Capítulo 6

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Karina estaba echándose crema en la cara cuando oyó que la puerta de su casa se abría y, poco después, también la de su habitación. A través del espejo del tocador vio a David acercándose.

Su novio apoyó las manos sobre sus hombros y ella le sonrió.

-¿Estás lista? -Preguntó.

-Casi. Hoy llegas pronto.

-Sabía que si te hacía esperar me ibas a matar.

Gracias a su nuevo trabajo Karina había conseguido unas buenas entradas para ver la vuelta de la supercopa en el Bernabéu, y decir que le hacía ilusión era quedarse corto. David estaba seguro de que habría sido capaz de irse sin él si iba tarde.

Ella se rió pero le dio la razón: con un clásico no se juega.

-Me pongo la camiseta y estoy lista -prometió.
Tiró de cualquier manera la que llevaba puesta y se encaminó hacia el armario mientras su novio la miraba embobado.

-¿Sabes? En realidad nos sobra tiempo hasta las once...

Karina sacó su camiseta de Ramos y se la puso rápidamente.

-Buen intento cariño -le dio un suave beso en la comisura de los labios-, pero no. Nos tenemos que ir ya.



***



La primera ocasión del Madrid la tuvo Modrić en el minuto 2, y ahí fue cuando Karina empezó a alterarse. Luego, cuando Asensio marcó en el 4, gritó de alegría y se lanzó a los brazos de su novio.

David, que los únicos colores que había sentido en su vida eran los del Newpi cuando veía Oliver y Benji, no acababa de entender ese entusiasmo, pero la abrazó igualmente.

Algo parecido pasó el resto del partido, con una Karina emocionada y exultante por la superioridad de su equipo y un David más fascinado por ella y la pasión que le ponía que por Madrid y Barça.

En el minuto 75, cuando se marchó Asensio, ella se dejó la garganta porque bien lo merecía, pero gritó aún más cuando vio que entraba Theo.

Pese a todo, o quizá por todo, se sentía muy orgullosa de él, de verle debutar en casa, y feliz por compartirlo de algún modo.


Entre tanto Theo, al borde del campo, atendía a las indicaciones de Zidane y procuraba concentrarse. Antes de salir se quedó mirando un momento a la afición, a sabiendas de que aquel era un momento único.

Y se preguntó si ella también le estaría viendo. Probablemente; siempre había sido madridista hasta la médula y en aquel momento estaría animando a su equipo desde donde fuera.

Sí, Paula estaría viendo a su Madrid, viéndole a él debutar. Y saberlo le hizo sonreír por mucho que la suya fuera una situación insostenible.


La locura se desató nada más acabar el partido: celebraciones, fotos, felicitaciones, periodistas intentando cazar a cualquiera para entrevistarle...

Estaba sacándose una foto con la copa junto a Adriana y su madre cuando vio a Paula acercarse.
Así que había estado allí. Por un momento se quedó en blanco, pensando que le había visto en directo y en lo bien que le quedaban esos vaqueros ajustados.

Ella le miró de refilón, pero siguió avanzando hacia donde estaba Ramos. Cómo no, pensó. El capitán la saludó con cariño nada más reconocerla, y aunque por fuera Paula se mantuvo normal Theo sabía que interiormente estaba levitando, sobre todo cuando le ofreció su camiseta.

Se hizo un par de fotos más, otra con Adriana y una solo para las redes sociales del equipo, pero en cuanto su mirada volvió a cruzarse con la de Paula puso una excusa y se fue hacia las duchas, donde sabía que en ese momento estarían solos.

Ella apareció poco después, y fue directa a abrazarle. Theo la envolvió entre sus brazos y aprovechó para observarla de cerca: tenía las mejillas arreboladas, le brillaban los ojos y sonreía de una manera contagiosa. Estaba preciosa: la euforia le hacía bien.

-¿No serás tú la más bonita del Santiago Bernabéu? -Preguntó en un susurro.

Cuando se habían conocido él le había dicho una frase muy parecida, y sabía instintivamente que ese era el momento de volver a usarla. La sonrisa de Paula se amplió y le dio un suave beso en la mejilla.

-Enhorabuena campeón -le felicitó, con la voz ronca por todo lo que había gritado, y volvió a estrecharle.

Él le dio las gracias y enterró la cabeza en su pelo. Pasaron así un momento, sin apartarse ni un milímetro: aquel momento era algo que solo ellos comprendían y por eso necesitaban pasarlo juntos. Porque para bien o para mal, pero Theo sabía que si estaba allí se lo debía fundamentalmente a su madre y a Paula.

-¿Me das tu camiseta? -susurró en su oído. Quería guardarla.

Theo se la quitó y se la tendió sin dudarlo.

-Gracias -dijo y aprovecho para acariciar suavemente sus hombros.

Él suspiró y pasó los dedos por su mejilla.

-Tenemos que hablar, ¿no? -No quería decir aquello, pero sabía que la situación era insostenible y el propio Isco le había hecho jurar el otro día que se lo diría.

Paula asintió, un poco decepcionada.

-Pero hoy no es el momento. ¿Mañana tienes el día libre?

-Sí.

-Yo voy a estar todo el día en casa. Sigo viviendo en el mismo sitio.

Había pasado tantas horas allí que no necesitó que le refrescara la dirección. Solo asintió.

-Disfruta de tu victoria.

Nada más decirle esto, Paula le dio un breve pico y se marchó, camiseta en mano. Las despedidas seguían sin ser lo suyo.

Verte volver || Theo Hernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora