Capitulo 11 | ¿Qué quieres decirme?

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Al escuchar sus palabras, mi corazón dio un brinco por la revelación que hace. Esté hombre es una caja de sorpresas. Mi corazón comienza hincharse de felicidad. Es que no lo puedo creer que el mismo haya tomado esa decisión.

—¿Qué dices? —me saca de mis pensamientos, sonrió. Están desesperado.

—Sí— chillo.

No puedo evitar agarrarlo de su cuello y plantarle un beso presionando sus labios, seguido dejo un reguero de besos por su rostro. Él no sabe cuánto tiempo llevo esperando esto. Limpio sus lágrimas, mientras el esboza una sonrisa.  Vuelvo a presionar sus labios contra los míos. Sus manos agarran mi cintura me jala hasta sentarme en sus piernas.

—Te quiero— murmura sobre mis labios.

Siento mi corazón desbocarse por escuchar lo que tanto he anhelado escuchar de sus labios. Su agarre es delicado, en estos dos meses él ha aprendido a tenerme paciencia. Le doy un beso en su mejilla.

—Yo te quiero más —susurro cerca de su oído.

—Me gusta que me lo digas —confiesa.

—¡Te quiero! ¡Te quiero! —murmuro sobre sus labios. Aunque me encantaría decirle que en realidad lo amo, no quiero asustarlo ni mucho menos que se retracte de sus palabras.

—Volviendo al tema... Me hubiera encantado tener un hijo tuyo, pero por algo suceden las cosas, a lo mejor no era el momento —siento como el nudo regresa a mi garganta—.  Te confieso que desde que nació Mauro el instinto de maternidad se ha colado por mis venas, pero también me he dado cuenta de que serás un padre extraordinario, nada mas de ver como lo tratas sé que lo serás no dudes de tus capacidades de querer a otra persona, a un que tus padres no te hayan enseñado ese sentimiento, tu tía y mi padre te lo enseñaron. Yo estoy muy orgullosa del trabajo que hicieron contigo.

Sebastián no dice nada, solo agarra mis mejillas para unir nuestros labios. Juega un poco con mi labio inferior y se separa con una sonrisa en sus labios. Me abraza con cuidado de no ponerme nerviosa.

—Gracias eres una excelente mujer— dice.

El carraspeo de una garganta hace que nos giremos para ver a Carmela con una sonrisa. Se acerca dejando la bandeja con trozos de frutas.

—Me alegro de que vayan bien —hace una pausa— que todo vaya mejorando contigo Camila— expresa. Me levanto de las piernas de Sebastián por respeto.

—Gracias Carmela —sonrió, mientras agarro el tenedor.

—¿Dónde está Mauro? —pregunta Sebastián.

—En la cocina de brazo en brazo —responde Carmela—. Permiso.

—Voy a buscarlo para que puedan cocinar tranquilas —excusa.

Se levanta, mientras giro mis ojos. Que se lo crea él, sé que le encanta jugar con Mauro cuando sus papás no están a un que le cueste admitirlo. Lo veo desaparecer por la puerta. Tiro un cojín al suelo para sentar y poder llegar mejor a la mesita del centro.

—ami— balbucea.

Al mirar veo a Mauro en brazos de Sebastián. Sonrió al saber cómo me llama. Me lo pasa para que él poder sentarse a mi lado. Le doy un beso tronado en su mejilla, lo que provoca que ría. agarro una acerola entre amarilla y verde para que muerda con sus dos dientes de al frente. Rio, al ver como se arruga.

—Eres muy mala con tu hermano —dice entre risa.

—Yo jamás —pronuncio con una voz de indignación.

Rendido a tus piesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora