Con la taza de café en sus manos, Andy suspiró y alzó la cabeza hacia Sarah, para comenzar su historia de una vez. Suspiró y dejó la taza sobre la mesa de la cocina:
- Tenía nueve años... Vivía con mi madre en un diminuto y destartalado piso en Queens, que casi se caía de sus cimientos. Mi madre era... Era una mujer hermosa y amable, pero había dado a luz muy pronto y por supuesto, mi padre la abandonó cuando yo tenía apenas unos meses de vida. Eso la enloqueció. Pagaba el alquiler del piso gracias a la compraventa de crack y marihuana entre otras cosas. Teníamos lo justo para un colegio público y dos latas de sopa o macarrones por día- Sarah no se atrevió a acercarse a Andy, aunque presentía que aquella historia no había hecho más que empezar.
>> Un día... Volví a casa del colegio solo. Mi madre solía venir a recogerme cada mediodía con la furgoneta, pero aquel día tuve que coger el autobús. Cuando llegué a casa, vi que la puerta estaba entreabierta. Entré, y lo primero que vi fue a mi madre tumbada en el sofá, terriblemente pálida y con una goma atada en torno al brazo. La aguja con heroína estaba hecha añicos en el suelo. En ese momento, no lo entendí muy bien... Sacudí a mi madre, la llamé y grité su nombre. Pero, aunque era muy pequeño, en el fondo sabía que estaba muerta. Me entró el pánico y salí corriendo.
Recuerdo que me colé en un ferri que me llevó hasta Long Island, y ahí seguí corriendo hasta entrar en un bosque. Había anochecido ya y hacía tanto frío que se me durmieron los pies. Aún así, continué con mi huida hasta dar con una pequeña cabaña de madera...- Andy se pasó la lengua por los labios-. Un hombre salió a mi encuentro y me invitó a entrar a su casa. Yo estaba congelado, así que le pedí algo para beber...:
"Tengo... Mucho frío... ¿Puede darme algo para calentarme, señor?" Él sonrió y me pasó una mano por los hombros.
"Tranquilo, hijo. Conozco el remedio perfecto para el frío..." Recuerdo que me sonrió y me instó a acompañarle abajo. Al sótano. Y allí...- el hijo de Hefesto ocultó el rostro en las manos. Sarah, al comprenderlo, ahogó una exclamación de horror.
- No...
- Lo hizo. Cada noche conmigo durante los siguientes seis años. Apenas me daba de comer, por lo que perdí mucho peso... Y, cada... Cada vez que... Lloraba más de la cuenta, sacaba su pistola de tinta y me tatuaba algo en la espalda o los brazos.
Había noches en las que el dolor del bajo abdomen era tan intenso que no lograba pegar ojo...>> Aquel hombre abusó de mí durante años. Me golpeó e insultó. Me trató como a poco menos que un humano.
Pero, un día... Tuve una revelación. Bueno...- se detuvo un segundo-. No sé si llamarlo revelación es acertado. El caso es que... Se me acercó y me puso una mano en el pecho y... De pronto echó a arder. Como una pira...
Yo lo observé atónito, mientras sus gritos se volvían más agudos y su piel quemada desprendía aquel repugnante olor.
Por fin escapé y eché a correr. Dioses...- sonrió Andy, con tristeza-. Hacía tanto tiempo que no había corrido que no recordaba lo libre que me sentía al hacerlo.
Llegué hasta una playa, en la que alguien había abandonado un barco construido a medias. Junto a él había un hombrecillo, que me dijo que aquel barco era un regalo de mi padre, que era el dios del fuego. Y, me dijo que estaba destinado a grandes cosas... Al principio no me lo creí, pero después me puse a construir lo que quedaba de aquel barco yo sólo y... En dos semanas lo tenía terminado. Entonces, llegasteis vosotros. Lo demás es historia...- Andy cesó su monólogo y miró tímidamente a Sarah. Ella parecía a punto de llorar, pero no se movió.- Andy... ¿Habías escapado de aquel... Monstruo dos semanas antes de conocernos?- él asintió-. Oh, dioses... Lo siento tanto- sollozó y se lanzó a abrazar al muchacho, entre lágrimas.
Recordaba el miedo en los ojos de Andy el día que se habían conocido. Pensó que sólo era timidez, pero...-. lo siento muchísimo, mi amor...- No te disculpes, no es culpa tuya en absoluto...- aseguró el chico, besándola en la cabeza-. Ahora estoy bien, de verdad. Y, además nos casamos el mes que viene. ¿Qué hay mejor que una boda en Julio? Eh- le limpió las lágrimas con los pulgares-. No te preocupes por mí. Todo saldrá bien- Sarah asintió y lo abrazó.
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"Algo la sacó de su dormitar. Alguien estaba sacudiéndole el hombro, casi con prisa. Gabriella entreabrió los ojos verdes una rendija y levantó un ápice la cabeza:
- Vamos, despierta...- dijo una voz desconocida. Gabri miró hacia el lugar de donde provenía la voz. Un chico joven, de unos catorce o quince años la miraba desde fuera de la mugrienta celda. Llevaba puesta una capucha, por lo que no pudo verle bien. Pero, su sonrisa de medio lado le resultaba familiar-. Am... Gabriella, toma- el chico se sacó algo de la chaqueta y se lo entregó muy en silencio. Era una cantimplora con agua.
La semidiosa lo miró, infinitamente agradecida. Aunque demasiado débil para decírselo. Se apoyó en los barrotes y dio un trago largo. El agua le sentó bien y suspiró al fin algo más aliviada.- G-Gracias... ¿Quién... Eres?- el desconocido no respondió y echó un vistazo atrás para asegurarse de que nadie lo había visto.
- Dale a George también, Gabri- la instó y le pasó también una chocolatina-. He de irme...- se levantó rápidamente.
- A-Aguarda, por... Por favor- la pelirroja estiró su débil mano fuera de los barrotes de hierro. El muchacho suspiró y volvió a ponerse de cuclillas, tomando la mano de Gabriella entre las suyas y besándosela con cariño.
- Volveremos a vernos..."
(...)
- ¡Ah!- Gabri dio un brinco en la cama, asustada. Otra vez esa maldita pesadilla... Aquel chico que los había ayudado cuando estaban a punto de morir... No se le iba de la cabeza últimamente. ¿Quién era? ¿Cómo se sabía sus nombres? ¿De qué le sonaba aquella voz y aquella sonrisa ladina? ¿Seguiría vivo...? La diosa se pasó una mano por la frente sudorosa y fue al baño a mirarse en el espejo.
No hacía ni dos días que ella y George habían decidido darse una nueva oportunidad y ya...
Se llevó una mano a la tripa y suspiró.
Algo le decía que aquella era la calma que precede a la tempestad.
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Los Hijos de los Elegidos
Fantasy[LIBRO TRES DE LA PROFECÍA] Al verdadero George Connor. Gabriella está entre la espada y la pared. Siente que, aunque no puede perdonar lo que George le hizo, tampoco puede ser feliz si él no está a su lado. Han pasado ya cinco años desde la catástr...