Mi Leo...

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Esa noche la luz de la luna penetraba las grandes ventanas del departamento del poeta mientras que Rodrigo, como un niño, se paseaba por la enorme habitación  que Leonardo tenía como sala. El muchacho se dio vuelta y vio al pelinegro mirarlo desde la sombra, se acercó a él y con un brazo  rodeó la cintura de Leonardo mientras que con la otra acariciaba su mejilla:
- Maestro...
- dime Leonardo...- Rodrigo le sonrió amorosamente:
- ¿está bien si te llamo  mi Leo?
Leonardo se sonrojó con la propuesta del joven que lo tomaba entre sus brazos: -mi... mi Leo?...- y antes que pudiera decir algo más lo silenció con un tierno beso.
Poco a poco Rodrigo lo arrinconaba contra la enorme ventana de la sala, se apegaba al cuerpo tembloroso de Leonardo mientras que no paraba de besarle dulcemente; Leonardo en un intento de detener el impulso del joven trató de apartar sus manos que de forma desesperada intentaban penetrar la camisa del poeta:
- Rodrigo... detente... no es momento
Decía mientras temblaba bajo los besos y caricias que Rodrigo le daba. A duras penas se separó del poeta y mientras lo miraba se dio cuenta que su amado estaba todo sonrojado y jadeante, le temblaba las manos y al ver una gota de su sudor rodar por su mejilla, atravesar su cuello y perderse en el escote de su camisa se dio cuenta  que Leonardo jamás había estado con una persona y micho menos había tenido sexo.
Delicadamente tomó la barbilla de Leonardo y la levantó un poco, se acerco a una distancia demasiado peligrosa lo que hizo que Leonardo cerrara sus ojos esperando el beso pero no lo hizo, muy lentamente Rodrigo fue desabrochando los botones de su camisa mientras que rozaba intencionalmente la piel del abdomen del poeta hasta hacerlo temblar. Rodrigo lo miraba sonriente y sonrojado, lamió la comisura de los labios del pelinegro y le susurro: -¿quieres que pare?- Leonardo lo miró sin saber que decir y sólo pudo bajar la mirada al mismo tiempo que depositaba su mano temblorosa en el pecho de su compañero:
- no... no es eso- dijo mientras se acomodaba la camisa que ya descubría su pecho por completo:
- Rodrigo... siento un vacío en el pecho que me está quemando y no se cómo quitarme esta sensación... lo siento quizá no sea bueno que me tengas cerca y no quiero lastimarte pero no podemos hacerlo
- Leonardo... ya terminaste? Al parecer tú jamás habías experimentado lo que es el amor y el desamor... lo que sientes lo entiendo y lo siento cada vez desde que te conocí, me... he enamorado de ti y a diferencia del hombre por el que titubeas yo jamás  te dejaría
- Pero que cosas estas diciendo... ¿cómo puedes estar enamorado de mí? Quizá sea una ilusión tuya... algo que no soy
- ¡¡No es así!! Admito que desde que leí tu trabajo he estado enamorado de ti y te he admirado pero ahora que te conozco y te tengo todo es distinto, tú eres todo lo que tus palabras me han mostrado.
Rodrigo tomó el brazo de Leonardo y lo jaló hacia sí mismo: -no te encierres... déjame hacerte sentir bien y si realmente no te gusta me iré y jamás sabrás de mi- al decir esto Rodrigo volvió a besar el cuello de Leonardo mientras sostenía con fuerza sus manos, volvió a desnudar el pecho del poeta para recorrerlo esta vez con su lengua y Leonardo miraba sorprendido a aquel muchacho que lo hacía gemir cada vez mas y mas.

-... así que... lo estás disfrutando no Leonardo?- le dijo sonriente mientras frotaba el miembro del poeta sobre su pantalón: -quiero que te enamores de mi... acaso eso es imposible?- y de un tirón bajó lo último que le impedía ver por completo la desnudes de su compañero.

-pe... pero que haces?- dijo Leonardo mientras se cubría su pene con ambas manos, Rodrigo se puso de pie y volvió a acorralarlo:- como puedes avergonzarte de tu deseo- tomó el miembro de Leonardo con una mano y con la otra acorraló sus manos: -mira como estas de duro con sólo unos besos... ahora te are sentir mucho mejor- y al decir esto comenzó a frotar el pene de un poeta que ya no pensaba con claridad. Poco a poco Leonardo empezó a buscar la boca de Rodrigo y en un intento de provocarlo lamió con timidez la comisura de sus labios: -así que quieres jugar?- de repente lo cargó apoyando su espalda contra la pared, Leonardo lo único que podía hacer era sujetarse de su cuello mientras que su compañero aprovechó el momento para masajear su lengua con la suya en un violento beso. De repente las manos de Rodrigo que estaban sujetando los muslos del poeta se deslizaron hasta su trasero y comenzaron a masajearlos y a apretarlos:-

Esa Sonrisa Tuya (Yaoi) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora