Capítulo 32

9.1K 1.3K 812
                                    

Las cosas iban saliendo de maravilla. Los espectadores no despegaban sus ojos de nuestras siluetas ni los oídos de nuestras exclamaciones.

Después de todo, Matthew y yo seguíamos haciendo un gran trabajo juntos. Entendíamos nuestros ritmos, sabíamos lo que diríamos, hacia dónde se movería el otro. Si deseábamos el éxito, esto no se debía olvidar por más coraje y decepción mutua que tuviéramos.

Mis padres y Briana se encontraban centrados al escenario, en la cuarta fila. Los de Matthew optaron por uno de los palcos de la derecha, que originalmente se reservaban para directivos e invitados de otras universidades y escuelas que buscaban nuevos y talentosos alumnos.

Sentí un poco de envidia por él; sus padres lo apoyaban y casi parecían forzarlo a ser el mejor en su propia pasión. Yo nunca tuve la completa aprobación de los míos y en serio la quería. Esta era mi única oportunidad para que tomaran en serio mis deseos, o al menos para que ya no se quejaran de ellos.

Boulluch nos miraba desde la primera fila, en uno de los costados izquierdos para que pudiéramos sentirla cerca. Muy poco volteé en su dirección, pero las veces que lo hice siempre percibí una mirada profunda y calculadora, lectora de nuestros movimientos y frases. Me sentí aliviado al no ver desaprobación en sus ojos ni por un segundo. Lo estábamos haciendo bien.

Matt y yo usamos nuestros personajes para tener un intercambio de palabras constante. Si no fuera por esa obra, no habríamos vuelto a hablar. Me sentí aliviado y en calma cuando lo escuché dirigirse a mí, fingiendo una y otra vez que éramos los mejores amigos del mundo desde el inicio de nuestras vidas.

Su actuación teatral siempre me gustó. Fue uno de los causantes por los que terminé enamorándome de él. Durante todo el tiempo que lo pasamos juntos me conmovió la pasión que derrochaba al momento de pisar los escenarios, hablar a lo alto y realizar ademanes mientras seguía el guion que ya tenía memorizado.

Antes quería ser como él, quería imitar su actuación. Pero eso acabó quedándose solo en admiración, pues en el último mes desarrollé —gracias a mis ensayos con Isaac— un estilo propio que armonizaba con el suyo sin volverme su sombra. Matthew ya no sobresalía demasiado por encima de mí.

En las primeras dos escenas no nos equivocamos. Esto me ayudó mucho a aumentar mi confianza, a sentirme bien, a que el nerviosismo y la ansiedad se redujeran hasta casi desaparecer. Antes de que me diera cuenta, dejé de preocuparme por Matthew y comencé a divertirme de verdad. Reviví aquella pasión que creí que dejaría ante el temor de hacerme más daño.

Nuestros personajes, Chris y Thomas, hablaron sobre sus preocupaciones, sobre su futuro y sobre las expectativas que sus adineradas familias tenían sobre ellos. Todos en la alta sociedad aguardaban ansiosos a que contrajeran matrimonio con alguna hermosa mujer, formaran una familia y se dedicaran a los negocios hasta el día de sus muertes. Sin embargo, eran objeto de crítica por pasar más tiempo en viajes y diversión.

Chris cedía más ante la presión que Thomas, por ese motivo debatía consigo mismo qué era lo que quería hacer de su vida. Aquello siempre rondó por su mente en comparación con su mejor amigo, que deseaba ser libre hasta la muerte.

En múltiples veces este par manifestó con sus célebres frases la importancia de tenerse el uno al otro, así como también los problemas que esto les generaba. Se influenciaban mutuamente y se hacían dudar de sus objetivos personales.

Podían hacer lo que quisieran siempre y cuando eso no involucrara alejarse y tirar por la borda toda una vida de anécdotas construidas juntos. El amor y la lealtad que se tenían los convertía en hermanos, en más que los hijos ricos de dos familias. Eran el uno para el otro, almas gemelas; una sola mente separada en dos cuerpos.

El final que deseo [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora