Capítulo 1

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- ¡Mierda, por fin!- exclamé, lanzandome en la cama después de haber estado cerca de cuatro horas cargando cajas, vaciando su contenido y acomodando todo en el que sería mi nuevo cuarto.

- Te faltó esta, Mila- pude oír a mi mamá diciendo mientras entraba con otra caja en sus manos y yo ponía mis ojos en blanco y me quejaba. Menos mal que sería la última, estaba agotada y sudando por el esfuerzo.

- Ve a bañarte y bajas a comer- me dijo, colocando la caja en el piso antes de salir y cerrar la puerta.


"Vamos Camila, expulsa la vagancia de tu cuerpo". Haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, logré lenvantarme de la cama y dirigirme al baño. Al entrar fui primero al lavamanos para echar agua en mi cara. Observé mi reflejo en el espejo, mis grandes ojos color miel estaban rodeados de unas pequeñas ojeras que me hacían lucir cansada, mi cabello castaño, largo y risado estaba amarrado en una cola alta con varios mechones sueltos. "Con esa cara te podrían contratar para la casa de los muertos, querida" me reí de mi misma para luego proceder a desvestirme y entrar en la ducha.

Después de mi relajante baño, bajé las escaleras en busca de mi madre. Suponía que ella estaba igual de cansada de yo, es lo normal despues de un viaje de 8 horas en carretera desde el pueblo donde viviamos hasta aca, la ciudad que sería mi hogar por los próximos 5 años, mientras cursaba ingeniería civil en una de las mejores universidades del país, en donde, tras mucho esfuerzo, había conseguido una beca.

Camino a la cocina me tomé el tiempo de curiosear un poco en la casa. Era de dos plantas, arriba estaba el que sería mi cuarto, que tenía baño incluido y seis puertas más de las cuales sólo una, la del final del amplio pasillo, estaba sin seguro y pude notar que era un baño. Supuse que las otras cinco eran habitaciones, pero al estar cerradas no pude saber con certeza.

La casa era de tía Miriam, no era realmente mi tia, sino una muy buena amiga de la infancia de mi madre, eran vecinas y se criaron juntas hasta que tía Miriám se mudó con su esposo e  hijos por el trabajo de este. Cuando Miriám supo que la hija de su entrañable amiga Nancy fue aceptada en una universidad en su ciudad no dudó en ofrecerme alojamiento. Miriám había salido del país hacía tres años junto a su esposo y su hija menor, ya que gracias a su prospero negocio inmobiliario habían logrado abrir una sucursal en el extranjero y decidieron mudarse. Su hija, Sofia de 15 años estudiaba allá y ellos venían solo en vacaciones y fiestas decembrinas.

Aquí habían dejado a sus dos hijos mayores, el menor de ellos, Sebastian estudiaba arquitectura y el otro, Sergio, ya graduado de administración se encargaba de las tres surcusales del negocio familiar que tenían en el país. Yo recordaba haber visto a mis "primos" varias veces de pequeña hace algunos años pero había sido hace tanto que si los veía en la calle probablemente no los reconocería. Recuerdo a Sofia como una niña linda, siempre con coletas de colores y su inseparable oso de peluche azul, aunque era tres años menor que yo siempre que nos vimos fue una buena compañera de juegos. Sergio el mayor era alto y muy delgado, con cara bonachona y siempre sonriente, recuerdo que era amable y me daba dulces a escondidas de mis padres, el otro hermano, Sebastian, era gordito, bajito, no era nada amable y siempre halaba mi cabello, o me molestaba y me sacaba la lengua, nunca me lleve bien con él.

La planta de abajo constaba de un recibidor, una amplia sala con tres sofás  y una mesita en medio de ellos, un estante con una innumerable cantidad de trofeos y diplomas, en el pasillo había una pared con varias fotos, un baño, una puerta también cerrada con seguro (sé que no debería intentar abrir todas las puertas, pero solo quería ver, no era curiosidad mal sana), y al final una cocina y el comedor.

VIVIENDO CON MIS "PRIMOS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora