Capítulo 7

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Capítulo 7

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«Aun no existiendo la certeza

de lo que hay en los confines del fin del mundo,

a ciencia cierta,

yo esperaba,

inconscientemente,

que estuvieses tú.»


* * *


Finalizaba el sexto día desde ese martes en que la vida me cambió, rodeado por montones de informes ya ordenados de forma meticulosa: apilados en orden cronológico y separados en folios calificados según su autor. Se trataban de los reportes entregados por los soldados a mi mando al finalizar cada jornada, los cuales yo solía depositar en los registros correspondientes los viernes por la tarde, al cierre de todas las semanas. No obstante, durante aquellos primeros tiempos mecidos en la ambivalencia de lo paradójico y lo irreal, poco esmero era capaz de consagrarle a mis rituales de siempre, tan poco como para verme forzado a relegar esa parte de mi disciplinada rutina del viernes al lunes en cuestión que corría con una lentitud espesa. Me había propuesto hacerlo en casa el sábado a modo de compensación por mi aparente improductividad, luego lo pospuse al domingo, pero los ratos dedicados a ello fueron tiempo perdido debido a mis resultados infructuosos. No lograba enfocarme en nada. Estaba disperso como nunca antes.

Como prueba de mi recién adquirida incapacidad de fijar mi concentración en otra cosa que no fuese Mikasa Ackerman y el asunto que nos liaba, paseaba la vista por sobre las hojas que sostenía en mis manos, sin leerlas realmente. Huelga decir que aquel afán iba empeorando vertiginosamente. Me había dado por no parar de pensarle hiciera lo que hiciese, arrastrándome incluso al extremo en el que ni dedicarme a complacer mi trastorno obsesivo compulsivo por la limpieza y el orden me libraba de su hechizo. En más de una oportunidad me había pillado embriagado de ella, enajenado de las baldosas de la cocina a medio fregar. Mikasa moraba en mi cabeza con ese ímpetu apabullante de quien llega sin la intención de marcharse sin importar qué y yo, más expedito de lo que creía, dejaba de ser dueño de mí mismo.

Su fantasma en mis pensamientos se evaporaba de a ratos, sí, pero no por mucho. Apenas lograba distraerme con cualquier cosa, regresaba con más fuerza mi embeleso por sus bonitos rasgos cincelados o la inquietud por el recuerdo de sus ojos alicaídos, quizá con la pretensión de que no le olvidase por más de diez minutos consecutivos. Su embrujo me perseguía a tientas en la oscuridad de mi habitación y con total cinismo a plena luz del día, mientras trataba de dormir o de enfocarme en algo más que no fuese redibujarla con diligencia en mis memorias. Y lo que no recordaba de ella, entonces me lo inventaba. E inventaba mucho, porque para ese entonces Mikasa era una completa síntesis de misterios que desde esa tarde en el café despertó en mí una ávida necesidad de descubrirle.

Así se me escurrían los días, meciéndose en su presencia de vapor y en las conjeturas de lo que desconocía pero deseaba conocer. Empezaba a comprender –o a aceptar, más bien– con una mezcolanza de alerta y espanto, que la mocosa de mierda se había colado muy en mis adentros, hasta quién sabe dónde y quién sabe hasta cuándo, con la ridícula y asombrosa facilidad de quien deja huellas en la piel ajena sin siquiera tocarla.

Cásate conmigo, Mikasa (RivaMika Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora