- ...Te he estado buscando, pequeña...
Una suave y familiar voz me cuestionaba, mientras una figura aparecía ante mí. Vestida totalmente de blanco, la figura extendió su mano en mi dirección, ofreciéndomela. Un rostro irreconocible pero a la vez familiar me dirigió una sonrisa cuya calidez invadió todo mi ser. Extendí mi mano para alcanzar la suya--
Y de repente la alarma me despertó.
Miré el reloj adormilada y vi que eran las 9:00, así que comencé a desperezarme, ya que tenía que buscar un veterinario para Haru y comprarle algunas cosas antes de ir a trabajar. Recordé que me habían dicho que debía presentarme en las oficinas de la revista a las 17:00, por lo que debía prepararme rápidamente y ponerme en marcha.
Me di una ducha y me vestí con unos vaqueros, una camiseta de manga corta de color rosa con estampado de conejitos y unas zapatillas, para posteriormente buscar por internet algún veterinario cerca mientras desayunaba algo. Encontré uno no muy lejos de mi casa, aún dentro de la zona residencial, además de una tienda de animales, por lo que cogí mi mochila y me apresuré en visitar la tienda primero. Al rato salí de allí en dirección a casa cargada de bolsas con todo lo que necesitaba para Haru.
una cama, un transportín, un collar antipulgas, un champú y un cepillo para perros, una correa, algunas chuches y un collar con una chapita con su nombre y mi número de teléfono grabados.
Nada más llegar a casa, Haru me recibió con alegres ladridos y meneando la cola. Me pasé un par de horas bañándole y cepillándole, le puse su nuevo collar con su nombre y limpié todos los "regalos" que me había dejado por el suelo. Tras eso, me llevé a Haru en su nuevo transportín al veterinario para hacerle una revisión. Al parecer, no tenía un microchip por lo que no se podía identificar a su anterior dueño, así que aproveché para informarme sobre su adopción y el registro nacional de mascotas. Cuando por fin terminé ya era un poco tarde, por lo que me apresuré en llegar a casa y comer algo antes de ir a trabajar.
Por suerte el responsable me informó de que bastaba con que vistiese informal para ir al trabajo. Decidí vestirme con una camiseta ancha de color negro con la imagen de una cámara, unos shorts azul claro, unos calcetines negros por encima de la rodilla y mis zapatillas favoritas. Me hice un maquillaje natural y me recogí el pelo en una coleta, lo poco que me permitía mi pelo corto. Revisé que tenía todo en mi mochila de la cámara, le dejé suficiente comida y agua a Haru y salí de casa a paso ligero hacia la estación de Shibuya. A pesar de que no estaba acostumbrada al metro tokiota, días antes había estado investigando y por suerte llegué en 20 minutos sin problema alguno, para llegar con tranquilidad al edificio de SHOXX con algunos minutos de sobra y poder esperar al encargado en el hall escuchando algo de música.
Y, a pesar de la cantidad de cosas que pude hacer o pensar durante todo ese tiempo de trayecto, mi cabeza sólo era capaz de pensar una y otra vez en dos cosas: en el chico del día anterior quien me resultaba conocido, y en el sueño que había tenido aquella noche, del que sólo recordaba una voz llamándome. Me resultaba tan familiar aquél hombre y, a su vez, la figura que aparecía en mi sueño, y que sin embargo no conseguía dar con quién era.
Cada vez me perdía más en mis pensamientos, pero por suerte el encargado llegó a los pocos minutos de mi llegada, saludándome con una reverencia a la cual yo respondí.
- Buenas tardes Midorikawa-san, soy Hideki Ishida, el responsable de la sección de fotografía de SHOXX, es un placer tenerla con nosotros por fin – dijo el hombre con una amable sonrisa.
- El placer es mío Ishida-san, es un honor poder trabajar en esta gran revista – contesté agradecida.
- Me gustaría antes de nada enseñarte el estudio en el que trabajarás a partir de ahora – me hizo una indicación para que le siguiese – No sé si estás familiarizada con el contenido que publica esta revista, ¿nos conocías con anterioridad?
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Soulmates Symphony [the GazettE]
FanfictionHay acontecimientos que cambian tu vida completamente, tanto como para mejor como para peor. Y yo siempre pensé en aquél acontecimiento como un recuerdo agridulce que me perseguiría durante toda mi vida. Sin embargo, a mis 26 años de edad, me di cu...