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  Aunque no ocurrió así exactamente, la transición española de la dictadura a lademocracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo decomo, cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticosaparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiososcomo los de las novelas del realismo mágico. La transición española del autoritarismo ala libertad, del subdesarrollo a la prosperidad, de una sociedad de contrastes económicosy desigualdades tercermundistas a un país de clases medias, su integración a Europa ysu adopción en pocos años de una cultura democrática, ha admirado al mundo entero ydisparado la modernización de España. Ha sido para mí una experiencia emocionante yaleccionadora vivirla de muy cerca y a ratos desde dentro. Ojalá que los nacionalismos,plaga incurable del mundo moderno y también de España, no estropeen esta historiafeliz. 

Detesto toda forma de nacionalismo, ideología –o, más bien, religión–provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimulaen su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegiomoral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con lareligión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, comolas de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada hacontribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado,ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursosen comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales. 

No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del "otro", siempresemilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierradonde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños,paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos dela memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, nilos discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares ypersonas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálidade que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.   

  El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mimadre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos yañoranzas, porque toda mi tribu familiar, como suelen hacer los arequipeños, se llevósiempre a la Ciudad Blanca con ella en su andariega existencia. Es la Piura del desierto,el algarrobo y el sufrido burrito, al que los piuranos de mi juventud llamaban "el pieajeno" –lindo y triste apelativo–, donde descubrí que no eran las cigüeñas las que traíanlos bebes al mundo sino que los fabricaban las parejas haciendo unas barbaridades queeran pecado mortal. Es el Colegio San Miguel y el Teatro Variedades donde por primeravez vi subir al escenario una obrita escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Miraflores limeño –la llamábamos el Barrio Alegre–, donde cambié el pantalóncorto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararmea las chicas. Es la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, amis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura,ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejorel mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente,buena, mala y execrable. Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que elPerú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entoncesconfinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido portoda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que conun puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución mundial. Y el Perú son misamigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas,apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y lacultura de la libertad.   

Mario Vargas Llosa:  Elogio de la lectura y la ficciónWhere stories live. Discover now