Capítulo 12

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Aquella noche ninguno de los dos durmió.

Fueron a casa de Paula, y ya por el camino Theo no dejó de acariciar su rodilla, transmitiéndole una mezcla de cariño y sensualidad que le hacía sentir que nada había cambiado. Mientras ella se limitó a juguetear con su mano, siguiendo el curso de las venas marcadas, mordiéndose el labio porque sus caricias la volvían loca y por la frustración de no poder devolvérsela. Al fin y al cabo, iba conduciendo y no era buena idea distraerle y arriesgarse a tener un accidente.

Se tomó la revancha en cuanto aparcó. Ella misma le desabrochó el cinturón y se subió a horcajadas sobre él con una agilidad sorprendente.

Lentamente introdujo las manos bajo su camiseta y rodeó su cintura, acariciándole. Inclinó la cabeza hacia la derecha, como midiéndole, mientras Theo la contemplaba con expectación, incapaz de apartar la mirada de sus labios. Poco después, Paula se inclinó para besarle. Fue un beso profundo, con sus lenguas acoplándose más que peleando, el ambiente caldeándose a cada momento.

Ambos jadearon al separarse.

-Muchas gracias por el viaje -dijo Paula con una media sonrisa antes de salir del coche y marcharse contoneando suavemente las caderas.

Theo la alcanzó en el ascensor -había necesitado un segundo para reponerse, recuperar el aliento.

La miró casi como un depredador miraría a su presa.

-Buen intento, preciosa -la agarró por las muñecas y la aprisionó contra la pared del ascensor-. Pero a mí no me dejas así.

Paula se rió y se mordió el labio inferior. Theo le apretaba las muñecas con un poco más de fuerza de la necesaria, pero le daba igual. Había echado de menos esas ansias. No era idiota, sabía que muchos la deseaban, pero nadie la hacía sentir como Theo Hernández al respecto.

Él apretó el botón del cuarto, y antes incluso de que las puertas se cerraran del todo ya la estaba besando. A la altura del segundo tenía la blusa desabrochada, y para cuando llegaron a su piso le había subido la falda hasta casi la cintura.

Entraron rápidamente a casa y no fueron capaces de llegar más allá del salón.

Hicieron el amor dos veces más, ya sobre la enorme cama de ella, y acabaron tumbados, desnudos sobre la colcha blanca. Theo la acariciaba de manera distraída, desde su espalda hasta sus nalgas, a sabiendas de que eso la relajaba muchísimo, mientras Paula dibujaba círculos en su hombro y tenía que contenerse para no ronronear de lo a gusto que estaba. También había echado de menos eso. Ambos lo habían hecho.

Hablaban de cosas sin importancia, esa clase de cosas que, sin embargo, acaban por marcar la diferencia.

-Me gusta como te queda el pelo así -comentó el francés, enrollándose un mechón entre los dedos.

Paula sonrió.

-Me metí un buen tijeretazo después de dejarlo, pero esta es la altura a la que realmente me gusta -explicó.

-¿Y el color? -Inquirió.

-Eso ha sido más reciente. El mes pasado me fui de viaje a Siena... y al volver decidí que necesitaba un cambio.

-Tú y tus cambios.

-Yo y mis cambios -le sonrió y depositó un pequeño beso en su pectoral.

Theo se movió para quedar encima de ella.

-Y sin embargo hay cosas que no cambian -comentó mientras descendía para besarla en el vientre.

Paula suspiró de placer y soltó una risita plenamente satisfecha, justo como sabía que haría.

-Y menos mal que no lo hacen -añadió.

Descendió un poco más para besar su sexo y Paula apretó la colcha entre sus manos.

-Menos mal -convino con un gemido.


-Voy a necesitar una taza de ese café mágico que haces -susurró Theo en su oído mientras veían el sol salir por la ventana.

Paula se estremeció y dejó escapar un suspiro. No quería moverse de allí, no en ese momento y definitivamente no para volver a una rutina después de haber tocado el cielo.

Pero no tenía opción, y ella también necesitaba la cafeína.

-Oído cocina -murmuró con la voz ronca.

-Menuda voz te he dejado -el francés sonrió muy satisfecho de sí mismo. En realidad, después de aquella noche era casi un milagro que no la hubiera perdido.

-Te noto muy satisfecho...

-Lo estoy.

Aprovechó para morder su cuello y Paula gimió automáticamente. Aquello la perdía.

-Como me entretengas no voy a poder hacer café.

-Ojalá. Pero entreno pronto y tengo que pasar por casa antes.

Los dos suspiraron al tiempo, y él la besó en un hombro antes de que se levantara y se pusiera algo de ropa para ir a preparar el desayuno.

Poco después, el olor a café recién hecho inundaba el apartamento y Theo se levantó de la cama y fue a la cocina.

Paula estaba sacando dos tazas, y mientras cantaba y meneaba su cintura muy suavemente al ritmo de la música. Se quedó observándola desde el marco de la puerta.

-Como me acuerdo de Marrakech, las despedidas en Chamartín,
tus subidas al norte, las dulces noches, de aquel noviembre en París.

-Has cambiado de canción -comentó. Antes Paula siempre cantaba lo mismo cuando hacía el desayuno.

Ella ni siquiera se volvió para responder.

-Sí. Ya tocaba.

-Tan deprimente como la última.

-Las canciones alegres no pegan por la mañana -se encogió de hombros.

Sirvió dos tazas de café bien cargado, solo el de Theo y con un chorrito de leche el suyo. Los dos brindaron, acordándose de lo que solían hacer los viejos tiempos, y se echaron a reír.

Reírse delante de un café y llorar enfrente de tequila, esa había sido siempre su rutina. Y nunca habían conseguido desligar del todo esa bebida del otro. De ahí que Paula se hubiera pasado al té y que Theo siempre se emborrachase con tequila.

Paula se mordió el labio inferior y dio un largo trago.

-¿Por qué Karina? -Preguntó Theo de repente.

A ella se le atragantó la bebida. No se esperaba aquella pregunta.

-Quiero decir, ¿por qué ahora todos te llaman así? -Explicó él, malinterpretando su silencio. Le había entendido desde el principio, pero no sabía que decir.

Podría haber respondido que Karina Varela era un nombre profesional mucho mejor para que la recordaran. Eso era verdad, pero no habría sido honesto.

-Porque no quería seguir siendo la misma chica que salió con Theo Hernández -suspiró al final-. O al menos, no quería que la gente me recordara por ello.

-¿Te arrepientes?

-No -la respuesta, rápida y concisa, llevaba el sello de la verdad-. Pero no necesitaba que me lo recordaran.

Se hizo un momento de silencio, roto por Theo cuando se acabó el café.

-Para mí siempre vas a ser Paula.

-Para ti siempre quiero ser Paula.

Verte volver || Theo Hernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora