13. Claridad.

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Después de que Axel insistiera a los doctores del hospital privado que me hicieran todas las pruebas necesarias dos veces, y después de que los doctores le aseguraron a Axel que no había nada malo conmigo, salí del hospital. Había pasado casi siete horas en el hospital. Axel parecía aliviado cuando salimos caminando de ahí. Estaba anocheciendo pero el calor de Texas todavía se sentía en el aire. Seguía sin creer que estaba en otra ciudad.

  

-          ¿Segura que no te sientes mareada? – me preguntó viendo mis brazos, donde los doctores me habían picado con agujas para las muestras de sangre.

-          Axel… deja de tratarme como si fuera una flor delicada, de verdad estoy bien – le sonreí convincentemente. Y no estaba mintiendo.

-          Solo estoy preocupado, pasaste tres días inconsciente – dijo mirando fijamente al frente.

Caminamos silenciosamente  hasta llegar al estacionamiento, donde su motocicleta negra brillaba contra la luz de la luna.

-          ¿Ahora a dónde vamos? – le pregunté

-          ¿A dónde quieres ir? – preguntó sonriendo.

-          ¿Debemos regresar a casa?

-          No inmediatamente, creo que podríamos descansar de Los Ángeles por unos días. Será un largo viaje de regreso a casa, tenemos que atravesar dos estados para llegar a California.

-          ¿Vamos a hacerlo en motocicleta? – pregunté asustada.

-          No – rio – Podríamos irnos en avión, autobús, o en lo que quieras, soy flexible en caso de que le temas a las alturas.

-          ¿Podríamos hablar sobre como regresaremos a casa con una pizza o algo de comer frente a nosotros? Muero de hambre – confesé mientras mi estómago rugía.

Axel me volvió a poner el casco y cuando estuve detrás de él abrazada a su abdomen me pregunté si el hambre no habría sido una excusa mía solo para volver a tocarlo. Recargué mi cabeza en su espalda y deseé que el camino hasta el restaurant durara mucho tiempo.

Después de devorar la comida del restaurant italiano que Axel había elegido, ambos nos quedamos semi-acostados en las sillas del lugar riéndonos de cualquier cosa que sucedía a nuestro alrededor. Nunca había comido tanto en tan poco tiempo.

Axel había hecho una reservación en un hotel que quedaba cerca del restaurant, pero antes de ir hacia allí, fuimos a una tienda de ropa, donde elegí ropa de dormir y ropa para los días siguientes. Axel se mostró extrañamente paciente mientras yo me paseaba entre los estantes de ropa colorida.

Cuando una de las empleadas de la tienda empezó a coquetear con Axel, me di cuenta de que estaba apretando los ganchos de la ropa con más fuerza de la necesaria. Me giré para que nadie pudiera ver mi enrojecido (y probablemente enfurecido) rostro. ¿Desde cuándo era una máquina de celos? Ni siquiera escuché la trivial conversación que estaban teniendo.

Después de las compras, nos regresamos caminando al hotel, Axel insistió en cargar las bolsas, iba platicando sobre sus canciones favoritas. Escuché con atención pero no hablé mucho. Me estaba regañando a mi misma internamente por haberme puesto celosa. No tenía ningún derecho sobre Axel…

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