El decreto de la diosa

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Cada quien tenía su pérdida, muchos habían perdido amantes, padres y hermanos, pero Nyliare los había perdido a todos, sintiendo la pena de todos aquellos quienes habían caído en la batalla por la lucha de un objetivo. La elegida recordaba con profundidad cada promesa que había hecho en el camino, y sufría por aquellos quienes no podrían presenciarlo, Nyliare sabía que Freya los estaría recibiendo en sus brazos y en algún punto todos volverían a encontrarse, solo sentía que ese destino era algo lejano.

Zharek podía ver como su esposa estaba destrozada, no había querido limpiar la sangre seca de su cuerpo, excusándose que también le pertenecía a sus hermanos y súbditos. Nyliare enfrentaba el duelo de manera distinta, no lloraba ni parecía sufrir, pero encerraba su luz en pequeñas cajas de su interior y se refugiaba en la oscuridad. Zharek no debía dejarla ir hasta la oscuridad, pero no sabía cómo ayudarla.

El conocimiento de poder perder a una persona no se comparaba con realmente perderlas, saber que nunca más podrás escuchar sus voces ni admirar sus sonrisas. Danko era una de esas personas que buscaban la vida en todo su alrededor, eran sus gracias lo que lo hacían alguien tan especial, incluso con su impulsividad, Nyliare sabía eso al igual que Didak.

Didak había perdido a su gemelo, y la misma oscuridad en la que se había refugiado mucho antes volvía a arrullarlo; todo parecía volver, la muerte de su padre, la ejecución de su madre, y ahora el asesinato de hermano. Oficialmente estaba solo, incluso cuando Ashka parecía sostenerlo, cuando Valerie trataba de consolarlo, nada funcionaba y cada vez se sentía más alejado de la luz que la elegida le había ofrecido. Estaba asustado ¿Qué haría él sin su otra mitad? El Callh había entrenado toda su vida para compenetrarse con su hermano menor, y ahora estaba incompleto y sentía el vacío; Didak se ahogaba ahora que Danko se había llevado el aire con él.

El bosque sentía el luto de los restantes, el viento parecía susurrar en el silencio, las mismas respiraciones de los seres presentes eran acalladas por sus aflicciones. Necesitaban a Nyliare para poder seguir, pero esta parecía mucho más hundida que los demás, y Zharek estaba preocupado de no poder alcanzarla en donde ella parecía alejarse.

La elegida cerró sus ojos, y una solitaria lágrima se escurrió por la tersura de la piel de su mejilla. Los presentes aguantaron la respiración cuando la vieron caer en los brazos de Zharek, abrazandolo mientras su expresión se retorcía. Nadie quería ver como ella sufría, no deseaban ver la esperanza y la fuerza escapar de ella, puesto que ellos eran los hijos que no deseaban ver a su madre caer por el precipicio. Pero era su peso lo que hacía a Nyliare caer más rápido que nunca.

Incluso cuando los Callh pensaban que ellos necesitaban a Nyliare para seguir, era esta la que los necesitaba a ellos para alentarlos, eran la fuente su fuerza y las muertes hacían que la poca inocencia que le restaba desapareciera con el filo de una espada. En la cabeza de la elegida se reproducía las imágenes de los gritos, el olor del óxido permanecía en su nariz y los sonidos de espadas chocando la perturbaban.

Por otro lado, en la capital de Calluhn, los soldados y la monarquía celebraban su victoria, habían ganado esa batalla de forma sucia, atacando por la espalda y conociendo los puntos débiles de la elegida, aprovechándose de su bondad; el general había visto la debilidad que inspiraba la muerte en los soldados del ejército de la luz, y la guerra estaba llena de muerte, ahora más que nunca estaban confiados de que la elegida no ganaría esa guerra que ella misma había iniciado.

Cassiam estaba seguro que ganaría, porque el no hesitaba en sacrificar la vida de sus soldados por ganar, y si la masacre de su gente era necesaria para reducir las filas de la elegida, que así fuera. La vida de los soldados no valía lo que Calluhn.

Pero Nyliare no estaba dispuesta a perder a nadie, en sus filas todos los presentes importaban, eran seres con los que había conectado su alma y había conocido sus miedos, sin embargo, perdería la guerra si no entendía que las despedidas eran necesarias, y los caídos serían recompensados por los dioses. Aun así, eran decisiones que le costaba tener, había tomado la mano de las personas que la seguía, y como protectora de Nylhella su moral le gritaba que su cuerpo debía ser el escudo que protegiera su gente.

La Legión de los MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora