Capítulo 37

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Abril

Hacía tiempo que no tenía la casa para mí sola, normalmente solía ser
al revés: Ann sola en casa y yo trabajando. En cierto modo se me hacía raro, pero no lo extrañaba. Prefería tener a alguien al rededor,
sentir su presencia y no la soledad.

Tener la casa para mí sola
también me facilitaba pensar en cosas que no quería, y no tenía a
nadie que me sacara de mis pensamientos o cambiara el tema de la conversación.

Había decidido que no quería pasar la mañana sola porque estaba segura
de que si lo hacía acabaría volviéndome loca. No iba a acercarme a la cafetería, por mucho que me apeteciera sentarme a charlar con Chelsey. Así que opté por bajar a casa de los gemelos, aunque antes tenía una llamada que hacer.

Dos días atrás había dejado plantado a Sly sin dar ninguna explicación. Desde entonces no respondía ni a mis mensajes ni a mis llamadas. Pero no iba a rendirme. Conseguiría contactar con el chico y explicarle el porqué del plantón.

-¡Hola! Soy Sly y en este momento no puedo atenderte. Puedes dejar un
mensaje, pero no creo que lo escuche. Llámame en otro momento, intentaré devolverte la llamada.

Corté la llamada y bufé. Al parecer en dos días no había habido momento ni de responderme los mensajes ni de devolverme las llamadas. No quería pensar que le había ocurrido algo, pero tampoco quería hacerme a la idea de que me estuviese ignorando.

Me guardé el móvil en el bolsillo y salí de casa.

Llamé al timbre del piso de abajo un par de veces, pero nadie abría la
puerta. No me hubiese extrañado que ninguno de los chicos estuviera en
casa, teniendo en cuenta lo presente que había estado Murphy en mi
vida estos últimos días. Por suerte alguien me abrió la puerta.

-Un minuto más y me hubiese ido.- advertí entrando en la casa.

El chico hizo una mueca. Lo entendí, no solía entrar así.

No me fijé demasiado en saber quién de los dos gemelos era.

-¿Perdón? - se disculpó. Creo.- Estaba duchándome, no sabía que ibas a venir.

Entonces me percaté de que aún tenía el pelo mojado. Y un lunar en la
mandíbula.

-¿Cómo estás?- me preguntó mientras se sentaba en el sofá.

Mala pregunta.

-Mal.

El chico frunció el ceño. Sabía que esa no era la respuesta que esperaba.

-El chico que sustituye a Paul se enteró de que iba a salir en horas de
trabajo y se las apañó para joderme el día. Dejé plantado a Sly. No lo he visto desde entonces, aunque él tampoco me contesta a las llamadas. Annette se ha ido con Keith a intentar arreglar las cosas con él, aunque todos sabemos que es imposible. Sigo con las nauseas aunque solo por la mañana, y acabo de ver a Chase. Se ha presentado en casa justo después de que reconociera en voz alta que estoy embarazada. Y por si te lo preguntas sí, él es el padre.

Sabía que había hablado muy rápido y no estaba segura de si Axel había
conseguido entenderlo todo, pero esa era la única forma de decirlo
todo sin interrupciones.

Me senté en el sofá cuando terminé lo que había parecido una estrofa
de rap. El chico se mantuvo en silencio por un par de minutos, en los
que simplemente me acercó hacia sí y me abrazó.

-Ahora cuéntamelo todo, pero despacio.

Y así hice. Despacio, con explicaciones más detalladas y siendo consciente de todo lo que decía, comencé a relatarle al chico el desastre en el que se había convertido mi vida. Tener sus brazos al rededor de mi cuerpo me hacía sentir protegida, y estaba segura de que en los próximos días iba a necesitar muchos momentos como ese. O quizás simplemente unos brazos en los que poder sentirme protegida, aunque si no eran los de Axel...¿de quién si no iban a ser?

Me quedé ahí el resto del día. Acurrucada en un sofá que no era el
mío, viendo películas con mala trama en la tele y con el lagrimal irritado de tanto limpiarme las lágrimas. Debía reconocer que todo eso me había servido para quitarme un peso de encima y poder respirar de nuevo. Al menos por un par de horas.

A mitad de la tarde la puerta se abrió, y supe que era el momento de volver a casa. Me incorporé en el sofá mientras los recién llegados hacían su entrada.

-¡Sorpresa! ¿A que no sabías que era yo?

-Dado que eres el único aparte de mí que tiene una copia de las llaves...sí. Sabía que eras tú.

El recién llegado rodó los ojos.

-No entiendes mis bromas hermanito...- Alex suspiró dramáticamente.- Oh, ¡hola Abs! No sabía que estabas aquí.

La novia del chico salió de la cocina y se asomó al sofá.

-¿Te quedas a cenar?- preguntó ilusionada.

Sabía que Annette no había vuelto aún a casa, y no quería volver a
quedarme sola para que mi mente volara a lugares que me deprimirían.
Pero no quería arruinar la felicidad que acababa de entrar en la casa de los gemelos.

Miré a Axel, intentando que él me ayudara a decidir qué hacer. El
chico se puso de pie junto a mí y me pasó su brazo alrededor de los
hombros.

Sophie frunció el ceño, no era muy normal que yo necesitara mimos.

-Se quedará.- la chica dio un par de palmaditas sacándome una sonrisa.-
Pero tenéis prohibido decir las palabras novio, follar y bebé delante de Abs.

Le di un pequeño golpe en el brazo al chico, después de eso no era
complicado averiguar qué problema tenía entre manos.

La chica miró a su novio a los ojos y asintió levemente antes de acercarse a mí y arrebatarme de los brazos de Axel.

-Parece que tenemos un código 1131.- comentó.

Fruncí el ceño. Nunca había entendido eso de los códigos numéricos con significados, ¿por qué no podían decir simplemente lo que pasaba?

-¿Y eso qué significa?

La chica se encogió de hombros.

-No lo sé. Me lo acabo de inventar pero siempre quise decir algo así.

Negué con la cabeza mientras soltaba una leve risa. Sophie sonrió y se
separó un poco de mí cuando llegamos a la cocina.

-Sé que ahora lo último que te apetece hacer es cenar con un par de
hermanos repetidos y la novia de uno de ellos.

Hice una mueca. La verdad era que no me apetecía demasiado.

-No sabes qué hacer con el bebé, ¿verdad?- preguntó con una pequeña
sonrisa, de esas que ponen las abuelas cuando saben lo que te pasa.

-¿Cómo...?

-Bueno, tu amigo no es muy discreto...-explicó.- Pero su hermano tampoco, créeme.

Ambas sonreímos. No era un secreto que la discreción no era una de las
virtudes de los gemelos.

Los hermanos repetidos se habían sentado juntos en el sofá frente a la
tele, aunque no la estaban viendo. Alex le dio una colleja a su
hermano mandándolo callar, el golpeado se quejó mientras se masajeaba la zona dolorida. Me hubiese gustado ver a esos dos con no más de siete años discutiendo por tonterías y correteando por toda su casa.

Sophie me giró la cara con suavidad para que la mirara.

-Si tú prometes olvidarte del tema e intentar pasar un buen rato yo te
prometo no decir las palabras prohibidas.

Asentí aceptando el trato.

-Me alegro que lo aceptes, porque el trato también incluye ayudarme a
preparar la cena.- añadió.

-¿Por qué nos me has recordado leer la letra pequeña?

La chica rió tendiéndome un delantal, por si no tenía suficiente con
los de la cafetería.

¿Me guardas un secreto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora