Capítulo 11

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-¿A dónde vamos? -Le pregunté a... ¿Cuál era su nombre? -Oye, ¿cómo te llamabas? 

-Te lo dije hace menos de diez minutos -dijo mirándome, incrédulo. 

-¿En serio? -Paré de caminar, pero retomé mi caminata, si no era capaz de dejarme atrás. Lo vi suspirar. - ¡No es mi culpa que tenga memoria a corto plazo! 

-¡No le robes el puesto a Dory! -Me gritó enojado. Lo miré sorprendida. ¡Por fin alguien que le guste Disney!  Además de la pequeña Julia, obvio. Carraspeó. -De todos modos, me llamo Jack. 

Vale, Lola. Acuérdate como si fuera Jack Sparrow. 

Espárragos. Lo tengo.

-Oye, ¿te molesta si te digo espárragos? -Justo cuando estaba a punto de decirme algo, cerró la boca y negó con la cabeza, como lamentándose. -De todas formas, te diré espárragos. 

Después de varios minutos en silencio, ya me estaba empezando a aburrir. 

-No me has dicho a donde vamos. -Corrí hacia una banca para descansar. No sé cuantas millas habremos caminado. 

-No caminamos tanto -dijo, sentándose junto a mí. -Ya te dije a donde íbamos. -Me miró mal.

-No, no me dijiste. -Le recriminé.

-¡Claro que sí!

-¡Nunca me dijiste, maldito espárrago! 

-Ay, el amor... -Miré a una anciana pasar con su... ¿marido? -Te acuerdas Juan cuando eramos así de jóvenes, y tú solías hacerm... -

-Ya ya, Moria, no aquí en la calle. - 

¿Moria? Más bien momia. 

Está bien, no sé que problema tengo con las ancianas. 

Los vimos irse riendo. 

-Continuemos -dijo, mientras se levantaba y comenzaba a caminar, nuevamente. 

-¿Cuánto falta? Mis pobres piernas debiluchas no pueden más. 

No parecía ni que estuviera caminando, más bien me arrastraba por el suelo. 

-Ya camina bien, me haces pasar vergüenza. -Susurró. 

Lo dice solo porque nos está observando la mayoría de la gente.

-¡Pero cuánto falta! -Grité. 

-¡Ya estamos aquí! ¿¡Bien!? 

Creo que lo alteré. 

Esta situación me provocó una carcajada tan alta, que el mismo espárragos se asustó. Pero... esta misma escena, me hizo acordar a Connor. 

Genial, y de la nada ya estaba melancólica. 

Seguro me viene. 

-¿Estás bien, Lola? -Apoyó su mano sobre mi hombro, y me miró preocupado. 

-No...

-Ven, vamos adentro. -Cruzamos una puerta de vidrio, y luego, nos subimos a un elevador. Nos bajamos en el sexto piso. 

Después de entrar en su apartamento, me llevó hasta el sofá, donde me recosté. No daba más, tanto física como emocionalmente. 

-¿Quieres algo? ¿Agua? ¿Té? 

-Tráeme una manta y una almohada. -Asintió. -¡Ah! y hazme un café. -Me miró entrecerrando los ojos. Me reí. 

-Era solo una cosa, tampoco soy tu sirvienta. -Y la pobre verdura, se fue a hacer lo que le pedí.

Los Hijos de la MAFIA IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora