Capítulo 13

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No volvieron a verse en lo que quedaba de semana. Theo tenía la agenda completa entre los entrenamientos y cosas que se había comprometido a hacer, y  Karina se encerró en su despacho para darle forma al proyecto que tenía en mente para Valdebebas. Era ambicioso, sin duda de lo más ambicioso que había diseñado hasta la fecha más allá de algunos trabajos durante la carrera, pero sabía que la directiva iba a estar muy satisfecha. Y, definitivamente, el presupuesto no iba a ser un problema.

Esos días encargó incluso que le llevaran la comida a casa para no distraerse y perder el mínimo tiempo posible. Su único descanso fue para ver el Madrid - Valencia con Clara y Julia, otra de sus mejores amigas. El empate la hizo suspirar exasperada, aunque al menos pasó un buen rato: hacía tiempo que necesitaba una tarde con sus amigas, y sobre todo con las maravillosas galletas de mantequilla y pepitas de chocolate que hacía Clara.

Tenían muchas cosas que contarse, y aunque Paula era la que más tenía que decir también fue la que menos habló. En parte porque  quería reservarse lo suyo con Theo, fuera lo que fuera, un poco más, y en parte porque le gustaba quedarse callada en los momentos así, escuchar a sus amigas hablando y la atmósfera de tranquilidad que por una vez las rodeaba. Aquello era vida.


El lunes Paula estaba disfrutando del primer café del día, pensando en lo bien que sentaba volver a tomar cafeína y mordisqueando un gofre que había llegad a la conclusión de que se merecía porque tenía muchas cosas planeadas para ese día.

Recogió los cacharros del desayuno e iba a ponerse a trabajar cando sonó el timbre.

Su primera reacción fue fruncir el ceño, pensando que tenía que ser David.

Había visto a su novio el jueves, cuando, como de costumbre, él había pasado a recogerla a las diez en el trabajo y habían cenado juntos en su casa. Normalmente habrían pasado la noche juntos, pero Paula alegó que tenía que madrugar mucho al día siguiente y prefería estar en su propio apartamento. David, por supuesto, la acompañó y acabo por quedarse. Hicieron el amor antes de dormirse, pero no era lo mismo y ella tenía la sensación de que los dos lo habían notado. Sin embargo, ninguno dijo nada.

Por la mañana, antes de que se fuera, Paula le advirtió que tenia la semana llena y quería centrarse en dos obras que estaban a punto de concluir. Esa era la peor fase, en la que surgían todos los imprevistos y los problemas que nadie había visto antes y que ella tenía que solucionar tirando de creatividad. Lo último que necesitaba era que la distrajeran y así se lo dijo, evitando delicadamente la palabra molestar, aunque los dos sintieron que estaba allí.

Aun así, prometió que sacaría un hueco para ir a verle. De hecho, había planeado hacerlo esa misma tarde, si terminaba pronto...

Abrió la puerta de manera brusca y con el rostro serio, pero su expresión cambió radicalmente cuando vio que no era David quien estaba al otro lado, sino Theo. Le salió una sonrisa genuina, no podía evitarlo, e iba a saludarle pero él se adelantó cogiéndola por la cintura y besándola.

Esbozó una sonrisa más amplia y pasó las manos por detrás de su cuello.

-Buenos días -dijo antes de volver a besarle.

Theo cerró la puerta tras de sí y se la llevó al sofá, donde ambos se acomodaron y ella no tardó en introducir las manos por debajo de su camiseta.

-Esto sí que son buenos días.

-Y mejores que van a ser -prometió él.

Paula enarcó una ceja de manera sugerente y se sentó directamente sobre él, que le siguió el juego divertido

Sin embargo, la paró cuando intentó quitarle la camiseta, cosa que provocó que protestara, por supuesto.

-Si no vienes a alegrarme el día también puedes irte -se quejó.

El francés se rió por su impaciencia y le apartó el pelo de la cara.

-Te prometo que he venido a alegrártelo, pero si nos entretenemos no vamos a llegar y no podré.

-¿Llegar adónde?

Él sonrió de manera traviesa.

-Es una sorpresa.

-Theo, estoy hasta arriba de trabajo -empezó a decir-. No tengo tiempo para irme a ningún sitio.

-Venga...

-Lo digo en serio. Esta semana es una locura y...

-Y precisamente por eso necesitas distraerte -argumentó él-. Además, seguro que tú ya habías pensado que podría surgir algún imprevisto.

Tenía razón, por supuesto. La conocía demasiado bien.

-Salir contigo no es la clase de imprevisto para el que reservo tiempo -objetó.

Sabía que debería dar la batalla por perdida en cuanto vio la expresión de Theo, esa que ponía cuando estaba totalmente decidido a conseguir algo, pero no iba a hacerlo tan de buenas a primeras.

-No será un imprevisto pero es una necesidad. A ver, ¿cuántos días llevas aquí encerrada?

Paula se mordió el labio inferior pero acabó por confesar y Theo acabó más decidido si cabe a sacarla de allí. Le costó un poco más de lo previsto, pero al final Paula no pudo resistirse a los besos en el cuello.

-Me encanta que seas razonable -murmuró Theo precisamente contra su cuello antes de morderlo suavemente.

Ella gimió y protestó que si seguía así no iban a salir de casa... Así que la dejó ir para que se vistiera. Mientras lo hacía, la chica intentó sacarle adónde irían, pero ahí sí se mantuvo firme. Quería que fuese una sorpresa.


En el coche, él conducía mientras le acariciaba la pierna -no podía evitarlo y le encantaba ver cómo intentaba resistirse- y ella revisaba su lista de reproducción. Se paró en cuanto vio a Dua Lipa y puso New Rules. Aquella canción era su debilidad, y no iba a desaprovechar la oportunidad de cantarla.

Theo la miró divertido, pero no dijo nada y sacudió con la cabeza. En el fondo había echado de menos esos viajes en coche que ella se pasaba cantando lo que fuera que sonara en la radio y que le sonara mínimamente.

Llegaron al Zoo de Madrid y Theo aparcó en una zona reservada.

-¿Me has traído a ver monos? ¿En serio, Theo?

-Algo mucho mejor -le aseguró-. ¿Confías en mí?

-A medias -se rió.

Él bufó y la cogió de la cintura para guiarla hasta la entradas, donde mostró acreditaciones especiales que hicieron que una chica les guiara por un entramado de pasillos.

Paula no dejaba de hacer preguntas que no tenían respuesta, y eso la frustraba. Quizá se hubiera enfadado si no le resultara imposible hacerlo mientras Theo acariciaba su cintura. De hecho, le resultaba muy difícil pensar en nada.

Al fin llegaron a un pequeño recinto restringido para el público donde dos crías de león se paseaban como si fueran los amos del lugar.

La arquitecta miró a Theo con la boca abierta y los ojos brillantes como una niña en Navidad.

-Me has traído a ver a los leoncitos -dijo, todavía sin creérselo del todo. Era uno de los sueños que siempre había tenido, aunque ya lo daba por inalcanzable.

-Mejor aún -el francés sonrío con suficiencia-. Lo de que te llevaras uno a casa no ha colado pero vas a poder darles comida y mimos.

Paula no pudo contenerse más. Le abrazó con todas sus fuerzas y le plantó un beso que se alargó más de lo necesario e hizo carraspear a la gente a su alrededor. Claro que no les importaba.

-Gracias -susurró contra sus labios.

Theo le apartó el pelo de la cara y le guiñó un ojo.

-C'est rien, ma reine.

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⏰ Última actualización: Sep 15, 2017 ⏰

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Verte volver || Theo Hernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora