Capítulo 4

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La música no me permitió oír mucho de lo que Matthew decía, por eso le sugerí que saliéramos un momento o que subiéramos a alguna de las habitaciones para charlar con más calma. Aunque mi idea era buena y él la apoyó, no pudimos siquiera subir por las escaleras porque Keira nos detuvo.

—No pueden subir. —Tomó a Matt del brazo y tiró de él—. Los demás querrán hacerlo también y será problemático.

Tenía razón, así que obedecimos sin protestar.

Como no me sentía cómodo hablando en voz alta, volví a decirle que dejáramos nuestra conversación para después. Matt mostró desilusión en el rostro y me sentí un poco culpable por hacerlo esperar otra vez.

Keira se llevó a Matt y yo me quedé solo por milésima ocasión. Así que, sin más, volví a la barra y me atreví a servirme un poco de alcohol rebajado con soda para que la soledad no me pesara tanto. No me lo bebí tan rápido por temor a embriagarme, ya que era mi segundo vaso de la noche.

La música que sonaba en aquel momento motivó a muchos de los presentes a orillar los muebles de la sala para bailar en el centro. Yo me les uní con un poco de pena que afortunadamente superé. Por un buen rato estuve bailando con mucha diversión junto a un montón de desconocidos.

Más pronto que tarde acabé muy cansado y sediento. Volví aproximadamente tres veces más a la barra y me serví de la misma bebida, aunque siempre un vaso más cargado que el anterior.

Agitarme hizo que el alcohol se me subiera rápidamente a la cabeza, pero no bastó para derribarme. Sentí un incremento de energía y mis músculos y lengua se soltaron. Tuve ganas de charlar con todo el mundo y pasearme a donde fuera y con quien fuera. Yo no era social en mi vida diaria, pero vaya que lo estaba siendo en ese momento con una incómoda naturalidad.

Si así se sentía estar ebrio, no estaba nada mal. Aunque, siendo honestos, ni siquiera me hallaba tan perdido como los que yacían dormidos en el sofá y hasta en las escaleras del recibidor. Yo todavía no era la burla de los sobrios.

Los sonidos a mí alrededor iban y venían, mi cuerpo se movía sin escuchar a mi mente y cada vez que me acercaba a la barra con la intención de beber más, siempre aparecía Keira para alejarme de ahí. Se mostró un poco preocupada la última vez que me detuvo.

—Carven, ya deja de beber. —Me tomó por ambos hombros y examinó mis gestos para determinar qué tan mal estaba—. No quiero que te pongas como Matthew.

—¿Dónde está él? —pregunté.

A nuestro alrededor la fiesta seguía. Cada vez había más personas y mejor ambiente. Todos parecían divertirse, incluso ella por encima de sus constantes preocupaciones.

—Por ahí. —Y apuntó con la mano hacia la sala—. ¿Crees poder subirlo a mi habitación en un rato? No quiero descuidar la casa ni por un segundo.

Asentí sin problemas, di media vuelta y me dirigí al sitio donde platicaban varios de mis compañeros del instituto. Matthew también estaba ahí y acababa de sumarse al grupo.

Ya sentado en uno de los sillones hablamos sobre la obra, el verdadero motivo por el que todos celebrábamos aquí. Matt y yo recibimos amables felicitaciones, deseos de éxito y buena suerte, lo que me animó aún más. Les juré —según mis recuerdos— que daría todo de mí y que mostraría un trabajo espectacular para que nunca más volvieran a ignorarme.

 Les juré —según mis recuerdos— que daría todo de mí y que mostraría un trabajo espectacular para que nunca más volvieran a ignorarme

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El final que deseo [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora