Capítulo 4: El Mar

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El sol me pegaba en toda la cara. Abrí los ojos e inmediatamente tuve que cerrarlos por la luz.

- Venga, levantate, tenemos que irnos.

- Buenos días - dije sabiendo que no obtendría respuesta.

Me levanté. A juzgar por donde estaba el sol, era pronto, muy pronto, pero teníamos un camino largo por delante.

- Bien, hoy llegaremos al mar. - Miré a Alai y suspiré.

- Sigo sin saber como quieres cruzarlo.

- Eres tú la que debería pensarlo, pero ahora tenemos que comer algo - dijo, le miré y vi que estaba mirando algo - así que no hagas ruido.

Con sigilo se separó de mi adentrándose en él matorral de plantas secas. En un abrir y cerrar de ojos, se abalanzó contra algo que yo no alcanzaba a ver.

- Venga, ven aquí.

En cuanto me dijo esas palabras, no dudé en ir con él. Cuando le vi, estaba encima de una cebra, y pude ver como una manada entera corría en dirección contraria a la de donde habíamos dormido.
Les volví a mirar, Alai ya estaba disfrutando de su comida y no dude en ayudarle.

Tras comer, sentí como Alai me miraba por primera vez desde que habíamos salido de casa.

- Si había cebras, tiene que haber agua por aquí cerca. - Y tenía razón.

Me acababa de dar cuenta de que estaba sedienta. Alai comenzó a andar, y no dudé en seguirle. En poco tiempo teníamos un río delante de nuestras narices. Salí corriendo hacia él, con Alai detrás.

Una vez llenos tanto de comida como de agua, Alai se puso en marcha sin preocuparse de si le seguía o no. Con unas zancadas me puse a su altura, y caminé con él.

- ¿Cuánto crees que nos queda para llegar al mar? - le pregunté.

- No sé. - Y no me esperaba una respuesta mejor.

No podía quedarnos mucho, pero aun así lo difícil estaba por llegar.

Tras no sé cuantas horas andando, pude vislumbrar agua. Mucha agua. Muchísima agua. Aun nos faltaba una hora si seguíamos a ese ritmo, pero la veía, allí estaba. No sé si fue de la emoción de ver el mar, pero pegué un grito y corrí en dirección al mar.
Alai dio un gruñido de rabia y corrió tras de mí.

En menos de lo que yo creía estabamos en la orilla, tras haber expantado un grupo de avestruces, las cuales Alai había mirado con cara de tener mucha hambre. Sin pensármelo dos veces me tiré al agua. Eso era vida.

Miré a la orilla y ahí estaba Alai, mirándome seriamente. Rápidamente salí del agua.

- Tenemos que encontrar una forma de cruzar todo esto. - señaló el mar con la cabeza.

Escuché un sonido raro, y supuse que Alai también lo había escuchado ya que se puso alerta.
Miré hacia un lado: nada. Al mirar hacia mi otro lado lo ví: una ballena.

Estaba en la arena, y al parecer no podía volver al mar. Sin pensármelo dos veces, salí disparada a ayudarle.

- Hola, ¿qué ha pasado? - le pregunté.

- Estaba nadando, cuando sin querer encalle en la arena, intenté volver al mar, pero lo único que conseguí fue salirme más del agua.

- No te preocupes, te ayudaremos. - le aseguré y miré a Alai.

- Ayala, no tenemos tiempo...

- Alai - le interrumpí - siempre hay tiempo para ayudar.

Y me acordé. Salí corriendo en dirección contraria al mar. Busqué con la mirada al grupo de avestruces que antes había huido de nosotros. Ahí estaban. Corrí hacia ellas, y me pare en frente de la primera que vi.

- Hola, necesitamos tu ayuda.

La avestruz me miró.

- ¿Por qué?

- Una ballena, no puede volver al mar, y necesitamos vuestra ayuda.

- ¿Y qué conseguimos nosotros? - me preguntó.

- ¿A parte de ayudar a salvar una ballena, y posiblemente el mundo? - al no obtener respuesta proseguí - le pediré a Axía que prohíba la caza de avestruces en toda la sabana.

- ¿Axía? Claro, y yo soy Dios - me contestó la avestruz a la que había preguntado primero.

- Pertenezco a su manada. - dije seria.

Las avestruces se rieron en mi cara. No pude evitar enfadarme, y enseguida dejaron de reír. Nunca me había sentido tan bien.

- ¿Ahora la creéis? - me desanime al escuchar la voz de Alai detrás de mí.

Las dos avestruces asintieron, y llamaron a todo él grupo. Nos siguieron hasta donde se encontraba la ballena.

- ¿Y ahora que piensas hacer? - me preguntó Alai.

Corrí hacia el árbol mas cercano, y tras pedirle perdón le arranque unas cuantas ramas. Con hierba las até entre si, y volví a la orilla.

- A ver, en cada rama quiero cuatro avestruces.

Las aves me hicieron caso y se colocaron al rededor de la ballena justo como les dije.

- Las demás, delante de...

- Me llamo Orquídea.

- Está bien, todos delante de Orquídea. - ordené.

Todos se pusieron delante, y le pedí a Alai que me ayudase desde detrás.

- Está bien, en cuanto os diga, empujar. Una, dos y... ¡Ya!

En cuanto dí la señal, todas empujaron en la misma dirección. Le dije a Alai que se quedase ahí y entonces me puse delante y las ayudé a empujar.
En seguida, Orquídea estaba ya en el mar, y ya pudo entrar ella sola.

- Gracias a todos y a todas. Le haremos saber a Axía la promesa que os hicimos. - les dije a todas las avestruces, y estas se fueron.

- Gracias por ayudarme - me giré hacia Orquídea y la sonreí.

- De nada, amiga.

- Si hay algo que pueda hacer por vosotros, solo decírmelo.

- La verdad... - miré a Alai - es que si la hay.

Y en una cuestión de minutos, Alai y yo nos encontrábamos cruzando él mar encima de una ballena enorme.

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