Prólogo

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Londres, marzo de 1810

Los lazos de seda anudados en sus muñecas con exquisita presión intensificaban la sensación de placer. Oh SeHun, cautivo involuntario, yacía indefenso, sus desnudos brazos sujetos a los pilares de la cama con pañuelos de seda color carmesí.

Podía ver su reflejo en el espejo de marco dorado que tenía sobre la cabeza: su cuerpo desnudo y musculoso contra las blancas sábanas. Su erección plena y dura, en toda su extensión, sobresalía del rizado vello color ébano de sus ingles.

Su torturador, el encantador Kim KiBum, se erguía sobre él cubierto tan sólo por un salto de cama de la más diáfana muselina, si se exceptuaba el brazalete de esmeraldas que él le había regalado como táctica iniciadora de su juego de seducción. Las verdes piedras que adornaban su muñeca destellaban entre la fluctuante danza de la llama de la vela mientras que los rozados pezones se revelaban audaces a través del delicado tejido con una lujuria calculada para despertar las pasiones del entendido más saciado.

El primer actor de Londres, que representaba el cisne plateado gracias a sus cabellos rubio platino, estaba llevando a cabo una magnífica actuación. Ambos conprendían que aquella era una prueba para aspirar al puesto de amante para él. El encantador KiBum se proponía persuadirlo para que lo tomara bajo su custodia.

- Ahora que me tienes en tu poder, confío en que te propongas portarte perversamente conmigo- comentó SeHun en un murmullo burlón.
- Ciertamente, lo haré, milord. Prefiero tenerte a mi merced- repuso él con su voz tenue y musical que cautivaba al público en el teatro.
- Soy todo atención, cariño.

Él cogió una fusta de montar de la mesita de noche y le acarició ligeramente el pecho con la punta. SeHun enarcó curioso una ceja preguntándose si el actor había interpretado erróneamente que debía recurrir a métodos singulares para excitar los agotados deseos de un hombre.

En su juventud había llevado una vida licensiosa entregado al placer. Sin embargo, pese a su mala reputación, pese al hecho de que aún buscaba nuevas experiencias de vez en cuando, no había llegado al punto de necesitar perversiones para satisfacer sus caprichos físicos. Sus apetitos sexuales eran firmes e inmediatos, en especial cuando se encontraba con un hombre hermoso.

Y el cisne plateado ciertamente lo era. Al parecer también era perspicaz, porque vaciló ante su inquisitiva mirada.

Supongo que no se necesitan esfuerzos para estimulrate más- observó pensativo-. Ya estás bastante excitado. Está enorme.
En el ambiete jocoso del juego que seguían, él le devolvió una sonrisa encantadora.

- ¿Acaso el tamaño te desalienta?

KiBum curvó los labios profiriendo una carcajada.

- Al contrario, milord.

El hombre señaló la fusta con la cabeza.

- Siempre he considerado que el dolor está sobrestimado como afrodisíaco. Sin duda puedes ser más imaginativo, pequeño.

- Tal vez.

Dejó caer la fusta en la alfombra y se pasó el dedo por el turgente labio inferior reflexionando en voz alta.

- Déjame pensar. Un hombre cuyas proezas amatorias son legendarias... Un bellaco diabólico de quien dicen que hace llorar de placer tanto a hombres como a mujeres. ¿Cómo puede entretenerse a tan magnífico amante?

Abrió lentamente el broche del brazalete que llevaba en la muñeca. Con astuta sonrisa cubrió con los eslabones la prominente erección de él y, con sumo cuidado, aseguró de nuevo el cierre. El descarado y rígido miembro aumentó de tamaño.

Seducción [HUNHAN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora