Se me hacía difícil perseguir a aquel cazador. Era de noche, llevaba días sin descansar, y de no haber sido por su coche, ya le habría cogido. No iba a conseguir nada con mis piernas de humana, pero tampoco veía ningún animal por allí cerca. No tenía ayuda, estaba sola. No podía ver, y para colmo las ruedas de su estúpida máquina móvil no dejaba de levantar polvo tras de sí.
No podía ir por los árboles, había muy pocos y estaban a larga distancia los unos de los otros. Eso es lo malo de la sabana.
Me paré. Sabía que no iba a alcanzarle así. Era imposible. Miré hacia un lado, después hacia el otro, y vislumbre una sombra extraña.
Estaba tumbada en el suelo, apenas se movía. Me acerqué despacio pero rápido al mismo tiempo, y le miré. Era un hermoso león. A juzgar por su aspecto, no era viejo, pero tampoco joven. Como no había ninguna manada cerca, pensé que se trataba de un león solitario. O eso, o le acababan de expulsar de una.
No quería despertarle, pero necesitaba su ayuda, así que le sacudí con cuidado. Abrió los ojos de par en par y me miró atentamente.
- Hola, amigo, en nombre de todos los animales de la sabana, te pido tu ayuda.
Despacio, se levantó sin apartar la mirada de mi.
- Si necesitas mi ayuda para salvarnos, - me dijo tranquilamente - te la prestare, por él bien de los míos y de mi territorio.
- Muchas gracias, amigo.
Entonces, se inclinó hacia mí, y posé mi mano en su cabeza. Me concentre en coger toda la fuerza que me dio, y cuando supe que había recogido toda, me aparté.
Mirando mis nuevas zarpas y las largas patas, le dije:
- Muchas gracias león, la fuerza que me prestas se te será concebida una vez haya acabado esta misión.
Se volvió a inclinar en modo de despedida, hice lo mismo y salí corriendo emprendiendo mi camino tras aquel hombre.
Tras unos cortos minutos corriendo conseguí ver unas luces procedentes de algo que se movía. "Ahí está" pensé, y corrí aún más rápido. Supuse que al ver que ya no le perseguía nadie había encendido los faros, cosa que fue un terrible error.
Tras unas zancadas más llegué hasta el coche y corrí hasta ponerme delante de él. Sin vacilar, salté sobre el capó haciendo que el hombre perdiera el control.
El coche volcó y aproveché para romper él cristal y meterme a por el hombre. Tenía los ojos cerrados y la cabeza llena de sangre, pero escuchaba su corazón latir.
Le cogí con la boca de la chaqueta que llevaba y le saque del coche para volver a donde había comenzado todo.
Al cabo de una hora corriendo aún en el cuerpo del animal, entré en La Cueva. La Cueva era la casa de la manada del rey, era el mejor sitio de la sabana, y el mas alto.
Nada mas entrar vi a Axía, el rey de la sabana. Axía era el león más grande que jamás había visto, era un animal sabio y valiente, y un gran líder. Solté al hombre él cual aún no había despertado.
- Gracias, Ayala.
Cerré los ojos y poco a poco sentí que toda aquella adrenalina se esfumaba, y cuando volví a abrirlos volvía a tener mi aspecto de siempre.
- De nada, rey Axía.
Le sonreí, y seguidamente Axía llamó a dos leones más jóvenes para que se llevasen a aquel hombre. Muchas veces les había llevado hombres y mujeres así, sin embargo no sabía que les hacían. Aunque eso me daba igual, ellos iban a matar a mis amigos por sus pieles nada más, no se merecían ni una pizca de piedad.
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Nahual
AdventureHe estado al borde de la muerte varias veces. Bien por culpa de balas, o bien porque más de una vez he sido atropellada. O cosas así. El caso es que mis heridas las causan los humanos. Me llamo Ayala. ¿Mi edad? Más o menos 18 años. Soy una humana...