11. Máscaras Fallidas.

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-          Wow – dijo la voz de Andrew. Axel se separó de mí y volteó hacia la entrada, un guardia estaba detrás de Andrew.

-          Lo siento, amigo – Axel me tomó de la mano y me ayudó a bajar del escritorio – Es solo que... necesitábamos un poco de privacidad.

Andrew rio.

-          Si me hubieras dicho te hubiera prestado una habitación – nos guiñó el ojo, este tipo sabía cómo hacer que alguien se sintiera incómodo.

-          No era necesario, solo entramos a la primera habitación que encontramos, jamás imaginamos que sería una oficina – dijo Axel con ese tono encantador y convincente que había aprendido a dominar.

-          Estás haciendo que Verónica se pierda la mejor fiesta del año, que egoísta de tu parte, Axel – la mirada de Andrew me dio escalofríos – Vengan conmigo, salgamos de esta aburrida habitación, voy a mostrarles la oficina de verdad.

Seguimos a Andrew por el lardo pasillo. El guardia que lo acompañaba no nos siguió. Caminamos hasta llegar a una de las últimas puertas del interminable corredor, Axel no soltó mi mano en todo el trayecto. El celular de Axel empezó a vibrar, vi que el leyó el mensaje y sonrió triunfalmente.

-          Zack logró entrar, está abajo – susurró muy bajo en mi oído. Era imposible que Andrew lo hubiera oído. Sonreí en respuesta, si lográbamos encontrar la pintura, todo sería más fácil con otro aliado.

Nuestro anfitrión abrió la puerta de su “oficina de verdad” y entró con emoción. Cuando mi mirada se ajustó a la luz de la habitación logré ver que había un enorme jacuzzi con agua caliente en medio de la habitación, una mesa de billar, una fuente de chocolate, un mini-bar y cosas que solo alguien muy arrogante tendría en una oficina real. El enorme librero y el escritorio con una moderna computadora encima pasaban a segundo término.

Sentí que Axel apretaba mi mano con más fuerza de la necesaria, lo miré de reojo y vi que observaba a la parte derecha de la habitación. Volteé hacia donde él miraba y entonces la vi. Vi la pintura colgada majestuosamente en la pared. Era una pequeña pero elaborada y detallada escena de una guerra, había gente desnuda y con armas, los caballos de la imagen casi parecían reales, se veía que era una pintura vieja, supongo que eso era lo que le daba valor.

-          ¿Quieren algo de vodka? – nos preguntó Andrew interrumpiendo mi análisis de la pintura.

Axel echó una rápida hojeada al mini-bar. Me pregunté cuál sería su plan para distraerlo.

-          Claro – contestó Axel. El celular de Andrew empezó a sonar. Oportunidad ideal para hablar.

-          Disculpen, tengo que tomar esta llamada – dijo Andrew antes de contestar el teléfono.

Pasamos casi media hora hablando en la extremadamente lujosa habitación. Nunca antes había tomado vodka y cuando lo probé, supe por qué. Sabía horrible. Tuve que aguantar los tontos coqueteos de Andrew, el hombre no tenía barreras. Me observaba como si yo fuera caperucita roja y por un momento de verdad pensé que el era el lobo y yo la tonta niña campesina. No había duda de que tenía experiencia con las mujeres por la forma en la que hablaba.

-          ¿De verdad eres feliz con Axel? – bromeó, si seguía tomando vodka seguiría diciendo estupideces.

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