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Cuando LuHan despertó, Sehun se había ido dejándolo con recuerdos de su sombría pasión, consumida y reavivada una y otra vez. LuHan, con su ardiente deseo reiniciando su batalla interior, pasó los siguientes días luchando desesperadamente contra las emociones que Sehun había desencadenado en él.

Pensaba que su ausencia lo aliviaría, no obstante, eso había sido antes de que convenciera a YiXing para que lo acompañara a la iglesia el siguiente domingo por la mañana. Sin la noble presencia de SeHun para protegerlo, LuHan recibió una fría acogida por parte de la refinada sociedad allí presente.

Al parecer, con lady TaeYeon se había ganado una enemiga. La mujer se pasó todo el servicio susurrando tras su libro de oraciones y lanzando miradas de superioridad en dirección a LuHan. Después, tan sólo un puñado de personas se acercaron a conocerlo; el resto lo ignoró intencionadamente.

Comprendió que cabía esperar algo parecido desde el momento en que no había demostrado las adecuadas deferencia y humildad en su papel de acompañante de un lord; por elevarse a sí mismo al nivel de miembro de la familia, y por atreverse incluso a mantener un puesto en el hogar del barón Oh, donde él podía urdir sus artimañas.

Acostumbrado al escándalo desde los tiempos de su matrimonio, LuHan estaba más enojado por YiXing que por sí mismo. El muchacho soportó los desaires con gracia, ocultando bien su angustia, pero cayó en un talante malhumorado en cuanto se sentó en el coche.

Cuando LuHan trató de hacerlo hablar, YiXing respondió desesperado.

—Te dije que era inútil. ¡Mi vida está arruinada! ¡Mi reputación está dañada de modo irreparable!

Al comprender que YiXing creía, equivocadamente, que la desaprobación iba dirigida hacia su persona, LuHan comenzó a explicarle que era contra él contra quien se manifestaban sus distinguidos vecinos; pero el muchacho estaba angustiado y no lo escuchaba.

—Si mi hermano hubiera estado aquí no se habrían atrevido a despreciarme..., lo cual es el colmo de la hipocresía, considerando las tendencias libertinas de SeHun.

Ante la preocupada expresión de LuHan, añadió:

—No soy un niño ni estoy ciego. Conozco perfectamente la reputación de crápula de mi hermano. Mi padre era aún peor, mucho peor. ¿Por qué será —se preguntó con amargura— que la sociedad suele perdonarle a un hombre como mi hermano cualquier número de pecadillos, pero si una persona como yo da un solo paso en falso está arruinada para toda su vida? ¡No es justo!

LuHan se había preguntado lo mismo con frecuencia. Pero era inútil argumentar que en un mundo masculino, los jóvenes tiene que hacer lo mejor con su persona, sobre todo, teniendo en cuenta que Yixing no estaba de humor para ser consolado, ni en ese momento ni más tarde.

Aquel atardecer, cuando LuHan trató de convencerlo para que fuera a tomar su baño, Yixing replicó:

—¿Para qué? Nada de lo que hemos intentado ha conseguido establecer la menor diferencia. Nunca volveré a caminar.
—No puedes estar seguro de eso —le recordó LuHan dulcemente—. Todavía es demasiado pronto para decir si el daño de tu columna es permanente. El doctor dijo que podían pasar meses antes de que pudieras recobrar algo de sensibilidad en las extremidades.

—También dijo que acaso nunca me recuperaría. De ser así, entonces nunca podré casarme ni tener hijos.
—Tal vez tener hijos fuera difícil, pero el matrimonio no tiene por qué descartarse.
—¿No lo crees así? —replicó el enojado joven—. Con mi reputación tan empañada nunca seré un buen partido.

LuHan negó con la cabeza.

—En eso estás equivocado. Por lo que deduzco, eres un heredero importante. Con reputación o sin ella un lord con riqueza y categoría siempre puede elegir. Si quieres, aún puedes casarte.
—¿Qué hombre querría estar atado a un inválido? Tu hermano no querría.

Seducción [HUNHAN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora