Capítulo 3

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Karina se miró al espejo y suspiró. Llevaba tiempo pensando que necesitaba un cambio: quizá teñirse de rubia, un tatuaje o un piercing... o un viaje. David y ella habían ido a Florencia el mes pasado, pero en ese momento lo que de verdad necesitaba era viajar sola, no depender de nadie y sentirse libre, estar a solas consigo misma. Quizá podría ir a Brujas o a Tánger... o a París. París bien vale una cena, su padre siempre lo decía. Y ella estaba dispuesta a regalarse una bien cara en algún restaurante con encanto de Montmartre.

Se prometió que lo miraría, pero de momento tenía algo más importante entre manos: una cena de negocios que, si todo iba bien, le daría a su empresa -y más concretamente a ella- uno de los mejores contratos a los que se podía aspirar, uno por el que habían luchado no solo todos los despachos de arquitectos de Madrid, sino también un gran número de fuera de la capital e incluso algunos extranjeros.

El premio era nada menos que hacerse cargo de todas las reformas y ampliaciones que tenía en mente el Real Madrid para sus diversas instalaciones, y el presupuesto superaba el PIB de algunos países pequeños. De ahí la brutal competencia que se había desatado, aunque el asunto por fin parecía zanjado. Eso esperaba ella.

Karina había presentado un primer borrador del proyecto el mes pasado y había gustado mucho, tanto que le pidieron que lo desarrollase un poco más y cuando lo hizo quedaron encantados. Les habían asegurado que el contrato era suyo, pero había una condición antes de hacerlo oficial: una cena. Y no una cualquiera, sino que el presidente había decidido invitarlos a un evento con los patrocinadores y todas las empresas que, de un modo u otro, colaboraban con el equipo de fútbol.

Karina no había dudado: aquella oportunidad, que le permitiría por fin hacerse un nombre propio como arquitecta, bien valía una cena. Sabía perfectamente que lo que buscaban era cogerle la medida, pero pensaba hacer que todo saliera a su favor.

Terminó de maquillarse y se aplicó cuidadosamente el pintalabios rojo de las grandes noches: la ocasión lo merecía.
Cuando la vio salir del baño, ya completamente lista, David abrió la boca y balbuceó algo sobre lo preciosa que estaba. Ella le dedicó una sonrisa algo fría pero también le hizo un cumplido.

Siempre que se trataba de su club a Florentino Pérez le gustaba impresionar, a Karina se lo habían advertido, pero pudo comprobarlo nada más llegar: además de reservar uno de los mejores hoteles de Madrid, se notaba que alguien se había ocupado hasta de los detalles más pequeños y todo desprendía una sensación de lujo sin ostentaciones.

Simón, uno de los socios principales de la firma de arquitectos, estaba esperando, y en cuanto vio a Karina la cogió del brazo y, dejando completamente de lado a David y a su propia pareja, se la llevó al centro de la sala, donde estaba la directiva.

Por el camino no dejó de darle consejos  que ella no necesitaba, y mientras Karina fingía escucharle en realidad estaba escaneando la sala con la mirada. Estaba llena de gente importante, pero eso le daba igual porque ella buscaba a alguien muy concreto, y cuando sus ojos se cruzaron con los de Theo sintió que el corazón le daba un vuelco. Él también la estaba mirando, llevaba haciéndolo prácticamente desde que había entrado, y sorprendentemente fue el primero en apartar la mirada, pero Karina no pudo hacer lo mismo.

Sabía que iba a estar allí, pero no había esperado que siguiera manteniendo ese magnetismo que siempre había tenido para ella. Y sin embargo... Sin embargo sus ojos grises seguían persiguiendo a Theo Hernández hasta en una habitación llena de gente.

Siguió sumida en estos pensamientos hasta que Simón le presentó al mismo Florentino, introduciéndola ya como Karina Varela, 'la arquitecta que se ocuparía de todo'.

Estas palabras fueron las que la hicieron reaccionar: se estaba jugando el sueño de su vida, y no iba a perder esa oportunidad.
El presidente la saludó y recalcó lo joven que era con una amable sonrisa.

-Yo ficho a las grandes promesas lo mismo que tú -Simón se encogió de hombros.

-Ah, pero no deja de haber un factor de riesgo...
Evidentemente la estaba poniendo en duda, y Karina sabía que había llegado el momento de intervenir.

-Correr ese riesgo merece la pena cuando te das cuenta de que has conseguido que el equivalente de Alfredo Di Stefano trabaje para ti -replicó, adivinando que el rollo niña buena no iba a servir de nada.

Florentino volvió a sonreír, esta vez de manera más genuina, y poco después él mismo la acompañó hasta la mesa principal, donde su sitio estaba entre Simón y Emilio Butragueño. Una sola mirada con su jefe lo dijo todo: habían ganado. Más aún, ella había ganado.
Karina disfrutó muchísimo de la cena por esa sensación de victoria, pero sobre todo disfrutó con las miradas que Theo no podía evitar dirigirle de vez en cuando. Aparentemente ella tampoco había perdido su magnetismo, y eso la satisfacía en sobremanera.

La primera vez que le pilló, sonrió de medio lado.

La segunda, se recolocó la melena.

La tercera, le guiñó un ojo.

Y la cuarta levantó discretamente la copa de vino, como brindando.

Se sentía exultante, esa era su noche.

Después de la cena se reunió con David para hablar de su éxito, y ambos se mezclaron entre los demás invitados, pero la mirada de Theo aún la perseguía... Y ella lo alentaba.

Brindó con David, Simón y su pareja con champán del bueno, por todos los éxitos que la esperaban, y luego los dejó para irse al baño.
Mientras se recolocaba el pelo sintió ganas de reírse y comprobó que sus ojos grises volvían a brillar. A lo mejor ya había encontrado el cambio que necesitaba -aunque eso no significaba que fuera a renunciar a París.
Se estaba retocando el pintalabios cuando la puerta se abrió y vio por el espejo a Theo apoyado en esta, las manos en los bolsillos de su traje, observándola.

Esa imagen podía con cualquiera, y ella era de carne y hueso.

Y además esa mirada. La miraba como si la estuviera desnudando, aunque también había algo más que no podía descifrar. Pero la excitaba mucho.

Karina guardó la barra de labios y lentamente se giró hasta quedar de cara a él.

Y esbozó una media sonrisa de gata.

Verte volver || Theo Hernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora