El mejor momento para empezar es AHORA, así sean pequeños y débiles tus pasos, el momento es ahora. Que cuando la fortuna toque la puerta de tu casa te encuentre trabajando. Piénsalo así: en unos años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste, que orgulloso por por las que sí hiciste. Las oportunidades no aprovechadas por tontería, dolerán toda la vida.
No importa el tamaño de tus sueños: apasiónate, prepárate y actúa con bondad, de esta manera te convertirás en un emprendedor exitoso. No te detengas por indecisión, ni por qué te has caído hoy (seguramente volverás a caer mañana). Si no has aprendido esto estarás frito: el fracaso construye mil veces más que el éxito. Cada caída, bien entendida, será alimento para tus ideas, callo para tus heridas e inspiración para tu vida. No te acobardes por lo que los demás crean o digan de tu emprendimiento, escucha y aprovecha. Si estás convencido, si sabes cómo hacerlo, si lo que quieres es servir más y mejor, demuéstralo, conviértete en excepción.
Antes de saltar a la gastronomía debo compartirte lo que fue mi orgullo mejor contado en el mundo automotriz: haber vendido decenas de autos (que ya los compradores no querían), en un tiempo récord.
Ya tenía el taller, como te había contado antes, y este me proveía una cierta estabilidad económica pero, igual que al principio de esta historia, mis sueños iban para arriba. Me tracé una meta más inalcanzable: "voy a vender carros de la marca italiana y de allí saltaré a ser un verdadero concesionario". Las caras de mis amigos se transfiguraron: "este tipo ya enloqueció del todo". Montar un taller sin tener dinero fue una locura increíble; ¿pero esto? -¿de dónde vas a sacar los muchos millones que se necesitan para comprar los autos nuevos?-.
Llamé a la matriz en Bogotá, les propuse ser su vendedor y representante aquí. ¿Cuál era la ventaja que tenía?, nadie más quería, en ese entonces, meterse en la tarea de vender estos FIAT en Medellín, les tenían un poco de miedo después de sus aparatosas salidas del mercado ¿Qué hice entonces? Propuse solucionarlo si me daban la oportunidad de traer un solo carro prestado en consignación. Prometí, si creían en mi, vender más de 50 (habráse visto mayor locura y atrevimiento). El mercado automotriz estaba creciendo, había una bonanza para todas marcas y yo estaba seguro de poder aprovecharla. No tenía nada que perder. Estos autos me fascinaban tanto, que sabía podría fascinar a los demás y prestarles un gran servicio. La reflexión era: lo intento y, si al final no cumplo mi meta, devuelvo el carro y adiós (aunque esa nunca fue una opción para mi).
Ellos se rieron un rato, reafirmando el pensamiento de mis amigos: "este tipo está loco de remate". Pero fui tan incisivo, y mi determinación fue tal, que al final decidieron darme la oportunidad (creo más que por sacarme de encima). Sería 1 mes y no arriesgaban mayor cosa: el carro seguiría siendo de su propiedad, a menos que yo lo pagara, y ellos conservarían los papeles hasta ese entonces:
-Aceptamos esta tontería, el único concesionario sin vitrina y con un solo carro... pero si no pasa nada, en un mes no nos vuelve a molestar. Tiene que prometerlo-.
Subarrendé un espacio en el Centro Comercial el Tesoro prometiendo pagar el alquiler a final de mes (era un cuadrito de 4 metros, solo cabía el carro y yo de pie a un lado. En ese entonces era baratísimo). Allí estacioné el FIAT Palio gris plata que me habían prestado. Le pedí a mi madre, que estaba en ese entonces sin trabajo, que me ayudara en algunos turnos ¿Mi estrategia? Nunca traté de venderlo. La verdad es que estaba tan enamorado de la marca, y de la oportunidad que me estaba brindando ahora, que a todo el que se acercaba le hablaba sobre las maravillas de esta máquina, "que no hay mejor carro que un FIAT", se escuchaba todo el día por los pasillos del centro comercial... con respeto, con devoción, con absoluto convencimiento. Lo había estudiado, probado, armado y desarmado tantas veces que ahora era dueño de una pasión desbordada por la marca, por sus eficientes y sofisticadas creaciones. Al final del mes habíamos vendido 53. ¿Era posible? ¿53? Así fue. Con un solo carro prestado, un pequeño espacio, la ayuda de una persona que se haría matar por mis sueños (mi madre), y la seguridad que esto iba a suceder. 53 compradores nos habían dicho sí, queremos un carro de estos, y me habían entregado su dinero. ¿Te imaginas el susto de quienes manejaban la matriz en Bogotá? No tenían ni como enviarme tanto carro. La carretera a Medellín se inundó con niñeras cargadas de flamantes FIATs.
Al segundo mes había rentado una vitrina sobre la Avenida del Poblado, mi madre había sido nombrada gerente y, con ella la historia creció aún más. Tal vez no sabía mucho de carros; pero sí sabía (como buena madre), servir, cuidar y defender a los clientes por encima de todo. Y estos carros salieron tan buenos, que el resto del trabajo fue demasiado fácil. Su fama empezó a atraer a cientos de compradores y... ya conoces el resto y el final de esta historia. Pero haber logrado algo así, a punta de pasión y sin mayor inversión, siempre será uno de mis triunfos mejor contados!
¿Ves? No importa el tamaño de tus sueños. Si estás convencido que algo puede pasar (si eres apasionado, inteligente y trabajas por un fin mayor), ten por seguro que pasará... que no necesitas dinero para eso.
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MANUAL del eterno EMPRENDEDOR
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