la cara del muchacho. El interior es bastante elegante, predominan los colores blanco (paredes) y negro (piso), el sofá de la sala es de color gris, al igual que la barra en la cocina. Las ventanas abarcan todo el espacio de la pared. Sabrina le hace un gesto con el dedo para indicarle que la siga, el muchacho obedece, entra con ella a otro ambiente. La habitación de Sabrina es muy amplia, la cama de tres plazas predomina en el lugar, su cabecera de caoba hace juego con las mesas de noche ubicadas a cada lado. Frente a ella, un ropero de seis puertas y del mismo tipo de madera. El entrenador se sobresalta al ver que la líder de gimnasio está bajándose el pantalón, tanto que tropieza con su propio pie y cae sentado al suelo. - ¿Por qué te sorprendes? - pregunta, como si se tratase de lo más normal del mundo - pensé que era obvio para qué te traje a mi casa. Habiéndose despojado del pantalón, seguido por las bragas, se desabotona la camisa, liberando un gran par de tetas, apenas retenidas por el negro sostén. Ambos se dan cuenta de la erección del muchacho, él junta un poco las piernas para disimular, pero Sabrina se acerca y usa uno de sus pies para separárselas. - Querías una revancha, ¿No? Pues ahora es el momento. - Pe...Pe... - Pero nada, ese será el campo de batalla para tu revancha - señala la cama - si logras "vencerme", te daré la medalla - usa el pie para acariciarle el bulto entre las piernas, para estimularlo y calcular el tamaño. El entrenador se pone de pie y se quita la ropa, acepta el reto porque necesita la Medalla Pantano y porque no podría negarse a estar en la cama con semejante mujer. El colchón se hunde ligeramente al tener los cuerpos encima, Sabrina y el entrenador se encuentran de rodillas, uno frente al otro. La líder de gimnasio se agacha hasta que sus labios entran en contacto con el miembro del muchacho, se lo lame desde la punta hacia la base, tomándose su tiempo para ensalivar sus testículos, luego lo engulle por completo y se lo chupa con sorprendente habilidad. - Se...siente tan bien... - con los ojos cerrados y una expresión de placer, el entrenador resiste las ganas de eyacular. Sabrina le pone todavía más empeño a la mamada, demuestra la destreza de su lengua y labios, lo que ocasiona que la corrida sea inevitable. Traga el semen y chupa el miembro un par de veces más, ayudándole a mantener la erección. - Eso fue rápido - le reprocha la líder de gimnasio, pero no parece estar realmente molesta. El muchacho cae boca arriba en la cama cuando Sabrina lo empuja con el dedo, inmediatamente se sienta encima de él y, con ayuda de sus manos y moviendo las caderas, acomoda el falo para colocarlo en la entrada de su vagina. Logra que entre de un sentón, suelta un jadeo y sus enormes tetas dan un rebote. La líder de gimnasio, sin despegarse de su amante, mueve el culo en círculos, de adelante hacia atrás y nuevamente en círculos. Los brincos inician a los pocos minutos, las nalgas de Sabrina chocan contra el cuerpo del entrenador cada vez que se deja caer sobre él, sus tetas rebotan de arriba a abajo y los jadeos de ambos suenan casi al mismo tiempo. El muchacho nunca experimentó una sensación tan placentera, lucha por no acabar tan pronto, ayudado por el hecho de ya haber eyaculado minutos antes. Sabrina también lo está disfrutando, aunque ella hace casi todo el trabajo y no sabe si es porque ese pene complementa bien con su vagina o porque lleva meses sin acostarse con alguien. De cualquier forma, está gozando y eso es lo importante. Deja de brincar por un momento y nuevamente se mueve en círculos, tampoco quiere que el muchacho acabe tan pronto. Se toca las tetas mientras el miembro palpita en su interior, se las aprieta, se pellizca los pezones, las masajea conforme la lujuria va invadiendo cada rincón de su cuerpo. Comienza a dar brincos otra vez, ahora más lentos pero dejándose caer con más fuerza. Sus jadeos ahora son gemidos. - ¡No...No podré resistir más! - anuncia el entrenador, con la cara roja y dando todo de sí para poder continuar. Sabrina suelta sus tetas, apoya las manos en la cama y, gracias a la posición, mueve el culo de arriba a abajo con bastante fuerza y velocidad, pareciendo una hembra en celo, desesperada por aparearse. La corrida, o mejor dicho, las corridas son inevitables y simultáneas. La líder de gimnasio y el entrenador acaban al mismo tiempo, la mezcla de sus fluidos salpica hasta caer sobre las sábanas blancas. El muchacho respira aceleradamente, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Sabrina también está agitada, pero se le ve claramente menos cansada que él, aunque igual de complacida. Deja que el nuevo poseedor de la Medalla Pantano descanse un poco antes de marcharse, lo cual hace después de cambiarse y recibir el pequeño objeto de metal, no sin antes prometer que esa "revancha" será un secreto entre ellos dos

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