Capítulo 8

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Raro.



Los días habían pasado, cada día parecía más horrible que el anterior. Tenía que levantarme si quería comer, también debía salir a comprar vendas y diferentes cosas para curarme las heridas que traía. Pero no sabía ni que cosas eran, necesitaba ayuda y tampoco sabía a quién acudir.


Solo me quedaba confiar en mi instinto y pararme de esa cama. En esos días apenas había tomado agua, me dolía la garganta y creía estar ronco, tampoco había querido moverme mucho, pero ya no podía seguir así. Necesitaba un baño en una tina, lástima que no hubiera y que no pueda conjurar una.


Mis ojos también me pesaban, no paraba de llorar en sus sueños. Siempre tenía que levantarme con lágrimas en los ojos y el rostro. Ni siquiera me había permitido llorar libremente por este suceso, pero al parecer mi inconsciente necesitaba desahogarse.


Miré mi habitación con cansancio, los músculos aún seguían doliéndome, pero yo no iba a sanar si me pudria todo el tiempo acostado en una cama y sin asistencias. Me parecía tan lejano ese tiempo donde todo el tiempo era atendido, donde se cumplían mis caprichos y pedidos. De niño solía llorar por cualquier herida pequeña o corte, hacía tremendo escándalo por un accidente.


Soy capaz de reírme al recordar esos años y solo me reiría porque no quería llorar, ya no quería llorar, aunque en sueños lo haga. Actualmente, estoy tan hecho mierda que solo puedo tragarmelo y superarlo, seguir adelante por mi mismo porque aquí no hay nadie que me atienda ni me cuide, tampoco que me proteja o quiera cumplir mis caprichos. Seguro empezaría a llorar en el pecho de esa persona si existiera.


Me levanté de cama para ir a buscar algo de ropa y bañarme, lo hacía todo de una manera lenta que lograría exasperar a muchos, pero el cuerpo no me daba para hacer movimientos rápidos y moverme libremente. Al llegar a la ducha, ya desvestido, abrí la canilla del agua para que relajara mi cuerpo y me ambientara a la temperatura. Miré como el agua que caía de mi se volvía roja, como también observé algunas heridas abiertas que tenía.


Había quitado las gasas con las que me pusieron superficialmente y las vendas, no podía ver mi espalda, pero sabía que también se había llevado un gran daño. No había entendido su deseo de hacerme sufrir, ni sabía si existía persona que encontrará aquello algo excitante. Aunque tal vez lo sería si ambas partes estuvieran de acuerdo y no solo una.


Lavé mi cabello e intenté quitar la sangre seca de mi cuerpo, aunque necesitaba ayuda. Pero hice lo posible para quedar limpio y no como un mugriento muggle.


Al salir del baño, me vestí con calma y busqué algo de comida para llenar a mi estómago. Al final solo encontré unos huevos y los herví en agua. Comer eso fue mejor que andar hambriento. Agarré mi mochila y algo de dinero para salir y comprar lo que necesitaba. Salí de mi cuarto, lo asegure para después bajar por las escaleras.


—Eh, chico. ¿Cuánto tiempo? Creí que ya habías muerto en tu habitación —dijo el recepcionista.


Ahora que lo pienso, jamás supe su nombre, no se lo había preguntado antes. Aunque al principio me daba miedo y no me inspiraba ni un poco de confianza. Sin embargo, hubo veces en las que me ayudó y estoy muy agradecido por eso.


—Disculpe —me acerqué a él—, ¿cómo se llama? —pregunté apoyando mi mano sobre el recibidor.


—¿Por qué esa curiosidad de ahora? —dijo elevando una ceja.


—¿Tiene algo de malo? —imite su acción.


—No, solo me sorprende que me lo preguntes ahora. Pero me llamo Robby Woondroud —dijo extendiendo su mano que la tomé aceptando su saludo.


Libertad Condicional. (Harco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora