Capítulo 4

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El resto de la semana paso con una rutina casi igual. En la universidad estaba siempre con las chicas y cuando Adrián y Mauro tenían horas libres las pasaban con nosotras. El chico moreno que casi me golpea con el balón se acercó el miércoles a nosotras en la cafetería y se presentó como Adan, tenía un humor contagioso, todo era risas y chistes y ya sabía imitar a dos de nuestros profesores y a partir de ese momento se pegó a nosotras.

En casa las cosas no fueron muy diferentes, hacía mis deberes antes de dormir, llamaba a mamá y me acostaba. A Sebastian sólo lo vi el jueves en la noche mientras estaba en la sala haciendo una asignación de inglés.

- Hey, hola- le dije,- te perdiste ayer.- Y le sonrei, ya se había disculpado así que quería llevar la fiesta en paz.

Él me miro y sólo respondió un escueto, -Hola- y se dio la vuelta y se fue. ¿Que mierda le pasaba ahora?, ¿quien coño lo entendía? Un día se disculpa, luego se desaparece y cuando aparece es con su mal humor del principio. "Estúpido y sensual bipolar"

Así llegó el sábado por la mañana. Yo bajé a desayunar con mi short de pijamas y una camisa de tiros. Sergio llegaría hoy y a Sebastian no lo había vuelto a ver y dudaba que me lo pudiera cruzar hoy. Abrí el refrigerador para sacar la leche, tomé un bol y una cucharilla y luego fui a buscar el cereal que estaba en el gabinete arriba de los mesones. Intenté tomar la caja de cereal pero estaba hasta el fondo y con mi 1,60 -tamaño hobbit- en puntillas sólo lograba rozar la caja con la punta de mis dedos. Ya estaba pensando en buscar una silla o comer otra cosa cuando lo escuché.

- ¿Necesitas ayuda?- oí la voz de Sebastian muy cerca de mi. Un nada lindo chillido salió de mi boca acompañado de un salto involuntario, mientras veía su brazo pasar encima de mi y tomar la caja de cereal.

Me giré rápidamente con una mano en el pecho. Sebastian tenía el torso desnudo, estaba descalzo y sólo llevaba puesto un short. Sus ojos escudriñaron mi cuerpo de arriba abajo y vi su manzana de adan subir y bajar. Yo no sabía si mi corazón latía así de frenetico por el susto o por tenerlo tan cerca de mi. Sólo hacía falta moverme unos centímetros para poder tocarlo.

- Creo que querías esto,- dijo con voz enrronquecida, poniendo la caja de cereal ante mi.

- Gra... Gracias,- pude apenas decir cuando conseguí mi voz. Sentía mis piernas como gelatina. Él me miró a los ojos un segundo y eso hizo que un escalofrío atravesara mi cuerpo, para luego dar un paso atrás y dirigirse al refrigerador. Mis ojos aprovecharon el momento para recorrer su trabajada espalda en la llevaba tatuado un escorpión sobre el omoplato derecho, -"¿Me picarias con tu aguijón, Rey escorpión?", musitó esa loca vocesita. No podía seguir llevando mis pensamientos por ese camino porque ya empezaba a sentir los efectos en mi cuerpo.

Me di la espalda y con manos temblorosas serví mi cereal y salí de ahí como bólido hasta mi cuarto. Sebastian me descolocaba completamente, frente a él era un manojo de nervios y quería evitar en lo posible que fuera tan evidente para él su efecto en mi. No salí el resto de la mañana, no quería toparme de nuevo con él porque no sabía a que atenerme.

A media tarde escuché a alguien tocar mi puerta y la voz de Laura del otro lado, me levanté inmediatamente a abrirle y ella saltó en mis brazos y me dio un sonoro beso en la mejilla.

- Vamos a jugar Cami,- me pidió, mientras veía como Sergio se asomaba por el marco de la puerta y me sonreía.

- Hola Cami,- dijo- siento interrumpirte pero no pude contenerla más, estaba histérica por verte.

Le sonrei,- No hay problema,-dije hacia él.- Vamos enana, busca tus juguetes.

- Yupiiii,- exclamó mientras se bajaba de mis brazos y corría a buscarlos.

VIVIENDO CON MIS "PRIMOS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora